Si Julio Verne viviera y quisiera editar la segunda parte de su “Viaje al centro de la tierra” probablemente no encontraría un mejor inicio para la aventura del profesor Otto Lidenbrock y su sobrino Axel que la boca de Algar do Carvão una de las muchas cicatrices volcánicas de la isla Terceira en Azores. Y si Herman Melville se animara a escribir “Moby-Dick 2” y botara de nuevo el barco ballenero Pequod, comandado por el capitán Ahab, disfrutaría en las aguas de Terceira navegando entre delfines, ballenas y cachalotes. Incluso si el inmortal Ernest Hemingway decidiera escribir la continuación de “Fiesta”, estaría a sus anchas en alguna de las más de 220 touradas, más ingenuas que los encierros de San Fermín, que se celebran cada año en la tercera más grande isla de Azores.
Lamentablemente, ninguno de estos grandes escritores podrá hacerlo, pero los miles de turistas (la mayor parte españoles) que visitan este lugar pueden sentirse como los protagonistas de estas aventuras. Tierra de exploradores y audaces balleneros, de corsarios y héroes, el espíritu aventurero continúa vivo en esta isla de origen volcánico y naturaleza exuberante. Hoy los espíritus intrépidos que visitan la Isla Violeta –nombre poético con el que también se la conoce– no llevan sables al cinto ni arpones para cazar cetáceos, pero cuentan con atractivos suficientes para saciar sus ansias de emociones.
Terceira forma parte del grupo central de islas que constituyen el archipiélago de las Azores. Fue la tercera en ser descubierta –de ahí su nombre– y la tercera en extensión, pero bien podría ser considerada la primeira en encanto, en dura competencia con Sáo Jorge, la más grande y donde se encuentra la capital. En sus 30 kilómetros de ancho y 17 de ancho se suceden ciudades sembradas de palacios, iglesias, conventos y casas con fachadas en todos los tonos pastel, grandes prados separados por kilómetros de vallas de piedra volcánica donde pastan ordenadamente las vacas (tres por cada habitante), fortalezas que defendieron el territorio frente a los corsarios, acantilados vertiginosos, pequeñas playas solitarias, enormes setos de hortensias y criptomerias, grutas que penetran en la tierra y recuerdan su origen telúrico…
Una de esas entradas “al centro de la tierra” es Algar do Carvão, la mayor atracción geológica del centro de Terceira, una chimenea volcánica de 90 metros de profundidad, formada hace 3200 años debido al drenaje del magma del conducto principal. Dentro de la cueva declarada Reserva Natural Geológica y Monumento Natural Regional, hay distintos niveles, con estalactitas de lava, bóvedas geológicas colosales e incluso un apacible lago cuyas aguas nunca han visto la luz del sol. Pero sin duda lo más espectacular es la entrada, cubierta de helechos, líquenes y otra flora endémica exuberante, con la luz del exterior filtrándose y cayendo algunas gotas de agua acumulada en las plantas. Una auténtica experiencia visual y emocional.
No es la única gruta visitable en Terceira, a poca distancia –todo aquí está a poca distancia–se llega a la Gruta do Natal, llamada así porque se abrió al público celebrando una misa el día de Navidad, que hay que recorrer con casco y donde a lo largo de 700 metros se pueden observar lavas fluidas, hoy solidificadas, que corrieron en diferentes direcciones, formando varios túneles, ramificaciones, estafilitos y pequeños volcanes laterales. Un poco más adelante se distinguen a la vista y al olfato las fumarolas de sulfuro de Furnas do Enxofre, localizadas casi en el centro geográfico de la isla a 600 metros por encima del nivel del mar, un espectáculo casi místico despidiendo vapor por los numerosos manantiales haciendo espirales que finalmente se evaporan en silencio.
“Por allí resopla”
El grito del capitán Ahab en su obstinada persecución del enorme leviatán que lo privó de su pierna y que llevaba en su tripulación a varios marineros de las Azores, ha cambiado y ahora los turistas gritan «allí, allí…» cada vez que ven asomarse algo sobre el inquieto mar, pero la emoción es parecida en las numerosas excursiones de empresas como Aguiatur que proponen el avistamiento de cetáceos a solo un par de millas de la costa. Las aguas que rodean a las Azores, están en el Top 10 mundial para el avistamiento de cetáceos y son actualmente uno de los mayores santuarios de ballenas del mundo. Entre especies residentes y migratorias, comunes o poco comunes, se avistan aquí 24 tipos diferentes de cetáceos, un tercio del total de las especies existentes, en un ecosistema de características únicas.
Desde tiempos inmemoriales, las Azores han sido un auténtico santuario para multitud de especies de cetáceos, que atraviesan sus aguas durante sus migraciones a otras latitudes, y algunas de ellas han elegido estas aguas como lugar de residencia permanente. Esta circunstancia originó una importante industria ballenera en el archipiélago que se desarrolló hasta hace tan sólo unas décadas, por lo que no es de extrañar que en São Mateus, una de las pedanías de Terceira con mayor tradición pesquera, todavía se conserven algunas huellas de la antigua Fábrica de la Ballena que hubo allí tiempo atrás, como calderos y tanques en los que se derretía y almacenaba el aceite de ballena. Hoy la caza de estos cetáceos está prohibida y ha pasado a la historia de las islas, pero todavía es posible disfrutar del sobrecogedor espectáculo que supone la visión de estos gigantes de los océanos y de los simpáticos delfines que a veces muestran sus piruetas por decenas.
