Docentes de la ESI han desarrollado un sistema capaz de medir campos magnéticos de precisión con tecnologías compactas y de bajo consumo. Se lanzó desde el Puerto ESA en la Guayana Francesa
Un grupo de investigadores de la Universidad de Cádiz, pertenecientes a la Escuela Superior de Ingeniería (ESI) y coordinados por Ignacio Mateos, han desarrollado un instrumento para la medición de campos magnéticos en el espacio usando sensores compactos. El instrumento, llamado MELISA-III, fue seleccionado por el programa H2020 de la Comisión Europea y la Agencia Espacial Europea (ESA) para ser integrado en un nanosatélite con el propósito de incrementar su madurez tecnológica. El sistema, diseñado para medir las sutiles fluctuaciones del campo magnético interplanetario, puede ser de utilidad para futuros detectores espaciales de ondas gravitacionales, como la apasionante misión LISA de la ESA en colaboración con la NASA.
Antes del lanzamiento, el instrumento superó exitosamente las diferentes campañas de validación ambiental, donde fue sometido a las extremas condiciones que se encontrará en el espacio. Posteriormente, se ensambló e integró en el nanosatélite ∑yndeo-2 de la Comisión Europea, un laboratorio espacial miniaturizado destinado a probar en órbita tecnologías espaciales disruptivas de última generación. Además del instrumento de medición magnética MELISA-III, diseñado en la UCA, ∑yndeo-2 incluye un monitor de radiación compacto y un innovador propulsor de plasma.
Después de la exitosa integración y validación de los experimentos, el nanosatélite ∑yndeo-2 fue enviado al Puerto Espacial Europeo de la ESA, situado cerca de la localidad de Kourou, en la Guayana Francesa. Finalmente, el 9 de octubre fue lanzado en el cohete VEGA vv23 junto con otros nueve nanosatélites y dos satélites convencionales, siendo, por tanto, el primer instrumento concebido en la UCA que se manda al espacio.
El despliegue en órbita de ∑yndeo-2 fue confirmado y las primeras comunicaciones entre el satélite y la estación de tierra se han realizado de forma exitosa. Las operaciones científicas de los diferentes experimentos comenzarán a partir del mes de noviembre y se extenderán a lo largo de un año, antes que el satélite pierda altura por el empuje del viento solar y se acabe desintegrando en las capas altas de la atmósfera, tal y como establece la regulación de la contaminación espacial.