Ayer ocurrió un hecho insólito en nuestra ciudad. Los representantes de los grupos municipales se reunieron y debatieron sin que volara el mobiliario ni llegara la sangre al Pópulo. Pueden pensar que las vacaciones le han sentado bien a los munícipes aunque en mi humilde opinión el secreto ha estado más en las ausencias que en las presencias.
El Partido Popular decidió levantarse de la mesa poniendo como excusa lo primero que se les ha ocurrido, la negativa del Ayuntamiento a personarse en el juicio de las amenazas a Fran González. No es un asunto menor ni conviene frivolizar con el tema pero no parece que tenga que sobrevolar el resto de materias que se tengan que dirimir en la Corporación. Si las amenazas no se hubieran producido hubieran sacado otro argumento igual de peregrino para montar el numerito.
No es casualidad que mientras la mayoría de los grupos (excepto Ciudadanos) han reservado a los portavoces y enviado a otros compañeros los populares hayan designado para la tarea a su portavoz, Ignacio Romaní, que no es ni mucho menos un príncipe del entendimiento y las buenas maneras.
No es baladí tampoco que la reunión se haya desarrollado en un clima de entendimiento, aunque seguro que ha habido discrepancias, sin el Partido Popular. El ambiente hostil que se aprecia desde fuera entre los distintos grupos no es responsabilidad exclusiva de las huestes de Teófila, pero el lenguaje faltón que emplean algunos concejales, las «mojigangas» y los aspavientos generan tensión y enrarecen la atmósfera provocando que el nivel de adrenalina alcance cotas estratosféricas en el resto ediles.
Sin entrar a valorar el fondo de las modificaciones que se plantean, de lo que habrá tiempo en las próximas semanas, el Reglamento Orgánico Municipal bien merece alguna que otra vuelta, si es posible con todos los grupos presentes aunque si hay que sacrificar la presencia del grupo más numeroso de la Corporación en aras del entendimiento que así sea.
El nuevo Reglamento no será la panacea pera ayudará si se hace bien a que los plenos sean más útiles para los concejales, la ciudadanía en general y no únicamente para los que se vean afectados directamente por alguna propuesta concreta.
Los que hayan asistido alguna vez a un pleno se habrán percatado que es un día perdido para los asistentes y para los concejales. Sería mucho más productivo que aunque siguieran durando unas diez horas los debates fueran debates y no una colección de monólogos, que al menos la réplica no se llevase escrita de antemano porque deja de ser réplica o que lo que ahora se dice en quince minutos se diga en cinco eliminando las referencias a los gobiernos de otras instituciones o alcaldes de la prehistoria. Esto no algo que pueda arreglar ningún reglamento pero es posible que un desarrollo de la sesión más dinámico haga que nuestros representantes vean la utilidad de lanzar mensajes precisos que conecten con el público que les oye bien en directo o a través de los medios y no con los «hooligans» que les jalean.
Por último una sugerencia, eliminen la posibilidad de que el alcalde de turno pueda compartir una eternidad con su grupo.