Juan Cejudo, miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares
Muy decepcionante e indignante resulta la postura de la Iglesia española de negarse a investigar los abusos sexuales cometidos en nuestro país por parte de sacerdotes o religiosos y encubiertos por los obispos o superiores/as religiosos/as.
Acabado de llegar de Roma de la Cumbre antipederastia convocada por el Papa, en el que han participado 190 personas (ningún laico), de ellos 114 presidentes de conferencias episcopales, fuertemente impactado de haber escuchado allí el testimonio de víctimas de esos abusos, resultan verdaderamente deplorables las declaraciones de Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia episcopal española, en las que dice que la Iglesia española no va a poder investigar los abusos en España porque no tiene autoridad para ello, sino que cada obispo en su diócesis haga lo que le parezca.
Lo he dicho muchas veces: la Iglesia tiene un sistema de organización perverso, porque cada obispo en su diócesis es un reino de taifa donde puede hacer lo que le parezca sin que nadie le diga nada.
Pero es que ni siquiera Blázquez se ha dignado a decir que aconsejaría a los obispos a que investiguen esos abusos en sus diócesis cometidos durante todos estos años . ¿Para qué entonces la Cumbre? ¿Para no hacer nada?
Sí ha habido un obispo valiente, el de Solsona, que, antes de las declaraciones de Blázquez, había dicho que va a investigar en su diócesis todos los abusos sexuales que se hayan cometido desde el año 1930. También se han comprometido a ello los jesuitas que han dicho investigarán los abusos cometidos en sus colegios en los últimos 60 años.También ha habido Conferencias episcopales como la alemana o la irlandesa que sí lo han hecho y han realizado un informe con los casos de abusos sexuales cometidos en el pasado.
¿Pero los obispos españoles no harán nada?
Muy decepcionante esta decisión que aleja aún más a mucha gente de la Iglesia y que es una bofetada a las víctimas, que se sienten engañadas por una Iglesia, que convoca una gran cumbre contra los abusos, para luego, a la vuelta, en sus países no hacer nada y que todo siga como siempre: palabras, palabras y palabras…
Para este viaje no necesitábamos alforjas.