Hoy hablo en primera persona. Yo fuí una de esas numerosas víctimas de la tragedia. Mi padre murió a escasos metros (20-30 metros) de donde se originó la Explosión. Trabajaba de noche con su compañero Barahona. Era ajustador mecánico de la Maestranza. Un repostero les estaba sirviendo la comida cuando a las 21,45 de la noche todo saltó por los aires. Una viga le cayó en la cabeza y se fue desangrando poco a poco. Su compañero murió en el acto y mi padre y el repostero tenían los brazos atrapados por los escombros sin poder moverlos. Antes de morir le dijo al repostero: “Si sales vivo de aquí, ve a casa de mi mujer y dile que la quiero mucho y a mis hijos”. Tardaría unos 10 minutos en morir.
El repostero salió con vida después de estar hospitalizado varios meses. Cuando salió del hospital, fue a nuestra casa a darle a mi madre el encargo de mi padre. Mi madre me lo contó cuando yo era mayor.
Aquella tragedia ha sido de las más importantes ocurridas en España en estos últimos 100 años.
Murieron 150 personas, hubo entre 5.000 y 10.000 heridos y centenares de casas destruidas o dañadas.
Nadie se ha hecho responsable. Hoy, gracias a las investigaciones recientes de José A. Aparicio, que tiene 3 libros publicados, se sabe a ciencia cierta que la Marina fue la responsable, por permitir almacenar 1565 minas submarinas y 596 cargas de profundidad, total 2.161, repartidas en los almacenes 1 y 2. en pleno centro de la ciudad de Cádiz. Así lo dijo el comandante Bescós en un informe oficial que sus superiores le encargaron en 1943, cuatro años antes de la tragedia. No se le hizo caso y ocurrió la tragedia anunciada.
Poco más tengo que añadir pues para mí cada aniversario de la Explosión es una fecha para reivindicar justicia a las víctimas y a la ciudad de Cádiz. Nadie nos ha pedido ni perdón a las víctimas.
Juan Cejudo