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Jue. Nov 21st, 2024

Seres celestiales improbables y placeres terrenales tangibles en tierras de Lerma

Una visita a “Las Edades del Hombre” que lleva de lo divino a lo humano en apenas unas horas (Fotos. Carmen Cespedosa)

Se puede creer en ellos o no, pero han sido los protagonistas de la Historia (al menos de la Historia Sagrada) desde hace milenios. Fue un ángel quien expulsó a Adán y Eva de Paraíso, quien detuvo la mano de Abraham cuando se disponía a degollar a su hijo Isaac por mandato divino, también fue un ángel quien tranquilizó a José cuando supo que María estaba embarazada y no era obra suya y otro quien se lo comunicó a ella. También algunos ángeles fueron los primeros espectadores del nacimiento de Jesús, quienes le acompañaron a Egipto y quienes estuvieron presentes en la vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo. Y, por supuesto, son esos que nos acompañan todos los días, a nuestra derecha, claro, guardándonos de todo mal… al menos a algunos. Siempre han sido los protagonistas absolutos.

Y, sin embargo, han sido necesarias 24 exposiciones, 31 años y más de 11 millones de visitantes para que Las Edades del Hombre los eligieran como protagonistas de su nueva exposición “Angeli”. Han tenido dónde elegir. El patrimonio artístico religioso de Castilla y León es inmenso, se estiman en unas 400.000 obras. Ahora son 90 piezas con más de 300 ángeles –268 son buenos y el resto demonios y expresiones del mal–, los que se han expuesto en Lerma (Burgos) un lugar perfecto para disfrutar de la muestra y acercarse a una tierra con un pasado interesante, cargado de historia, cuna de Castilla y con atractivos terrenales que seducen a los menos espirituales.

La imagen del cartel es obra del artista Eduardo Palacios y nada tiene que ver con los ángeles, es una imagen real y cercana de una preciosa niña que bien pudiera formar parte de nuestras vidas y que representa algunas de las cualidades que popularmente atribuimos a los ángeles.

Lerma acoge la muestra “Angeli” en tres sedes: la primitiva parroquia, donde se proyecta un audiovisual introductorio un tanto confuso; la colegiata gótico-renacentista, donde está la parte más destacada de la exposición y el vacío y austero Convento de las Clarisas, en realidad llamado Monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor, del mismo estilo herreriano que el vecino palacio del Duque de Lerma, reconvertido en Parador de Turismo. Pese a la profusión de obras de arte y paneles explicativos, la muestra permite admirar entre capiteles y altares obras de El Greco, Luca Giordano, Juan de Juni, Fernando Gallardo, Gil de Siloé, Gregorio Fernández o de deliciosos y numerosos autores anónimos.

El tema elegido es apasionante y universal ya que los ángeles forman parte de todas las culturas, desde los griegos y mesopotámicos, en las que se inspiraría el judaísmo y el cristianismo, hasta las sectas más actuales. “Angeli” se centra en el mundo bíblico, sin entrar en matices, como las nueve categorías de ángeles y querubines, aunque sí se da espacio –tal vez la parte más atractiva de la exposición– a los demonios, la sombra, los ángeles desterrados siempre desnudos y sin alas. Hay que destacar especialmente varias de las esculturas dedicadas a los arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel en su lucha contra los demonios. El bien y el mal juntos pero no revueltos.

Placeres terrenales

Nada más adecuado en esta villa de Lerma, donde el valido de Felipe III, Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, llegó a gobernar medio mundo, urbanizó y embellezó la ciudad, atrajo órdenes y conventos y manejó a su antojo bienes y haciendas propias y ajenas hasta que temiendo ser juzgado por malversación a la muerte del rey, decidió conseguirse una inmunidad (ya entonces se hacían esas cosas) haciéndose nombrar cardenal, lo que inspiró la sagaz sabiduría popular con la conocida copla: “Para no morir ahorcado / el mayor ladrón de España / se vistió de colorado”.

