Se cumplen dos años de Gobierno de José María González y el apocalipsis no ha llegado, al menos de momento. Una ventaja que ha tenido este gobierno es que tras los malos presagios que anunciaron los que fueron deshauciados del poder y una parte importante de la prensa cualquier síntoma de normalidad en el consistorio ya es valorado por muchos como un triunfo. Pero no todo ha sido inercia en este último año.
Tras iniciar el segundo año de mandato con el mal trago de verse en la obligación de aprobar los presupuestos en la soledad de la Junta de Gobieerno se produjo el punto de inflexión; un hecho que cambió el parecer de muchos sobre el Equipo de Gobierno, como fue la organización de la Regata 2016 el pasado verano. Una prueba que pasaron con creces y que permitió a María Romay, la más joven del equipo, asumir mayor responsabilidad con la crisis de gobierno del mes de agosto. Tras el verano llegó el chasco de la Edusi, un asunto que puso en entredicho la capacidad del alcalde y de la edil Laura Jiménez para obtener financiación, lo que para un ayuntamiento como el de Cádiz es vital para poner en marcha proyectos de envergadura. Pero no solo supieron reponerse consiguiendo ser admitidos en una segunda convocatoria, sino que además han ganado tiempo pues las actuaciones que componen el proyecto estarán en marcha cuando los ciudadanos tengan que acudir a las urnas en 2019 para emitir un nuevo veredicto. Otro golpe de suerte fue la dimisión de Manuel González Bauza tras ser reprobado por el pleno por el contrato de limpieza. Cualquiera que ocupara el sillón del dimitido concejal mejoraría la gestión, por decirlo de alguna manera, de alguien al que le venía muy grande el escaño.
En estos dos años de gobierno han aprendido además cómo utilizar la movilización social en beneficio de sus intereses. Tras el fracaso de la eliminación de las Ninfas del Carnaval en 2016 auspiciaron la creación de una plataforma ciudadana dirigida por miembros de Podemos para que fuera la propia ciudadanía la que doblegara las resistencias más rancias. Tras el éxito de esta primera experiencia han puesto en marcha otras como la Marea Blanca, al servicio de los intereses de Teresa Rodríguez en el Parlamento de Andalucía o la Asociación de Peatones La Zancada, con la que afrontarán la peatonalización de Casco Antiguo, algo en lo que ya están amagando con la peatonalización intermitente de la plaza de España.
El pacto
El Equipo de Gobierno goza de una mala salud de hierro, como suele decirse. Han existido y siguen existiendo roces entre los miembros de Ganar Cádiz y los de Podemos, véase la bandera republicana de la Plaza de la Constitución, la conferencia del edil navarro de Bildu, las sillas de la Carrera Oficial de Semana Santa para repartirlas entre usuarios de los Servicios Sociales, la medalla a la Virgen del Rosario y otras muchas que sin ser tan mediáticas han sido pregonadas ‘por lo bajini’ en el oído adecuado.
Todos estos desencuentros y con toda seguridad los que vengan no van a poner en riesgo la estabilidad interna del Equipo de Gobierno porque todas las partes son conscientes que se necesitan. El alcalde es conocedor de que cuenta con un equipo con muchas carencias pero no está en disposición de tirar a nadie por la borda y Ganar Cádiz en Común necesita seguir en el Gobierno para ser relevantes y tener opciones de arañar aunque sea un concejal en las próximas elecciones.
Una oposición en desbandada
De sobra era conocido en tiempos de Teófila Martínez que detrás de la alcaldesa había un equipo más bien mediocre, y es lo que se ha podido constatar con el tránsito a la oposición. Con una Teófila a medio gas, más centrada en el Congreso de los Diputados que en el Ayuntamiento de Cádiz, habiendo cedido el protagonismo del día a día a alguien con tan poco tirón como Ignacio Romaní, al Grupo Popular se le empieza a ver el cartón. Teófila sigue deshojando la margarita de cara a la galería cuando la realidad es que no hay nadie que pueda ocupar su puesto con garantías de obtener un resultado digno. Mientras ediles como Bruno García tienen que plegar velas por la pérdida de la dedicación exclusiva, otros como Juan José Ortiz e Ignacio Romaní cursan el Máster de Gestión Portuaria de la UCA por si Moreno Bonilla hace sonar la flauta en San Telmo y pueden abandonar la ingrata oposición municipal.
Al PSOE le dieron la llave para que diera una de cal y otra de arena. Lo mismo es incapaz de aprovechar su posición para poner su acento en los presupuestos municipales, enredándose en asuntos de poco lustre sacados de la chistera del profesor Cantero; que promueven una municipalización de servicios cuando son de la opinión que puede poner en riesgo la estabilidad financiera del consistorio. Mientras, Fran González busca la manera de aprovechar la victoria de Pedro Sánchez en Madrid para huír como alma que lleva el diablo de una portavocía que de cara a la ciudadanía lo está achicharrando. Lo que está claro es que caso de presentarse como candidato en las próximas municipales lo hará como en ‘El Verdugo’ de Berlanga.
Lo que ocurra con Ciudadanos dependerá más del tirón que Rivera y Arrimadas consigan para la marca que del rendimiento que Pérez Dorao y Fernández-Trujillo obtengan en San Juan de Dios. Ambos están enfrentados al partido en una guerra en la que difícilmente habrá ganadores. Pérez Dorao ha comentado en foros cercanos que no va a repetir como candidato mientras que Fernández-Trujillo, tras su incomprensible dimisión al frente de Onda Cádiz, ha demostrado poca capacidad de estrategia en la arena política.
Con este panorama en la oposición, con unos candidatos con escasas posibilidades de continuar la próxima legislatura y un equipo de gobierno al que se le puede asignar un aprobado simplón la continuidad de José María González después de mayo de 2019 parece al menos encarrilada.