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El «competitivo» oficio de escritor.

Por Rosa Freyre May 16, 2016 #opinión #Rosa Freyre

Rosa FryreTodos los que, al día de hoy, tenemos una cierta edad, hemos sido conscientes de lo que significaba estudiar una carrera universitaria, y en consecuencia, ejercer un oficio o profesión; así ingenieros, arquitectos, médicos, periodistas, profesores, maestros… Todos ellos han pasado por más que difíciles pruebas para adquirir un grado de conocimiento que les hiciera posible desarrollar su profesión con un siempre adecuado y acertado rendimiento.

No obstante, y toda vez que vivimos en un mundo que está en continuo cambio y evolución, las personas estamos conociendo, y de ello dan buena cuenta las redes sociales, la más que abundante humanidad que acierta a calificarse de «escritor».

Desde mi escaso conocimiento de todo lo que significa la escritura, soy más lectora, estimo que el escritor para nada nace, sino que se hace, y en ello tiene y mucho de aprendizaje, mediante la lectura y, por supuesto, la enseñanza que debe cultivarse en tal sentido.

Yo misma escribo, lo estoy haciendo en este momento, más para nada  me considero o autocalifico como «escritora». Ese dignísimo arte de hacer «magia con las palabras», siempre ha de ser considerado como tal, en tu persona, por otros, evidentemente, para los que la lectura de aquéllo que es fruto de tu imaginación les lleva a disfrutar de mundos sorprendentes, especiales, exclusivos…La historia de la literatura está colmada de grandes genios, pero es la Historia la que les ha considerado como tales, en base a la difusión e importancia de toda una obra que, en términos generales, se viene a considerar como biblioteca de un autor.

Y no es más cierto, mis estimados amigos, que desde que las redes sociales hicieron su aparición en este nuestro cada vez más conflictivo y competitivo mundo, son cada vez más los «escritores» que venden sus obras, cual recetas de cocina, a través de las mismas, aderezado, todo ello por citas alegóricas o por una más que singular «cohorte» de amigos, que aunque no te lean, como son tus amigos, pues tú eres para ellos lo que dices ser; a lo que vamos, escritor.

Otro aspecto a tener en cuenta y sobre el que ya hice, en su momento, una más que suculenta intervención, por la que recibí críticas en todos los sentidos, es la proliferación de la autoedición, que viene a ser como eso que decía Juan Palomo «yo me lo guiso, yo me lo como». Existen muchas editoriales que, llevadas por el espíritu aventurero del escritor, ofertan ediciones de libros para los que ellos, mediante el correspondiente precio, en función del número de publicaciones, pues te vienen a cobrar  el equivalente a lo que va desde un dedo, hasta un riñón. Más todo sea por saberse que tu fama está asegurada, al menos, lo que dure tu existencia, o poco menos, pues en gran parte depende del «autobombo» del que te rodeas, y de la publicidad que ciertos sectores sociales, políticos, económicos, están dispuestos a hacer, por la sencilla razón de que les interesa.

Dicho lo cual tú, y tu obra, pues os convertís en meros instrumentos de determinado fin, en manos de una sociedad que guía las mentes, inclinando los gustos del lector en uno u otro sentido.

Y, por último no quiero dejar de mencionar al escritor-poeta. Espécimen que en pleno siglo XXI está alcanzando tales cotas de reproducción que lo mismo, sabiendo que la Naturaleza, la de todas las cosas y asuntos, es sabia, tomará un día parte, y provocará tal pandemia, que los poetas, se convertirán en meros «escribientes al dictado», al ser desprovistos, como consecuencia de nuevos virus, de todo tipo de inspiración.

 

 

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