Y de animales marinos a los terrestres. Ya se ha mencionado que esta es tierra de vacas y dicen que hay tres por cada habitante, naturalmente también es tierra de buena leche y de suaves quesos. Pero también es tierra de toros; en el centro de la capital de la isla, Angra do Heroismo, hay un gigantesco monumento con tres toros, justo al lado de la plaza donde se torean, aunque no se matan. Pero lo característico de esta isla que presume de ser la más festiva del archipiélago y tal vez de todo Portugal, es su particular “San Fermín” que causaría envidia a Jake Barnes, el protagonista de la célebre “Fiesta” de Hemingway, de la que ahora se cumplen 90 años de su publicación. Entre los meses de mayo y septiembre, un día sí y otro también, la isla de Terceira acoge la nada despreciable cifra de 220 touradas, cuando los ganaderos trasladan desde los campos a las ciudades y pueblos jaulas con novillos que serán soltados después por las calles bajo la atenta mirada de los pastores, que, perfectamente ataviados con camisas blancas y sombreros negros, tirarán de ellos con una cuerda para evitar que se salgan del recorrido marcado. Todo un espectáculo, una gran fiesta en la que, mientras algunos muestran quién es más salvaje, los habitantes de la isla aprovechan para hacer negocios, establecer nuevos vínculos sociales o, simplemente, disfrutar de la gastronomía más típica y de sus regulares vinos.
Los azorianos son muy religiosos. Como ocurre en España, cada pequeño pueblo tiene su gran iglesia, que suele estar siempre abierta y con entrada libre. En Terceira hay más de 60, la más antigua es del siglo XV. Esta gente es muy devota del Espíritu Santo, a quien dedica unas capillas muy coloridas por todas partes, que llaman impèrios, de pequeño tamaño, aunque suficiente para que quepa un espíritu. En su honor, organizan fiestas religiosas multitudinarias que empiezan con fervor y acaban con resaca.
Mucho más que ver
Lo que hace que Terceira sea especial es el magnífico contraste entre la belleza natural de esta isla volcánica y el admirable trabajo del hombre en el centro histórico de Angra do Heroísmo, su capital. Fundada en 1534, fue la primera localidad de las Azores elevada al nivel de ciudad y la primera en Portugal clasificada como Patrimonio Mundial de la UNESCO. Es una ciudad encantadora, plagada de rincones preciosos, con casas pequeñas de colores, ornamentadas con bellas rejerías en sus balcones. Su nombre le fue concedido por el rey Pedro IV en 1834 por el espíritu de sacrificio y patriotismo demostrado ante los ataques y amenazas del exterior y su resistencia al rey absolutista Miguel, durante la Guerra Civil (1820-1831) que se libró entre Absolutistas y Liberales.
Durante 60 años Terceira fue española. En 1580, ante la subida al trono de Portugal del rey español Felipe II, los habitantes de Terceira apoyaron las pretensiones de D. António, Prior do Crato, candidato portugués. España buscó reprimir la rebelión, pero el primer desembarco de tropas castellanas, en 1581, dio como resultado la derrota española en la famosa batalla de Salga, en la que participaron Cervantes y Lope de Vega. Cuentan las crónicas que la derrota no se debió a la artillería o el coraje de los azorianos , sino a la genialidad de una paisana que concentró docenas de toros en lo alto de una colina: «Los azorianos esperaron al ejército español en lo alto de una colina y arrojaron sobre él rebaños de toros enfurecidos», escribió Antonio Tabucchi en «Dama de Porto Pim».
Dos años después, los españoles regresaron en mayor número y alcanzaron el dominio insular tras violentos combates. En los siglos XVI y XVII, Terceira tuvo gran importancia como puerto de escala para los galeones españoles cargados de riquezas del Nuevo Mundo. El puerto de Angra almacenaba oro, plata, porcelana, especias y seda por lo que fue un claro objetivo para incursiones de piratas y corsarios. En 1597 el mismísimo Francis Drake, liderando una flota de unos cien barcos, intentó en vano destruir los galeones españoles anclados en el puerto de Angra y cargados de oro y plata. Para asegurar la autoridad española y proteger a la isla de los persistentes ataques, se construyeron una docenas de fortalezas, entre ellos el castillo de São Felipe (que pasó a denominarse São João Baptista tras la partida de los españoles) y que es, según se dice, la mayor fortaleza construida por España fuera de la península. El castillo tenía cuatrocientas piezas de artillería en un área de tres kilómetros cuadrados. Hoy es una de las principales atracciones de Agra, sobresaliendo en lo alto del Monte do Brasil.
El centro histórico de Angra do Heroísmo es testigo de los reyes y los nobles que pasaron por allí dejando atrás una bella arquitectura que se extiende en un entramado de calles, callejones, iglesias, palacios, casas señoriales, monumentos, plazas y jardines que han perdurado hasta la actualidad. No se puede dejar de visitar los fuertes de São Sebastião y de São João Baptista, ejemplos singulares de una arquitectura militar con más de 400 años, la Sé Catedral del siglo XVI, considerada el mayor templo del archipiélago de las Azores, el Museo de la ciudad y su bello Jardín Botánico.
La visita a esta isla de las Azores -ahora muy fácil con vuelos directos desde España que organiza Portugal Tours– es un repertorio interminable de sorpresas que convierten a Terceira en un verdadero paraíso en medio del Atlántico.
Cómo ir
El turoperador Portugal Tours, especialista en el destino propone un viaje de 8 días/7 noches a la isla de Terceira con salidas en vuelo directo desde Madrid a partir de 569 euros incluyendo 7 días de alojamiento y desayuno, diversas excursiones por la isla y traslados. Para familias hay una oferta estupenda desde 999 euros por familia, que incluye vuelo directo desde Madrid para 2 adultos más 2 niños, 7 noches de estancia en régimen de alojamiento y desayuno o media pensión compartiendo toda la familia una habitación y traslados aeropuerto-hotel-aeropuerto. Ambas ofertas son válidas durante todo octubre y hasta el 3 de noviembre.