Antonio Rivas ofreció con su pregón del Dios Momo el que pudo ser su último servicio al Carnaval, aunque como el propio autor reconoció al finalizar su intervención, dejará la puerta «encajá». Rivas no pudo contener la emoción en varios momentos del pregón mientras repasaba sus vivencias en el mundo del Carnaval, desde que empezó con diecisiete años en la modalidad de chirigotas, acompañado durante toda la noche por el piano de Sergio Monroy.
De esa época recordó uno de sus mayores éxitos, TBO, con la que pisó por primera vez la final. Continuó con su etapa en el Coro de las Niñas, con el que consiguió dos primeros premios con La viudita naviera y Watussi. Para la ocasión logró reunir a muchos de los que formaron parte de aquel conjunto en sus años más brillantes.
Su paso por el coro de Julio Pardo, con el que compartió autoría durante 27 años lo dejó para el final. Antes puso en escena a la chirigota de Manolín Gálvez, a la que compuso escribió la letra durante cinco años alcanzando la final en dos ocasiones.
También probó la comparsa con Los Majaras y más tarde junto a Pepito Martínez. Carmen Jiménez Barea y el grupo actual de Pepito Martínez prestaron su voz para recordar las composiciones de Antonio durante esa época.
El colofón lo puso el coro de Julio Pardo, el que le dio mayor fama, reconocimiento y premios. Para finalizar recibió la felicitación de grandes carnavaleros tinerfeños, con el que mantiene estrechos lazos.
El momento más esperado llegó con la quema del Dios Momo, que en esta ocasión se negó a arder durante algunos minutos, como queriendo decir al pregonero que todavía su libro carnavalesco no está del todo cerrado.
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