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Mar. Abr 23rd, 2024

Locarno y la estabilidad internacional

Los siete acuerdos que se firmaron en la localidad suiza de Locarno en 1925 suponen un hito en la historia de las relaciones internacionales porque intentaron restañar las heridas de la Gran Guerra y diseñar un sistema internacional de convivencia con renuncia a la guerra. Intentemos plantear algunas de las claves del Pacto de Locarno.

En primer lugar, debemos entender los cambios políticos internos tanto en Francia como en Alemania, las grandes protagonistas del enfrentamiento internacional en la primera etapa de la época de entreguerras por el contencioso de las reparaciones de guerra. Francia gira a la izquierda en 1924 y aparta del poder a Poincaré, un político que se había destacado por su dureza en política internacional, como había demostrado con la ocupación del Ruhr. Por su parte, en Alemania destaca la figura de Stressemann que entre 1923 y 1929 va a inspirar la política exterior de la República de Weimar. Estamos hablando de un político comprometido con la causa de la paz, muy valorado por los británicos y por el francés Aristide Briand. Eso no significa que no intentara sacar ventajas para su país pero siempre bajo las premisas de la paz y de la reconciliación. En este sentido conecta con un cambio en la política exterior francesa, que se suaviza y entiende la necesidad de rebajar las exigencias. El tercer factor clave para entender el fin de las tensiones postbélicas vendría del otro lado del Canal de la Mancha. Los británicos llevaban mucho tiempo empeñados en la defensa de la causa de la reconciliación entre franceses y alemanes, y siempre fueron contrarios a apretar en exceso a Berlín. El arbitraje inglés fue, por lo tanto, fundamental.

Los Tratados de Versalles no garantizaban la paz en Europa. Muy pronto se vio que la Sociedad de Naciones, a pesar de su ferviente convicción a favor de la paz y de la convivencia internacional, no tenía medios prácticos para conseguir estos objetivos. Además, las dos grandes potencias emergentes del momento, Estados Unidos y la URSS, no pertenecían a esta organización. En 1924 se firmó el Protocolo de Ginebra que pretendía poner fin a las políticas de agresión. Fue firmado por catorce países pero el Reino Unido no intervino en el mismo, otro problema. Así pues, serían París y Berlín los que, como hemos apuntado, deciden, con el firme apoyo de Londres, sentarse a dialogar.

Así pues, en Locarno se reunieron Gustav Stressemann, Aristide Briand y Joseph Austen Chamberlain, además de Mussolini, llegando a siete acuerdos de arbitraje y/o alianza que afectaban a Francia, Alemania, Bélgica, Italia, Polonia y Checoslovaquia, además de una declaración final sobre garantías mutuas sobre la forma de interpretar algunos puntos de la Carta de la Sociedad de Naciones.

El Pacto de Locarno fue una clara apuesta contra la guerra, es decir, se prescinde del uso de las armas. El recurso a la violencia solamente estaría legitimado en caso de agresión o en cumplimiento de las órdenes de la Sociedad de Naciones. Las fronteras de los Estados deben ser respetadas. Todos se comprometen a recurrir al Tribunal de la Haya para resolver conflictos, agravios y litigios. Alemania solicitará el ingreso en la SDN y lo obtiene, aunque al exigir ser miembro permanente del Consejo, hay que reformar los estatutos de la organización.

Pero Locarno tenía algunos puntos más complicados o débiles. Aunque planteó soluciones a los problemas de las fronteras en la Europa occidental no hizo lo mismo en la oriental. Tampoco se produjo una evacuación inmediata del Renania, como deseaban los alemanes. Tampoco se solucionó la cuestión de las reparaciones. Cuando se terminó el Plan Dawes se hizo necesario elaborar otro nuevo, el Plan Young, para reducir la deuda alemana y establecer un plazo más largo, 59 años, para el abono de las mismas.

En todo caso, había nacido el espíritu de Locarno, algo muy distinto a lo que se había vivido desde 1918, y de lo que se vivirá después en los años treinta, en plena crisis económica, con auge del nazismo y los virajes hacia la guerra.

Al margen de Locarno conviene señalar la importancia del pacto Briand-Kellog, por el que Estados Unidos aligeraba un tanto su política aislacionista, al prestar su apoyo a la causa de la paz.

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