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Dom. Nov 24th, 2024

10 insólitas sorpresas que aguardan al viajero en el Alto Tajo

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No es fácil encontrar a pocos kilómetros unos de otros, paisajes que compiten con el Cañón del Colorado, bosques casi impenetrables, ciudades seculares llenas de historia, conventos y castillos centenarios, una gastronomía sorprendente… y hasta cuevas prehistóricas que descubren un pasado insospechado. Y todo ello envuelto por el manto protector de un espacio natural reconocido por la Unesco como Patrimonio Universal.

Más sorprendente aún es descubrir este mundo en la poco conocida provincia de Guadalajara, a pocos kilómetros de Madrid. Todo ello forma parte del Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo, una de las cumbres de la biodiversidad de Castilla–La Mancha. Situado entre la parte sur oriental de Guadalajara y la nororiental de Cuenca, este espacio natural es la red de cañones y hoces continua más extensa de esta Comunidad. Una armoniosa sucesión de acantilados, quiebros y terrazas así como formas singulares de laderas como cuchillos, agujas y monolitos que el Tajo y sus afluentes han ido esculpiendo a su paso por estas tierras. Tierras codiciadas desde hace siglos, como muestran sus numerosos castillos, fortalezas y torreones. Tierras milenarias cuyos hijos han dejado sus firmas en cuevas impenetrables.

Estas son 10 de las sorpresas que esta tierra reserva a sus visitantes:

Cañón del Colorado en miniatura

El Barranco de la hoz del río Gallo es con seguridad el paisaje más bello de todo el Geoparque y uno de los más espectaculares de España. La erosión durante miles de años de estas tierras triásicas ha formado una sucesión de formas fantasmagóricas de vivos y cálidos colores que contrastan con la vegetación que las envuelven que también cambia según las estaciones ofreciendo un entorno natural de gran belleza. Acantilados, escarpes y farallones rojizos de 400 metros que se alzan sobre el río Gallo, dejando a sus pies la coqueta ermita de la Virgen de la Hoz, de siglo XIII, contrastan con los tonos verdosos, amarillos y marrones de los pinos que penetran sus raíces entre las grietas de la gigantesca pared y los bosques de ribera junto al río. Hay tres miradores a distintas alturas desde los que, con suerte, poder observar las numerosas rapaces –águila real, águila perdicera, halcón peregrino, alimoche, buitre leonado, búho real…– que sobrevuelan y anidan en los huecos del barranco.

Un rito sexual dibujado en piedra

No es fácil el acceso a la cueva situada en lo alto de una colina y bajo las ruinas de una antigua atalaya. Hay que recorrerla agachado, con linterna y casco, pero la experiencia vale la pena. Declarada Monumento Nacional desde 1935, la Cueva de los Casares contiene sobre sus paredes una serie de grabados del Paleolítico –rinoceronte, ciervo, caballo, glotón y peces– realizados con gran naturismo que la convierten en el yacimiento de arte rupestre más importante del interior de la Península Ibérica. Estos grabados han sido objeto de atención de los más reconocidos investigadores internacionales sobre Prehistoria, y la base para nuevas propuestas científicas sobre la evolución del arte paleolítico, despertando interesantes debates sobre la capacidad y audacia artística de los primeros pobladores de la Comarca de Molina de Aragón. Es especialmente interesante una controvertida escena, que algunos investigadores consideran la primera representación de una ceremonia de ritual sexual encontrada en España. Por cierto en el merendero que hay a los pies de la cueva se inició el tremendo incendio de 2005 que se cobró la vida de 11 miembros del equipo de extinción y arrasó más de 10.000 hectáreas de alto valor ecológico, entre ellas 2.400 del Parque natural de Alto Tajo.

Un bosque de piedra

El Bosque fósil de la Sierra de Aragoncillo, a 18 km. de Molina de Aragón, es una de las formaciones de fósiles de troncos más antiguas del mundo. Su fosilización se produjo a causa de una erupción volcánica que los cubrió con un manto de lava y ceniza ocurrida en el Paleozoico Superior hace 290 millones de años. Los troncos, ahora convertidos de una variedad de ópalo, se encuentran en posición de vida, es decir, se observan sus raíces penetrando en el sustrato tal como se disponían mientras el ejemplar se encontraba con vida. Se trata de los fósiles de este tipo más antiguos del mundo. El rápido enterramiento en material volcánico unido a la posterior circulación de fluidos saturados en sílice con cierta temperatura, posibilitó un proceso de silicificación en el que el tejido vegetal fue sustituido por mineral de sílice conservando sus detalles microscópicos, lo que les otorga un enorme valor para el estudio de estos antiguos vegetales.

