El término “pechero” viene de pecho o pecha, que procede del latín pectum, es decir, prestación. El pecho es un término que se comenzó a utilizar en la Baja Edad Media en los Reinos cristianos hispánicos para referirse a cualquier tributo o renta. Se refería a la cantidad que debía pagarse. En ocasiones, también se empleó para referirse a lo que había que pagar en concepto de pena pecuniaria o multa. El pechero, en consecuencia, era el súbdito que estaba obligado a pagar al rey o a su señor, en caso de vivir bajo la jurisdicción señorial, rentas o tributos y que no estaban exentos de esa obligación, como ocurría con los miembros de los estamentos privilegiados.
Los pecheros eran los miembros del tercer estamento, los labradores y vecinos de villas y ciudades. Al final, pechero se convirtió en sinónimo de plebeyo o villano. Los registradores de los impuestos en los Concejos eran los encargados de separar en sus libros los pecheros de los hidalgos. Es evidente que estamos hablando de una de las características de la sociedad estamental, la existencia de privilegios, y el fiscal era uno de los más importantes. En todo caso, eso no fue obstáculo para que, en ocasiones, los privilegiados contribuyesen fiscalmente a la Hacienda Real con impuestos extraordinarios, especialmente cuando en la época moderna la Monarquía se encontraba en serios aprietos financieros por su ingente déficit, debido, fundamentalmente a las continuas guerras en las que participó para intentar mantener su hegemonía.
En muchos lugares de la Corona de Castilla los pecheros también tenían compensaciones por sus obligaciones tributarias, ya que podían beneficiarse de los bienes comunes del Concejo, es decir, baldíos y pastos.
Los historiadores interesados en la demografía suelen emplear la documentación donde estaban las listas de los pecheros, en calidad de unidades fiscales, para hacer los estudios sobre la población.