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Los fotoperiodistas, obligados a «robar» fotos para hacer su trabajo

Por Juan Antonio Quiñones Dic 29, 2020

El presidente de la Asociación de Fotoperiodistas de Cádiz denunció el pasado domingo que no hubo convocatoria de gráficos en el inicio de la campaña de vacunación

Foto: Eulogio García

Desde la calle y a través de una ventana entreabierta. Así están teniendo que trabajar los fotoperiodistas de Cádiz para dar testimonio de las primeras vacunaciones frente a la Covid-19 que se han realizado hoy en la capital gaditana. Un instante robado por la prohibición de acceso al interior de las residencias de mayores.

Desde que comenzó la pandemia han sido frecuentes las denegaciones de acceso a centros asistenciales y hospitalarios para dar cuenta de lo que allí ocurría. Y no solo desde el punto de vista sanitario, sino también laboral, con jornadas interminables y escasez de equipos de protección para los profesionales sanitarios. La mayor parte de la información publicada desde que que se declaró el primer estado de alarma se ha ilustrado con fotografías filtradas por los propios protagonistas ante la imposibilidad de los profesionales de la información de acceder a a la fuente informativa.

El presidente de la Asociación de Fotoperiodistas de Cádiz, Juan Antonio Román, ya denunció el pasado domingo que la ausencia de convocatoria para cubrir la administración de las primeras dosis de la vacuna frente al Covid-19 en la provincia de Cádiz. Román ilustró su queja con tres fotografía, las dos primeras tomadas por fotoperiodistas profesionales en Nueva York y Londres. La tercera en Cádiz, de autor desconocido, a contraluz, mal encuadrada y con la espalda del sanitario que administraba la vacuna ocupando plano principal de la imagen, el que atrae la mirada del observador. A su lado el paciente, del que apenas se aprecian las facciones ensombrecidas por la ausencia de luz.

La fotografía de prensa no es un mero complemento. Muchos acontecimientos históricos se recuerdan por una imagen icónica del momento. Desde el beso del militar y la enfermera en Times Square el día que terminó la II Guerra Mundial a la muerte de un miliciano de Robert Capa o las fotos del Che Guevara o Camarón acariciándose la barba, esta última del fotoperiodista gaditano Kiki. Lo que está claro es que nunca se nos viene a la cabeza una imagen ensombrecida o mal encuadrada por muy trascendente que sea el momento que retrate.

El ser humano es un animal visual y nuestros recuerdos lo forman imágenes que nos impactaron, bien de otros o de nosotros mismos. No me acuerdo de cómo era aquel ejemplar de Cien años de soledad que cogí prestado de la bilbioteca pública cuando apenas me crecía la barba, pero aún se me viene a la cabeza cómo era mi Macondo, el que yo imaginé, y aquel momento en el que Remedios, la bella, sale volando con las sábanas recién lavadas para no volver jamás.

Los fotoperiodistas y los profesionales de la prensa en general son imprescindibles no solo por su conociemiento y experiencia en saber transmitir a la sociedad lo que ocurre, también aportan puntos de vista diferentes, y algunas veces incómodos, de lo que los poderes públicos quieren transmitir. Los gabinetes de prensa son necesarios, pero no pueden sustituir al periodismo libre. Cada vez es más difícil, y desde que comenzó la pandemia aún más, para los profesionales de la información acceder de forma directa a la fuente de la información. En numerosas ocasiones llegan a las redacciones notas de prensa y fotografías de actos, encuentros, firmas de convenios en administraciones públicas que ya han sucedido pero que nadie ha anunciado.

Los profesionales de la información están acostumbrados a trabajar en situaciones difíciles y aún así guardar las medidas de seguridad que sean necesarias y preservar la intimidad de las personas. No tendremos una sociedad libre si no nos dejan hacer nuestro trabajo.

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