Nuevamente me sirve de referencia para tratar un tema del todo candente y que viene a darnos una idea de la crítica situación que sufre una parte de nuestra sociedad por lo que respecta a nuestros jóvenes, cuyas edades se encuentran en la horquilla que abarca desde los 15 a los 29 años, el contenido de un estudio que ha sido realizado por el Centro Reina Sofia sobre «Adolescencia y Juventud», dependiente de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y cuyos resultados son del todo demoledores.
A tenor de las conclusiones que se vierten en dicho informe los jóvenes españoles son los que presentan el nivel mas bajo de desarrollo de toda la Unión Europea, lo que evidentemente redunda en las serias dificultades que encuentran cuando se desplazan al extranjero a buscar trabajo. A ello hay que añadir el escaso nivel educativo, por lo que respecta a conocimientos en las más diferentes materias y los que permanecen durante más tiempo en el domicilio familiar.
Ello debe hacernos reflexionar seriamente en qué estamos fallando los adultos, sus padres, y todos aquellos que contribuyen a la formación de una persona, incluidos maestros y profesores, y por ende, la sociedad en conjunto, para que se haya llegado a esta tan patética situación.
En primer lugar, nuestros jóvenes han visto desde sus comienzos escolares la continua modificación de los planes de estudio, todo ello como consecuencia de la alternancia de gobiernos de diferentes ideologías, de la prevalencia de determinadas materias, consideradas como fundamentales, y que difieren en unas comunidades autónomas de otras, y por supuesto, el hecho de que no se ha premiado, no se ha dado el reconocimiento justo a los mejores y más cualificados alumnos, sino que se ha permitido a alumnos con malas calificaciones que pasen de un curso a otro, sin haber alcanzado los objetivos en cuanto a conocimientos propios del nivel en que estaban matriculados. De esta forma, hemos ido llevando a nuestros niños, jóvenes, adolescentes hacia una trampa, del todo injusta, eso sí, haciéndoles el camino lo más sencillo posible, para al final del trayecto hacerles ver la cruel realidad de que son unos perfectos ignorantes.
Y el hecho cierto es que maestros y profesores han elevado sus voces no solo para hacer patente su descontento con las distintas fórmulas educativas, más no han encontrado el respaldo necesario por parte de una sociedad que prefiere vivir al día, obviando todo tipo de problemas por considerarlos que no son de su incumbencia, cuando todo lo que afecta a una parte de la sociedad nos afecta a todos.
También es un hecho el escaso interés, en gran parte de la población que forman el conjunto de padres de alumnos, por la educación de sus hijos, pues consideran que esta es una obligación del maestro/profesor. Craso error, pues es en el núcleo familiar donde el niño, desde que es pequeño, debe ser educado por unos padres que le enseñen lo que son valores que les forjarán como personas honestas y responsables, haciéndoles conscientes de la responsabilidad que tendrán cuando alcancen la madurez, y si no están preparados tanto en valores humanos como en conocimientos no serán capaces de participar de una sociedad y tomar decisiones que pueden repercutir sobre todos. Por supuesto, el trabajo de los maestros y profesores es el de llevar el conocimiento de las mas variadas materias a esos pequeños y adolescentes que llenan sus aulas, pero si fallan los innumerables planes de estudios impuestos por las instituciones que deben establecer el método de impartir esa enseñanza, aquellos se encuentran ante un muro insalvable.
Maestros y profesores deben ser no solo profesionales, sino también vocacionales, pues no se puede medir con el mismo rasero cumplir con la realización de un trabajo de oficina, pongamos como ejemplo, con la de enseñar a niños/adolescentes en conocimientos que les serán imprescindibles para ir desarrollando su capacidad cognitiva durante gran parte de su vida, precisamente, la más vulnerable y delicada.
Es por ello que en nuestro país es frecuente el abandono escolar, jóvenes que deciden dejar sus estudios, sin ser conscientes de que esa es la llave que les abre al futuro, y cuyos responsables son sus padres o tutores, que deben velar por el mejor provenir para sus hijos. Además nuestros jóvenes son los que están peor preparados en el conocimiento de diferentes idiomas, un hecho que viene a impedirles aún más la incorporación a trabajos que requieren de un segundo idioma, e incluso suponen una difícil traba llegado el momento de abandonar su país de origen para marchar al extranjero, en busca de ese trabajo, mal pagado y que para nada les enriquece o satisface en sus expectativas.
En nuestro país el desempleo juvenil alcanza cotas altísimas, casi un 40% de nuestros jóvenes en edad de trabajar están en paro, y los que han conseguido un trabajo tiene el carácter de temporal y está mal pagado. La consecuencia natural de esto es que los jóvenes no pueden independizarse de sus familias, no pueden formar una propia, y de esta forma es cada vez más tarde como tienen sus propios hijos. Y aunque parezca que esta circunstancia no sea tan importante a corto plazo, sí que lo será con el tiempo, pues serán los hijos de nuestros hijos sobre los que recaiga el «ocuparse» de sus mayores.
Difícil lo tenemos los que en la actualidad somos padres de hijos adolescentes y jóvenes en paro, pues si no les hemos educado con la responsabilidad que nos educaron a nosotros nuestros padres, en el sentido ser conscientes de la necesidad de velar de unos progenitores ya ancianos y que mayormente les suponen problemas e impedimentos para el normal desarrollo de sus vidas, entonces, amigos, nos encontraremos de lleno con otro gran problema: ¿qué hacer con los ancianos?.
Pero ese será tema para otro artículo.