Aunque alguno se haya llevado a engaño este artículo no va sobre Carnaval ni sobre Antonio Martín, al que desde aquí le deseo lo mejor en el próximo concurso con su antiguo grupo. Los aficionados esperamos impacientes.
Contaba Alfonso Guerra en su memorias (y ahora soy yo el que escribe de memoria por lo que pido disculpas de antemano si alguien encuentra inexactitudes) una conversación entre él y Felipe González en los albores del periodo democrático en la que se preguntaban cómo reconocer a un verdadero demócrata del converso que no quiere verse apartado del poder. La diferencia, creo que era Felipe el que respondía, está en que un verdadero demócrata lucharía con los medios que tuviese a su alcance por acabar con un régimen dictatorial mientras que el converso estaría dispuesto a aceptar un cargo político en ese régimen si le fuera ofrecido. Quién te ha visto y quién te ve, Felipe.
La crisis del PSOE de las últimas 48 horas ha puesto a prueba los militantes y ha hecho desaparecer las máscaras con las que hasta ahora se cubrían y han dividido a la masa en categorías.
Los dimisionarios y sus gerifaltes, que han quedado retratados y ante un Secretario General dispuesto a someterse al escrutinio de las urnas han preferido el derrocamiento para evitar que algún incauto tenga la osadía de entrometerse en el guión establecido. De nada les vale ahora escudarse en que lo hicieron por un bien superior. Que ante la situación política no tuvieron otro remedio que actuar. Excusas usadas en tiempos y ahora por aquellos que justifican que el 18 de julio fue inevitable y que fue un enfrentamiento entre malos y malos repartiendo a partes iguales la responsabilidad y la culpa.
Los tibios, los que que piden prudencia y escuchar a las partes para no reconocer que apostarán a caballo ganador. Los que entre dignidad y sustento eligen sustento. Los que no saben o no quieren reconocer un golpe de mano aunque les estalle en la cara. Esos que son incapaces de utilizar la política como instrumento de cambio porque su bien superior son ellos mismos y el único cambio válido es mejorar su propia situación. Esos son los demócratas conversos según aquel Felipe de principios de los 80 que tan poco se parece al de hoy.
Y por último los que se rebelan, los que utilizan sus medios aunque sean escasos para gritar que así no. Los que están dispuestos a devolver con su voz y con su voto la dignidad a unas siglas que otros han arrastrado por el barro con el único fin de perpetuarse y beneficiarse.
Ha llegado la hora de mojarse. Los papeles están muy claros. No hay mal que por bien no venga y esta crisis ha provocado que las máscaras volaran y nos podamos mirar a la cara y preguntarnos, ¿de qué lado estás?