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Vie. Nov 22nd, 2024

La designación del religioso Javier López Luna para predicar la novena de María Auxiliadora ha despertado viejos fantasmas en las familias que sufrieron en sus carnes los singulares métodos del sacerdote. Don Javier, como así le llamaban cuando era director del colegio salesiano de Cádiz, perdió el don, la dignidad y la decencia cuando salieron a la luz los hechos que acontecían en la intimidad de su despacho. Unos hechos que le sentaron en el banquillo y de los que fue absuelto por la Audiencia Provincial y por el Tribunal Supremo.

Las sentencias hay que respetarlas y acatarlas, eso sí, desde la primera palabra hasta la última y tan válida es la parte que dice «debemos absolver y absolvemos…» como aquella que da por demostrado que uno de los alumnos, «a cambio de faltar a clase o de golosinas, en un contexto de juego, recibió golpes y patadas del acusado, así como ‘abrazos del oso’ y ‘goldfish’, llegando al menos en una ocasión a arrancarle vello púbico».

La sentencia da por hecho que Javier, ya sin el don, mantenía con estos alumnos «una relación entre iguales», lo que habrá que respetar y acatar aunque no compartir. Los que estén acostumbrados a tratar con niños, que es lo que eran sus víctimas, sabrán que cuando se participa en el juego con menores el único que verdaderamente juega es el menor. El adulto interpreta el personaje que le toque, pero su proceso mental es diferente y trata con su participación de educar, comprender y compartir el mundo de los pequeños, radicalmente distinto del de los adultos. Seguramente los niños veían a Javier como un igual pero cuesta pensar que esto fuera recíproco a no ser que Javier tenga una tara tal que le impida no solo ser docente y predicar novenas si no llevar una vida normal en el mundo real.

Javier ha tratado de vender que los hechos que sucedieron en su despacho, y que la sentencia considera probados, formaban parte de su peculiar «praxis educativa». Una praxis que contemplaba según los testimonios de los padres faltar a clase «hasta 152 veces» para recibir se supone 152 ‘curros’ según el tipo de cambio javeriano (1 ‘curro’ = 1 crédito) porque «todo vale en esta vida. Lo gratis no se aprecia», una frase enviada por Whatsapp a uno de sus alumnos que sus hermanos salesianos podrían esculpir sobre la entrada del colegio para rematar el homenaje al flamante predicador.

La comunidad salesiana

Los salesianos de Cádiz tratan de rehabilitar la figura de un individuo que, pese a no merecer según los jueces que han tratado su caso reproche penal, merece todo el reproche moral y social que le caiga. Tanto la comunidad salesiana como el propio Javier no solo han defendido su inocencia (jurídica) si no que han tratado de hacer ver que todo formaba de «un ataque a la Iglesia católica de un grupo satánico» en una entrevista delirante que el sacerdote ofreció en un medio de comunicación local.

La absolución no borra lo que sucedió y la designación para predicar una novena de un sacerdote cuyo único mérito es el de ser uno de los nuestros deja en entredicho los valores de una comunidad religiosa cuyo fundador llegó a decir «perdona todo a otros, pero nada a ti mismo». El colegio salesiano de Cádiz incumple su objetivo para este curso académico («Ser servidores de los jóvenes en comunión de espíritu y acción con los seglares particularmente los de la CEP y Familia Salesiana») toda vez que de los 27 niños que llevaron a Javier al banquillo además del que aún está pendiente de juicio, tan solo este último sigue siendo alumno del centro.

Los salesianos demuestran con esta designación que por encima de los jóvenes que dicen educar está el propio honor de la congregación, un honor que quieren recuperar a toda costa aunque para ello tengan que amoldar la verdad a sus intereses haciendo ver que todo fue una venganza de unos niños hacia su director. Todo ello aliñado con el dinero público que reciben al ser un centro concertado con la Junta de Andalucía.

Las víctimas

Tan solo un menor de los que formaron el grupo de ‘privilegiados’ de Javier continúa siendo alumno del centro. Precisamente el que mantiene abierta la causa contra el religioso. Según ha podido conocer este medio la situación generada por el regreso de Javier a Cádiz ha superado anímicamente a este chico hasta el punto de necesitar ausentarse del domicilio familiar unos días. El joven, que está inmerso en los exámenes de fin de curso, vivirá esta semana con el miedo de encontrarse con el sacerdote por los pasillos del centro. La continuidad de este alumno en el colegio fue una decisión personal para no ser doblemente victimizado teniendo que verse obligado a soportar no solo lo que ocurrió, si no el abandono de su entorno.

Del resto de alumnos algunos terminaron su etapa escolar y otros fueron abandonando el centro para continuar sus estudios en otros institutos. Los últimos este pasado verano, en el que tres de estos alumnos decidieron cambiar de aires.

Entre los padres, la mayoría quiere olvidar este asunto y pasar página tras el fin del proceso judicial mientras otros no pueden disimular la impotencia que les causa no solo la derrota judicial, si no el honor con el que la comunidad salesiana pretende honrar a Javier.

Los que se han dirigido a este medio dicen haberse sentido abandonados por todos: el colegio, el AMPA e incluso la Asociación de Antiguos Alumnos, que desde un primer momento se pusieron del lado del ex director. Incluso cuentan que personas desconocidas llegaron a increparles por la calle.

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