Tras unas vacaciones largas y necesarias en lo personal, retorno a escribir mi colaboración semanal con Cadiznoticias. Un poco, o un mucho, saturado de política partidista y crispada he decidido escribir de política pero en un ámbito en el que mi ignorancia es algo menor, el de las políticas culturales públicas. La tormenta que ha supuesto la entrada en escena de la denominada nueva política ha descolocado el escenario tradicional del mundo político y como no podía ser menos también en el sector de la cultura. Decía el santo de Loyola que en tiempos de tribulación no conviene mudanza, un pensamiento muy acorde y cauto para un escolástico como él pero absolutamente inapropiado en el mundo líquido y global en el que vivimos. Es precisamente ahora cuando las fuerzas políticas y sociales deben realizar cambios y adecuaciones a las nuevas realidades y demandas de la ciudadanía.
Tradicionalmente, desde el inicio de la Transición, las políticas culturales públicas en cultura en España han sido de sesgo claramente socialdemócrata, incluso en muchas de las aplicadas por los conservadores en ayuntamientos, autonomías o a nivel estatal. Lo que no quiere decir que fueran aplicadas correctamente y con garantías, simplemente me refiero al plano propositivo de las mismas y a sus líneas generales. La bondad o no de sus aplicación es una cuestión que va por barrios, en unos bien y en otros de mal a muy mal. Los nuevos lanzan por delante un pretendido nuevo concepto, el procomún, y un nuevo enfoque metodológico, el protagonismo de los procesos, para diferenciar sus propuestas en el campo de la cultura. De una parte no está mal ya que claramente se diferencian en el plano ideológico de los discursos neoliberales dominantes en los últimos tiempos con la excusa de la economía de la cultura, un hecho que merece comentarios aparte en próximas entregas.
Sin embargo a servidor, perro viejo en estas lides, el discurso de los novísimos no le resulta tan rompedor. De una parte cuando escucho hablar de la importancia de los procesos se me vienen dos ideas a la cabeza. La primera es el recuerdo de la animación sociocultural, un enfoque metodológico e ideológico de afrontar la realidad cultural de un colectivo o sociedad y que hunde sus raíces en los años sesenta del pasado siglo, si no antes. Y ahora resulta que años después, tras sufrir el injusto menosprecio de muchos en el mundo de la cultura, retorna de manos de los nuevos aunque paradójicamente la mayoría de ellos ignoraba su existencia y lo que es más grave, cómo son sus procesos. Pero personalmente, y entro en la segunda idea que me ronda en este tema, me resultan las descripciones de los procesos entre los nuevos como versiones descafeinadas del poema de Kavafis tan citado en sus tiempos, el Viaje a Ítaca. Casualmente el poeta Ramón Irigoyen, traductor de Kavafis al castellano, escribía que” un escritor, dado el mínimo talento inicial necesario, se hace con el culo”, o lo que es lo mismo sentado horas y horas leyendo y escribiendo. Y esa sensación me da, algunos están dejando de lado la segunda parte, la esencial, el trabajo conceptual, metodológico y de planificación que requieren las políticas culturales públicas.
Del procomún y nuestra ciudad hablaremos más en extenso la semana que viene. Tan sólo adelantar que me da la sensación que en Cádiz se están dando pasos firmes para aplicar lo mejor de la vieja tradición socialdemócrata y la nueva política. Pero les haré esperar siete días y mientras tanto feliz navidad, feliz Sol Invictus, Saturnales o lo que quiera que celebren estos días.