La actuación de una chirigota en el COAC con un repertorio negacionista ha reabierto un debate peligroso: ¿debe el jurado tener la potestad de bajar el telón si se lanzan determinados discursos? ¿Debe imponerse una criba previa para evitar que ciertas ideas lleguen al escenario del Gran Teatro Falla? La respuesta, por salud democrática y por respeto a la esencia del Carnaval, debe ser un rotundo no.
Lo sucedido anoche fue un ejemplo de cómo debe responder el Falla ante discursos que atentan contra la verdad y la convivencia. El público, impecable, impidió que la chirigota en cuestión propagara su mensaje, negándole la oportunidad de completar su actuación. Más allá del contenido, su actuación fue un insulto al concurso: sin ensayos, sin afinación, sin el más mínimo respeto por la calidad artística. Sin embargo, la solución no está en la censura, sino en la reacción del propio teatro y, en última instancia, en las autoridades que pueden intervenir si se vulneran leyes.
El COAC ya vivió en el pasado regulaciones impulsadas por el calor del momento, como ocurrió en el año 2000 con la chirigota ‘Lo coja por donde lo coja’, que se presentó con más componentes de los permitidos y se jactó de ello. La reacción fue inmediata: al año siguiente se implantó el telonazo para quienes superaran el número máximo de integrantes. La primera aplicación de esta norma, en 2006 con ‘El rey del barrio’, demostró ser desproporcionada. Reglamentar en caliente puede llevar a errores difíciles de corregir.
Además, en un contexto global donde las tendencias autoritarias avanzan, abrir la puerta a la censura previa es un riesgo. Hoy puede aplicarse contra discursos negacionistas o irresponsables, pero mañana puede ser una herramienta para acallar voces incómodas al poder político. La historia nos demuestra que limitar la libertad de expresión en nombre del bien común acaba volviéndose contra quienes inicialmente la promovieron.
El Carnaval es, por naturaleza, irreverente y libre. La mejor manera de combatir discursos tóxicos no es prohibiéndolos de antemano, sino desmontándolos con sátira, con crítica y, como ocurrió anoche, con el rechazo del público. Si algún día el Falla no reacciona ante un discurso inaceptable, el problema no será del COAC, sino de la sociedad en la que vivimos. Y eso, sin duda, debería preocuparnos mucho más.