No es el único personaje célebre en Lerma. Otro villano, o héroe, según cómo se mire, fue el cura Merino (no confundir con el activista liberal, conocido por haber llevado a cabo un atentado fallido contra la reina Isabel II en 1852), que se enfrentó a Napoleón y aprovechó el trazado de las viejas bodegas subterráneas que trufan el pueblo para convertirlas en refugios o caminos para sorprender a los gabachos. También es célebre José Zorrilla, autor del Don Juan Tenorio, que venía de joven a pasar los veranos en casa de su tío y se enamoró de una moza que le dio calabazas, aunque no es seguro que se tratara de la novicia doña Inés a la que dedicó el célebre verso: “No es verdad, ángel de amor…”, que hoy ilustra en forma de graffiti una de las paredes vecinas de la Colegiata.

También anduvo por aquí el conde Fernán González, que vencería a los moros en la decisiva batalla de Carazo y, agradecido, fundó el monasterio de San Pedro de Arlanza. Con el tiempo, uno de sus monjes escribió el Poema de Fernán González, códice del Mester de Clerecía, hoy custodiado en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y monumento literario de la lengua. El conde fue enterrado en el monasterio. Pero tras la Desamortización (1835), su sepulcro fue trasladado a Covarrubias y el cenobio quedó abandonado.

Y ya puestos en los temas terrenales, no es mal lugar Lerma, que se yergue coqueta sobre un cerro a la orilla del río Arlanza y presenta uno de los conjuntos herrerianos únicos en el mundo. De los tiempos del duque de Lerma se conservan el Palacio Ducal, la Colegiata, cinco conventos, la Plaza Mayor (una de las más grandes de España), el mirador de los Arcos, pasadizos, un humilladero, etc. Pero también quedan construcciones de origen medieval, como el Arco de la Cárcel y el puente sobre el río Arlanza. También sus espacios protegidos como la Ribera del Arlanza y afluentes y los Sabinares del Arlanza, y su deliciosa gastronomía: el lechazo asado, la morcilla y el chorizo de Burgos y el vino Arlanza.

A los amantes del buen comer les gustará saber también que cerca de una veintena de restaurantes de la zona han creado el menú ‘Edades’, que apuesta por productos agroalimentarios propios de la zona. Por ejemplo en el Asador Los Caracoles de Lerma, se incluye por 33 euros: Chorizo de Lerma, Morcilla de Lerma, Ensalada, Lechazo Asado, Postres Caseros y Vino Tinto Lerma crianza D.O.Arlanza. Esta propuesta se enmarca dentro de la Tarjeta Turística Las Edades del Hombre, que ofrece ventajas y descuentos en 110 servicios turísticos de las localidades del entorno de Lerma.

Tierras de Burgos

Complemento perfecto de la visita a Lerma es Covarrubias, que ha remozado y peatonalizado su casco histórico y figura en el club de pueblos más bonitos de España y cuyo claustro acaba de ser acondicionado como parte del Museo parroquial, en el que destaca el tríptico flamenco “La adoración de los Magos”, una joya de gran belleza. La colegiata gótica reúne tantos enterramientos que el rey Alfonso XIII la llamó “panteón real.

Y no muy lejos, Santo Domingo de Silos cuyo claustro es una joya del románico por sus capiteles y relieves de gran pureza y muy bien conservados y por el que deambulan, cuando no hay turistas, algunos de los 30 monjes que todavía lo habitan y a los que se puede escuchar con sus cantos gregorianos. En medio del claustro, el ciprés al cual dedicó Gerardo Diego su célebre soneto – “Enhiesto surtidor de sombra y sueño…” –. Junto a la botica medieval están el refectorio y otras estancias que acaban de ser remodeladas como museo. Una de las salas acoge este año pinturas de Antonio López, ejercicios de un taller de pintura que, por su espiritualidad, forman parte de la exposición de Las Edades del Hombre.

Aquí cerca está Caleruega, donde nació Domingo de Guzmán —no confundir con el de Silos— una figura gigante para la historia de Europa que fundó la Orden de Predicadores (los dominicos) y dio ejemplo predicando en el Languedoc francés contra los cátaros o albigenses. Por eso, cuando se fundó la Inquisición para reprimir aquella herejía se encomendó su labor a la orden dominica. La temible Santa Inquisición debutó en Francia; a Castilla no llegaría hasta dos siglos después, aunque los españoles tengamos la (mala) fama.

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