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Mahdia, un rincón con encanto en el litoral tunecino

Por Redacción Jul 20, 2017 #viajes

Frente a un Mediterráneo de aguas turquesas se erige la ciudad tunecina de Mahdia, antiguo emporio cartaginés que se caracteriza por poseer una magnífica costa, una pintoresca medina y la animación de un pequeño pueblo tradicional, lugar de pescadores y tejedores de seda.

En la época estival, el mayor atractivo de la localidad lo representan sus hermosas playas de arena dorada, que se hallan en las afueras de la ciudad y cuentan con un gran número de hoteles que disponen de numerosas opciones de ocio y relax para el turista, como realizar un tratamiento de salud y belleza en alguno de sus centros de talasoterapia, entre otras.

El submarinismo también es una de sus actividades estrella, albergando varios centros de buceo con los que descubrir los ricos fondos marinos, famosos entre arqueólogos de todo el mundo desde 1907 por el descubrimiento de un antiguo buque naufragado lleno de estatuas de mármol y diversas piezas de arte. Estas obras se exponen hoy en día en el Museo del Bardo de la capital de Túnez, en la parte dedicada a los “Tesoros del Mediterráneo”.

Mahdia tiene otros muchos encantos durante todo el año, empezando por la vibrante atmósfera de aromas marinos que desprende su medina. Extendida sobre una península, invita al viajero a pasear por sus callejuelas –con casas de puertas verdes enmarcadas en piedra esculpida, decoradas en su interior con tapices de colores–, y adentrarse en alguno de los numerosos comercios.

Dentro del zoco, los talleres de tejedores merecen una visita para contemplar las lentejuelas doradas que adornan los vestidos de novia artesanales, exclusivos de la zona. Asimismo, el traje tradicional femenino se perfila como el más rico del país, tanto por el resplandor de las coloridas sedas como por la suntuosidad de los bordados de hilo de oro.

En la entrada a la medina se encuentra el edificio que constituye la puerta al Museo de Mahdia, en el que conocer la historia de Túnez. La planta baja presenta algunos vestigios líbico-púnico-romanos, así como objetos de antigüedad africana y del periodo bizantino e islámico. En la primera planta se observan obras de artesanía de la región, tejidos y lujosos trajes tradicionales, destacando especialmente la sala dedicada a tesoros y joyas que usaban las mujeres de la región.

El buen ambiente se traslada al puerto de pesca, uno de los más grandes del país, que se muestra de lo más animado con la subasta de pescado, tras la llegada de los barcos con miles de cajas de anchoas y sardinas, la especialidad de la ciudad. En frente del propio puerto se pueden encontrar restaurantes donde saborear este y otros manjares del mar preparados con cuscús, al horno o estofado con especias y una rodaja de limón.

Rodeado por las siluetas de las murallas, el peculiar cementerio de Mahdia extiende, de una orilla del promontorio a otra, la blancura inmaculada de sus sencillas tumbas, inclinadas hacia el mar. En conjunto, este cementerio marino ofrece un gran sosiego y descanso espiritual al visitante.

La cara histórica de esta metrópolis también se aprecia en el lado sur de la península, donde se alza la fortaleza Borj el-Kebir, antiguo escenario de luchas entre el corsario Dragut y los españoles por el control de Túnez.

Por su parte, la faceta religiosa se percibe en sus templos, siendo la Gran Mezquita Fatimida la más singular de todas por carecer de minarete. Fundada en el año 916, es un ejemplo de sobriedad en contraste con la majestuosidad de su porche de entrada.

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