Mientras en la mayoría de ciudades de nuestro país se hacen balances del primer año de gestión de los nuevos alcaldes y alcaldesas, en Cádiz se precisa realizar el balance desde otro enfoque, desde la ausencia de la anterior alcaldesa. ¿Por qué? porque lo nuevo no termina de cuajar, de centrarse y de ofrecer un proyecto y, por el otro lado, lo viejo anda rondando sin terminar de marcharse. Mientras tanto, la ciudad perdida y en permanente controversia hasta por las cosas más nimias e intrascendentes. Y no es un halago a la señora Martínez, más bien lo contrario.
José María González, Kichi para los suyos y los no tan suyos, accedió al sillón de primer edil en una carambola de resultados complejos, el pasmo de los conservadores incrédulos y el desconcierto de unos socialistas que quedan en fuera de juego. Los demás, Ciudadanos y Ganemos-Izquierda Unida, quedan relegados al papel de secundarios más o menos relevantes según estén en el gobierno municipal o en la oposición. Un año sin Teófila y trescientos sesenta y cinco días de vaivenes que no nos han conducido a ningún lugar, un viaje en círculos hacia la casilla de salida. Porque es ahí donde estamos, en el principio de nuevo, comenzando la construcción del proyecto que Cádiz necesita.
Repasemos. El alcalde no se baja de un discurso entre lo simbólico y lo ideológico y de una gestualidad excesiva mientras su equipo de gobierno, salvo excepciones puntuales, no termina de ofertar a la ciudad y a la ciudadanía la sensación de que hay rumbo y plan de trayecto. Teófila desaparecida, pero a medias, en un no me voy y nadie me echa de aquí. Entre tanto sus delfines, alevines o lo que sean se enzarzan en peleas sobre la herencia del bastón de mando, todo un espectáculo de opereta en el que la defenestración de Bruno García ha sido el penúltimo acto. Y para acabar, el Partido Socialista, otrora en Cadiz cantera de dirigentes y políticos bragados y profesionales en el buen sentido, reducido a la irrelevancia. Pero una irrelevancia más producto de su errática dirección política que de los pobres resultados electorales. Un día aparece como compañero de viaje del Partido Popular y el siguiente votando con el equipo de gobierno como a regañadientes, sin ganas. O sea, ni carne ni pescado.
Lo dicho, un año desde que salió la anterior alcaldesa y a pesar de que hay otra persona en el primer sillón municipal, José María González, no se vislumbra camino, ni proyecto, ni futuro, ni trazas del lugar al que quieren llevar la ciudad. Si hubiera justicia democrática, el próximo 26 J todos deberían pagar un precio en votos.