El IX Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) de Cádiz se ha remontado en la sesión de este martes hasta 1812, fecha en la que precisamente en esta ciudad se promulgó la Constitución Española, rebautizada popularmente como ‘La Pepa’, un documento que, pese a su corta vigencia, sirvió de modelo a muchos países iberoamericanos y está considerado «una referencia esencial en la historia de la libertad en ambas orillas».
Para Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE) y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), la Constitución gaditana representó «una ocasión histórica impresionante» porque «pudo haber sentado un precedente irrepetible que sirviera para regir dos hemisferios al mismo tiempo y haber valido para todo el mundo de habla hispana».
En una nota, el CILE ha detallado que Muñoz Machado ha participado en una sesión plenaria sobre la influencia de la Constitución de Cádiz en América, junto a los juristas Pablo Ruiz-Tagle (Chile), Fernando Serrano Migalló (México) y Allan Brewer-Carías (Venezuela) en la que también ha estado el secretario de Estado para Iberoamérica, el Caribe y el Español en el Mundo, Juan Fernández Trigo.
Todos han coincidido en que, aunque el texto promulgado en Cádiz tuvo una vigencia «muy breve», con apenas seis años en total, distribuidos en tres etapas diferentes, su influencia política fue mayor, tanto en las constituciones de las incipientes naciones iberoamericanas como en Europa, influyendo en las ideas constitucionales portuguesas, en el surgimiento del Estado italiano e incluso en Rusia. Como se ha recordado en la jornada, 54 de los 185 diputados de las Cortes gaditanas representaban a las colonias americanas.
«Todo el modelo constitucional posterior, español o americano, ha tenido de un modo u otro a Cádiz como referencia», ha señalado el director de la RAE, para quien la constitución que salió de las Cortes en 1812 fue «inteligente y creativa», porque recogía «los grandes principios liberales de separación de poderes, monarquía limitada, soberanía nacional, además de libertades y derechos», pero «se viste de una apariencia no revolucionaria para no alarmar».
Para Fernández Trigo, la Constitución de 1812 consagró «palabras nuevas para orquestar una nueva convivencia», como soberanía nacional, división de poderes o felicidad de la nación. «Esas palabras cristalizan los sueños de una nación en un texto que todos los poderes deberán respetar», ha añadido.
En su opinión, «la gesta» de las Cortes de Cádiz ha trascendido como «un modelo romántico» porque «ni cortó cabezas, ni fue seguido por un imperio invasor», sino que se percibe como «un grupo de personas asediadas militarmente por el ejército napoleónico y por la fiebre amarilla», reunidas para promulgar «un texto de enorme trascendencia para la historia política».
En esa misma línea se ha manifestado Ruiz-Tagle, quien ha repasado la influencia de la Constitución gaditana en la historia constitucional chilena. Así, ha subrayado cómo aquel texto «instaló las ideas que se necesitaban para el futuro, aunque en la práctica política no tuvo suficiente energía para que esas nuevas formas se asentaran definitivamente».
El documento promulgado en Cádiz representó «la gran bandera del liberalismo del constitucionalismo moderno», ha afirmado también Brewer-Carías, profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela, quien ha recordado que en su país se desarrolló «un proceso constituyente paralelo» ante «el desencuentro» con el movimiento doceañista.
En su turno, Serrano Migalló ha valorado los principios promulgados en Cádiz, entre ellos la igualdad, la separación de poderes, la idea de ciudadanía, la soberanía nacional o la monarquía limitada, pero ha apuntado a dos «errores» en el texto, como la monarquía como forma de gobierno y el centralismo frente al federalismo como forma de Estado, una cuestión que, ha dicho, «sí incorporó posteriormente la constitución mexicana».
«Los sufrimientos y la sangre de todos los que lucharon por Cádiz nos deben servir a nosotros para luchar por esos ideales», ha concluido.
Como parte de la sesión plenaria, el secretario de Estado para Iberoamérica, el Caribe y el Español ha disertado sobre ‘Política y Poder’ , manifestando que «las palabras resultan consustanciales a la libertad, ya que sin ellas es una quimera». «No hay modo de un régimen constitucional sin que la palabra sea libre», ha aseverado.
También ha defendido que la Constitución es «el ejercicio supremo de fijación de la palabra para hacerla inamovible» y por ello su reforma debe ser «excepcional». En cambio, «en la política cotidiana las palabras deben ser flexibles y cercanas para favorecer el entendimiento», ha precisado.