Hace ya muchos años que conozco a Juan de Dios Garduño (Sevilla, 1980), aunque nos vemos muy esporádicamente, y eso que durante bastante tiempo fuimos casi vecinos en Leganés. Es un gusto, pues, reencontrarnos para esta charla. Garduño es autor de una estupenda novela, Y pese a todo, que se publicó en 2010 y que ha conocido distintas reediciones, incluso ya con el título de Extinction que tuvo la película de 2015 que se basó en ella y que protagonizó Matthew Fox. En 2017, Juan de Dios Garduño publicó la secuela, Cenizas. Su obra abarca también la novela El hijo del Mississippi (2016) y la antología de relatos El porqué de lo oscuro (2021), entre otros libros. Como director se ha encargado de tres cortometrajes: Fe (2017), Lobisome (2018) y 665 (2022).
Hace mucho que no nos vemos. ¿Cómo estás?
Estoy mucho más asentado mentalmente, digamos. Hubo un tiempo en el que quise vivir de esto de la literatura y del cine, pero, tú que conoces el mundillo, sabes que puedes ganar un dinero y luego tirarte seis, siete, u ocho meses, sin ganar nada. No tenía mucha estabilidad económica y esto me producía bloqueos creativos. Al final opté por buscar otra salida profesional y llevo cerca de tres años metido dentro del sector TI, que también me flipaba desde pequeño y la verdad es que ahí sí he encontrado estabilidad económica y laboral.
¿Esa estabilidad propicia tu lado más artístico?
Eso es lo que me ha sucedido. El hecho de tener ahora todos los meses el dinero suficiente para poder pagar mis gastos me da una tranquilidad que me permite volver a crear. De hecho, durante estos años he escrito tres guiones de cine para largometraje, he rodado el corto 665 y he escrito una novela y una antología de relatos. He vuelto con fuerza. Ahora ya tengo las cosas claras y sé que, al menos aquí en España, vivir de esto es imposible.
¿Cómo se puede entender que tú que publicaste Y pese a todo, una novela que tuvo mucho éxito, que se llevó al cine con una producción importante y actores extranjeros, no puedas vivir de escribir?
Es lo que no me entra en la cabeza. En otro país creo que no pasaría esto, porque no es que tenga una novela que fuera un éxito, la que dio pie a la película Extinction, sino que he tenido varias que han sido éxitos de ventas en España, donde las novelas apenas venden. De hecho, salió hace poco un artículo bastante famoso que decía que el 90% de los autores en España vende menos de cincuenta ejemplares… Por esto, las grandes editoriales han reducido muchísimo las tiradas. No me explico, entonces, que con el éxito que tuvo la película, nacional e internacionalmente, y con el éxito que tienen mis libros, no aparezca una productora o un director que quiera seguir adaptándome. Pienso que no hay mercado en España.
En algún otro país, sobre todo del mundo anglosajón, te meterían prácticamente en nómina de una productora para que estuvieses ahí creando historias de las que puedan surgir guiones.
Claro, claro. Creo que básicamente es eso: el país en el que nos encontramos. Es una queja que tenemos constantemente los creadores, que, salvo excepciones, en España no se puede vivir ni de la literatura ni del cine. Es muy complicado. Normalmente, la gente que conozco que se pueda decir que vive de la literatura, no vive solo de escribir, sino de dar clases, hacer ponencias, ser jurado de certámenes. Van conjugando cosas que están relacionadas con la literatura. Conozco incluso autores que venden más de lo normal y claramente me dicen que tienen otro trabajo porque no pueden dedicarse a la literatura.
¿No se publica demasiado? Si casi en cada ciudad hay un puñado de autores locales con novelas publicadas… Y solo hablo de novela.
Hay una saturación. No sé cómo estará en el mundo del cine, porque tampoco lo conozco tan a fondo, pero en el mundo de la literatura sí, y más desde que existe Amazon, donde te puedes autopublicar. Entre que hay pocos lectores y que el mercado está saturado, esto se traduce en que luego no hay ventas.
¿Consideras que alguien que solo se autoedita se puede considerar escritor?
Siempre he dicho que escritor es quien escribe. No quiero ser muy cerrado en este tema. Ahora bien, escritor profesional es aquel al que le pagan por realizar esa labor y que además pasa unos filtros editoriales. Si no pasas por ningún filtro, ni siquiera por uno de corrección, lógicamente profesional no eres. Estás publicando lo primero que has escrito. No has tenido un bagaje. No has crecido como escritor. Yo considero que sí, vale, has escrito una novela, y por esto eres escritor, pero no eres un escritor profesional. Esa es la distinción que yo hago.
¿La literatura de terror en España está ahora mejor o peor que cuando tú empezabas?
Peor, porque, cuando yo empecé, tuve la suerte de que el terror estaba de moda, sobre todo los zombis. Se vivió un auge que no se había vivido en España nunca. Conozco escritores de toda la vida, como Rafa Marín o Rodolfo Martínez, a los que les costó la misma vida ir creciendo hasta publicar en una editorial grande. Nosotros pillamos el “boom” de la literatura Z y, gracias a esto, conseguimos publicar en editoriales grandes, que no era lo normal porque estas apostaban por los autores extranjeros. Cuando llegó aquella fiebre de la literatura zombi, las editoriales buscaron autores españoles porque además se ahorraban los costes de traducción. Les vino muy bien. Hoy sucede lo que sucedía antes de ese momento, que ya no hay mercado para nosotros porque no vendemos lo suficiente, pero, vamos, es que ahora mismo no vende casi nadie. Te pongo el ejemplo de Joe Hill, el hijo de Stephen King, que aquí en España empezó publicando en una editorial grande y tuvo que fichar luego por una más pequeña porque en la grande no se alcanzaban las ventas esperadas.
