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Vie. Abr 19th, 2024

Las parias eran, en la Edad Media peninsular, los pagos que reflejaban las complejas relaciones jurídicas entre dos reinos, siempre uno musulmán y el otro cristiano, en situación de dependencia uno respecto del otro. Ese pago se hacía bajo la fórmula de tributo de forma periódica, casi siempre una vez al año, en reconocimiento de esa dependencia, del vasallaje. Algunos asimilan las parias a tributos de guerra, a botines de guerra. El monarca que percibía adquiría una posición de preeminencia y exigía obediencia al otro, aunque en contraprestación tenía que defender al reino vasallo de posibles ataques de terceros, algo habitual en la inestabilidad que se produjo en Al-Ándalus a partir del siglo XI. Esta situación  de dependencia era claramente favorable al reino y rey más poderosos, y supuso un claro trasvase de riqueza con importantes consecuencias en ambas partes. El reino perceptor veía fortalecerse política y militarmente. Además se estimuló su economía por el ingente ingreso de riquezas y, sobre todo de monedas, lo que debe tenerse en cuenta a la hora de entender el proceso de conversión de una economía muy primitiva hacia una economía monetaria en Castilla. Las consecuencias para el reino pagador eran de claro signo negativo por la pérdida de gran parte de sus riquezas y con derivaciones sociales al repercutir las parias en una mayor presión fiscal sobre la población.

Las parias aparecen con fuerza en la Historia con la desintegración del Califato de Córdoba y la llegada de los reinos de Taifas a partir de 1031. Alfonso VI recibió ingentes cantidades de dinero, lo que hizo que se asentara fuertemente en el poder después de unos momentos de inestabilidad. Las parias se dieron hasta el final de la presencia musulmana en la península Ibérica cuando desapareció el reino nazarí de Granada, siendo éste uno de los factores, entre otros, de su supervivencia en la crisis bajomedieval, ya que los tributos que se pagaban a Castilla le aseguraron durante un tiempo no ser conquistado, habida cuenta de la necesidad de dinero de los reyes de la dinastía Trastamara, en plenos conflictos con la nobleza entre los siglos XIV y XV.

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