La huerta-tumba de Narciso Yepes

Tiene un nombre muy largo: Monasterio de la Santa Madre de Dios de Buenafuente del Sistal aunque suele conocerse simplemente como Buenafuente, cuyo nombre viene de una fuente de la que brota el agua en el interior del monasterio. Su historia es igualmente larga ya que sus orígenes se remontan al siglo XIII, a la orden del Císter y al rey Alfonso VIII. Desde entonces habitan el monasterio mojas de clausura de la Común Observancia, hoy apenas son una docena. El monasterio acoge a todo aquel que quiera vivir una experiencia de retiro y de oración, donde se comparte la liturgia con la comunidad cisterciense y desde el que se hace posible la acogida a quienes buscan un encuentro con Dios. No es un lugar de descanso, ni de vacaciones, ni de estudio. De estilo muy sobrio destaca sobre todo por la armonía de sus piedras y su entorno. Para salvarlo del estado ruinoso en que se encontraba, el capellán Ángel Moreno, en 1971, propició la iniciativa para su recuperación y creó la Fundación Buenafuente del Sistal en 1980. El guitarrista Narciso Yepes participó con mucho entusiasmo en esta Fundación dando conciertos desinteresadamente que dieron renombre al Monasterio. También pasó algunas temporadas de reposo y convalecencia allí. Incluso, cuando falleció, quiso que sus cenizas fueran enviadas al Monasterio para ser esparcidas por el huerto de clausura. Un sencillo monumento le recuerda.

Ver el Tajo como un halcón

La mejor manera de contemplar la belleza del este Geoparque es desde algunos de sus miradores, atalayas privilegiadas desde donde poder apreciar a vista de pájaro la riqueza natural del entorno, apreciando la diversidad de formaciones rocosas, hoces, lagunas, cascadas, ríos color esmeralda, infinitos bosques, parameras, multitud de aves o el majestuoso vuelo del buitre leonado. Desde estos miradores se aprecia la escasa intervención humana de este vasto territorio en donde pocas actuaciones alteran el paisaje. Uno de los más bellos es el Mirador del Tajo que permite disfrutar las maravillosas vistas de la confluencia del Tajo con el río Gallo. Curiosamente el mirador está acondicionado para invidentes (lo que no deja de ser una paradoja mirador/invidente) y personas con movilidad reducida. El mirador está muy próximo al Puente de San Pedro y junto a la intermitente cascada de la Escaleruela. Alimoches, halcones peregrinos, buitres leonados, águilas reales y perdiceras serán los vecinos del visitante.

Dos ríos en blanco y rojo

El Puente de San Pedro está justo sobre la unión de los ríos Tajo y Gallo, un lugar muy bello y donde abundan los bañistas cuando hace calor. La unión de ambos cauces que navegan por lechos de rocas de distinto tipo, produce, cuando hay lluvias intensas y se arrastran sedimentos, un curioso contraste entre el color de las aguas del Gallo, de tono rojizo debido a arenas y arcillas de ese color, y las del Tajo, blancuzcas ya que arrastran partículas de caolín. De este modo el río transcurre durante algunos metros con los dos colores. Pero además del espectáculo de las aguas limpias, la vegetación que las rodea es un espectáculo para la vista. Sargas, chopos, avellanos, cornejos, abedules y fresnos entrelazas sus ramas y sus diferentes colores y matices, creando un escenario único.

Escenario (uno más) de Juego de Tronos

Cuando se divisa de lejos parece imposible que sobre una atalaya rocosa de unos 20 metros de altura haya podido construirse un torreón de otros tantos metros y que aquello no se derrumbe. Cuando se ve más cerca se comprende que ese torreón forma parte de un recinto amurallado, perfectamente restaurado, que en su día llegó al albergar hasta 500 hombres. El castillo de Zafra, de origen musulmán, llegó a ser uno de los enclaves más importantes de la Edad Media. Lo mejor que se dice sobre él es que allí se rodó alguna escena de la serie Juego de Tronos –movilizando decenas de caminos y cientos de personas, y consiguiendo que sus visitas se multipliquen por cinco desde que apareció en la 6ª temporada–, y que es privado, comprado en 1971 por un pariente de Carmen Polo, la esposa de Franco, Antonio Sanz Polo, por algo más de 33.000 pesetas. Desde entonces se han invertido muchos cientos de miles de euros en recuperarlo, una medida generosa pero un poco absurda ya que no se permiten visitas ni tampoco se usa. Eso sí, las vistas son grandiosas. Desde él se domina toda la paramera molinesa.

