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AGRUPÉMONOS TODOS…pero sin “rempujá”

Por Juan Bouza Jun 10, 2016 #juan bouza #opinión

Juan BouzaLa batalla electoral ha comenzado –si es que en los últimos tiempos dejó de darse-. En dos semanas, el domingo 26 por la noche, tendremos el retrato real de las preferencias de los españoles sobre las opciones políticas que nos representarán en nuestro Parlamento.

Soy asiduo a la lectura pausada de los distintos sondeos, encuestas y demás instrumentos demoscópicos que se utilizan para ir pulsando el estado de la cuestión en todas las fechas previas. No voy a tratar de hacer pronósticos –fallaría seguro- pero si que da la impresión de que hay, -más allá de lo que son los datos de asignación contantes y sonantes- algunas lecturas que parecen que nos indican que, por ejemplo, es bastante probable una bajada de la participación –de su cantidad saldrá la importancia del dato-. Que la unión de Podemos e Izquierda Unida si tiene un efecto sobre la eficiencia de los tradicionales votos de esta última formación. Que el número de indecisos es suficientemente amplio como para que las distintas campañas de los partidos –sobretodo en el espectro del centro derecha- cobre importancia. Y por último –hay más cosas evidentemente-, que nadie puede entrar o discurrir en estos días previos a los comicios con las sensación de que lo tiene todo hecho. El abanico de posibles sorpresas es amplio. Nadie tendrá mayorías suficientes –de absolutas ni hablamos-, hoy por hoy eso es un desideratum.

Estos días de precampaña y primeros de campaña la polémica que más me ha llamado la atención y la que con seguridad más ha estado en la boca de los distintos actores políticos y en las plumas de los opinadores patrios, es el de la asignación de etiquetas. Me explico. El líder de Podemos se postula como adalid de la socialdemocracia, o como él dice, de la nueva socialdemocracia, asignándole al PSOE el de la vieja socialdemocracia.

Yo no soy politólogo –ni falta que me importa-, y por tanto, dios me libre de intentar, siquiera someramente, ponerme a definir, extractar, configurar o establecer cuales son los principios rectores de dicho palabro. Lo que si me parece importante es observar algunas cosas, sin mucho detenimiento, pero que pueden servir para explicarnos la situación.

El PSOE, históricamente, y tiene 137 años de historia, ha representado lo que se denominó el socialismo democrático, es decir, se ponía énfasis sobretodo y de manera intencionada, en que había dos socialismos, el democrático, crecido desde el final de la segunda guerra mundial, y con señas de identidad basadas en la participación activa en la sociedad capitalista para reducir desigualdades, patentar el llamado Estado del Bienestar…y otro socialismo no democrático identificado con el comunismo, independientemente de la evolución de éstos a lo largo de los años. El tronco común es el mismo, con acudir a la historia es suficiente, pero también es verdad que precisamente porque es la socialdemocracia –la vieja, la de Willy Brandt, Olof Palme, Soares, Felipe…- la que consiguió que a través de sus “recetas”, triunfar sobretodo en la también vieja Europa, no solo en la gestión del necesario equilibrio entre la creación de riqueza y su redistribución justa entre la sociedad, sino también en el corazón de la gente –cosa esta que irritaba sobremanera a los conservadores-.

Hoy en día en los congresos y actos del PSOE ya no se canta la Internacional –a mi me gustaba aunque solo sea por aquello del reencuentro con tradiciones que no hacen daño-; en los del PCE si, que en eso de las señas simbólicas de identidad son muy suyos, y me parece muy bien. Pero al final lo que importa es quien, a través de sus propuestas, pero no solo de sus propuestas, es capaz de identificarse con aquello que haga compatible un discurso de izquierda amplio, identificable, no demagógico…y emocionante. Esto último, y me alejo aquí de lo que se suele escuchar, es fundamental. El relato socialdemócrata tiene que ser emocionante, sus líderes y portavoces tienen que emocionar, y si se hizo popular –creo que por Clinton- eso de “es la economía, estúpido”, yo me atrevo a decir: “es emocionar, estúpido”. Trasladar un estado de ánimo que haga casi imposible que no te voten, y no hay nada en esto de la política que emocione más que el relato socialdemócrata.

Que Iglesias diga que su proyecto es socialdemócrata, desde mi punto de vista es irrelevante, siempre y cuando no se vea acompañado de una sincera posición en este espectro del arco. Los de Izquierda Unida, de tripas corazón, porque son muchos años llevando a orgullo su nomenclatura de comunista. Y el PSOE, que inevitablemente, pase lo que pase el próximo 26, tendrá que hacer un nuevo relato para su futuro…y para el presente. No creo que haya sido afortunada la manifestación sobre la desmovilización de lo que Sánchez llamó su electorado, y es desafortunado porque –no solo muestra inseguridad, cosa esta muy mala en campaña-, sino porque de un diagnóstico como ese se puede inferir otra cosa que de cara al futuro es peligrosa: los que están desmovilizados son sus propios afiliados, o como poco, no se han dado las circunstancias para que eso que se llamaba “toque de corneta” funcione ahora, así, sin más.

Por tanto, todos se juegan mucho el domingo de marras, seguramente mucho más por la izquierda, que queramos o no, tiene el margen que le otorga la práctica socialdemócrata. Bienvenidos a esa práctica política que tanto bien ha hecho en el mundo, lo que no mata, engorda. Veremos. Al final a lo mejor se pone la mitad de la población española a cantar la Internacional (la socialista o socialdemócrata, claro). ¡¡Todos conmigo!!: Agrupémonos todos…pero hombre, sin “rempujá”.

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