Saborear los “bolos con morro”

Corzo o venado, setas y hongos, truchas, trufa negra, morcillas… Desde luego en esta zona de Guadalajara no se pasa hambre. Uno de los platos más contundentes de la zona, sobre todo en los días fríos son los “bolos” con morro. Se trata de un guiso a base de judías al que se le añade chorizo, oreja, y por supuesto, el morro. Otro grande de la gastronomía de la zona, son las gachas, que se consiguen cociendo agua y harina previamente tostada, y se remueve hasta conseguir una consistencia cremosa y espesa. Para acompañar se le puede añadir por encima trozos de tocino o chorizo, o incluso guindilla picante o pepinillos en vinagre. El venado, corzo y cordero, son tipos de carnes muy típicas y abundantes. Se suelen preparar en caldereta. También son típicas las chuletas de cordero. El morteruelo, que es el plato estrella de Castilla la Mancha, es una pasta elaborada con hígado de cerdo y otros ingredientes de caza menor, que se come caliente y untado en pan. Para el postre se puede comenzar con la leche frita, aunque algo más tradicional de la zona son los rolletes, unas rosquillas fritas y rebozadas en azúcar y canela, o las galletas de pueblo, que actualmente se siguen haciendo de manera artesanal.

Molina de Aragón testigo de culturas y tiempos

Molina de Aragón es una ciudad con una gran riqueza monumental, testigo de culturas y tiempos. Su camino por la Edad Media domina la vista general que derrama sobre la colina la muralla que rodea el burgo y se funde con el castillo. Al fondo, la Torre de Aragón vigila desde el cerro y hostiga la fortaleza recogida por la barbacana que se distingue desde lejos. Un paseo por sus calles tan pronto nos introduce en el barrio judío de gran belleza medieval, como nos lleva a la morería al otro lado del río Gallo. Sobre el río cubre el paso el Puente Románico, del siglo XIII, símbolo de la villa, realizado en arenisca roja y formado por tres arcos; junto a las pilas, los tajamares que se distinguen a uno y otro lado. Sus templos cristianos de distintos momentos del arte hablan de la serena belleza del románico de Santa Clara, en la plaza que lleva su nombre, a Santa María la Mayor de San Gil; pasando por el renacimiento reflejado en San Pedro, con su preciosa espadaña mudéjar o el neoclásico del Convento de San Francisco. Como testigo de su esplendor los palacios más significativos claman en sus blasones e inscripciones los nombres de sus insignes habitantes: Casa del Obispado Díaz de la Guerra, Palacio de los Arias, Palacio de los Montesoro… La muralla, conocida como «El Cinto», rodeaba toda la villa. Actualmente se pueden ver restos en el Barrio Judío y junto al Puente Romano.

Durmiendo con la historia

Dos buenas recomendaciones para alojarse en Molina de Aragón y tener desde allí a un paso todas las bellezas del Geoparque Molina-Alto Tajo. La Hospedería Real Palacio de los Molina se encuentra en pleno casco histórico de Molina de Aragón. Su fachada es renacentista y consta de un hermoso portón adovelado de medio punto, dos altas ventanas enrejadas y escudos policromados de la corona de Molina. En sus salones, su comedor, su cafetería, sus habitaciones, sus escaleras…, uno puede creer cruzarse con Rodrigo Díaz de Vivar, Don Manrique de Lara, Tarik, Doña Blanca de Molina… Habitaciones a partir de 75 euros/noche. El Molino del Batán se encuentra a las puertas del Parque Natural del Alto Tajo, en un paraje natural único y privilegiado. El alojamiento ocupa una gran finca en la que se encuentra el molino, una casa solariega y una amplia extensión de terreno dedicado a pradera, al cultivo de frutales y a huerta estando todos los espacios abiertos a los visitantes. El hotel es un molino harinero del siglo XIX rehabilitado en apartamentos rurales con identidad histórica totalmente equipados: chimeneas francesas, hidromasaje y salones sociales. Tiene una oferta especial de 3×2 de domingo a jueves, precios a partir de 50 euros la noche.

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