Querer vivir de la literatura, y encima hacerlo de la de terror, es ya toda una aventura, ¿no?
Es un suicidio…
Ahora que has mencionado a Stephen King. ¿Qué te parece que, cada vez que sale un autor nuevo de terror en España, se le ponga la etiqueta de “el Stephen King español”?
Sí, se la han aplicado, que yo conozca, a cincuenta o sesenta escritores. Una barbaridad. Yo he leído novelas de escritores a los que etiquetaban así y no tenían nada que ver con el estilo de Stephen King. Se parecía solo en que había escrito terror. Punto. ¿Por qué yo sí me sentía más identificado con esa etiqueta? Porque básicamente mamé a Stephen King desde pequeño y, sobre todo al principio, emulaba muchísimo su estilo. Entonces, a mí se me catalogó como el Stephen King español con motivo, creo. Al principio me hacía mucha ilusión que me compararan con él, pero luego quise labrarme mi propio estilo y distanciarme de Stephen King. Por eso no me cuadra que me sigan poniendo esa etiqueta.
¿Qué tipo de terror te interesa?
Siempre me ha interesado el psicológico. El que te deja pensando. No he sido mucho de gore, aunque a veces haya metido algo en mis historias.
Me has dicho que no se gana dinero con esto y yo añado que el proceso de escritura a veces puede ser muy doloroso. ¿Entonces por qué sentarse semanas, o meses, no sé, delante de un ordenador para escribir?
Para mí el proceso de escritura ha sido a veces liberador y otras una completa tortura, pero siempre ha sido una necesidad. Incluso en los tres o cuatro años que he estado sin poder escribir por un bloqueo enorme intentaba hacerlo, porque lo necesitaba, pero luego era frustrante. Considero que es una necesidad con la que se nace y luego no te puedes alejar de ella.
¿Tienes mucho guardado en cajones que no saldrá nunca?
Tengo escritas novelas que nunca verán la luz porque no estoy conforme con la calidad que tienen y no creo que nunca las reescriba. No soy de reescribir. Entiendo que algún día las destruiré porque no las pienso mover por ningún lado.
¿Por qué en un momento dado decidiste ponerte detrás de una cámara para dirigir, en este caso el cortometraje Fe?
De primeras tengo que decir que soy un apasionado del cine desde muy pequeño. No soy coleccionista, no soy mitómano, pero siempre fui muy aficionado, aunque más de la literatura. Llegó un momento en el que estaba muy saturado de literatura y me apetecía probarlo porque, al fin y al cabo, es otro medio para contar historias. Tuve la suerte de que hicieran Extinction y, a raíz de aquí, comencé a conocer gente dentro del mundo del cine y las personas que conocía me iban motivando para que yo mismo dirigiera mis propias historias.
Ahora estás con el corto 665, que no para de ser seleccionado en festivales de todo el mundo.
Con Fe y Lobisome pasaron cosas durante el rodaje que hicieron que me arrepintiera de haberme metido en esto, y tenía muchísimo miedo a rodar un tercer corto. Algo que odio es estar involucrado en cosas de producción, como en estos dos cortos. Para 665 conocí a José Luis Martínez, el director de fotografía, y él tenía una productora. Me dijo que él se encargaría y que yo me dedicara a escribir y dirigir. Mi amigo Pedro Raúl de Diego, que es quien hizo las criaturas de mis anteriores cortos, y que trabaja en el cine desde hace muchísimos años, por ejemplo en películas como Terminator: Destino oscuro, me dijo que confiaba ciegamente en mí y esto me motivó. Me dijo que yo tenía que rodar 665 y que él me apoyaba. El rodaje fue maravilloso. No sé si el éxito del corto es por el tema o por el buen rollo que hubo desde el principio y que se ha visto reflejado en él. Es mi corto con más selecciones y más premiado, y aún tenemos distribución para muchos meses.
Imagino que querrás seguir haciendo cine.
Ahora me voy a centrar en un largometraje que hemos escrito Javier Castañeda y yo. Es un terror un poco complejo, muy filosófico y con una parte de tortura porno.
¿Qué piensas de esta etiqueta de “terror elevado” que se emplea ahora tanto?
El otro día puse un tweet en el que decía “terror elevado el que tengo aquí colgado”. Me parece una chorrada. Creo que es como para justificar que te pueda gustar el terror. Es algo muy elitista y lo aborrezco.
¿Dónde hay más terror para ti: en la realidad o en los mundos que imaginas?
No, no, siempre en la realidad, está claro. La realidad siempre es muy terrorífica. A mí me asusta muchísimo que pueda pasar algo el día de mañana con la guerra entre Rusia y Ucrania. Eso es lo más terrorífico que me puedo imaginar ahora: que Putin se acabe por volver loco del todo, ataque algún territorio de la ONU y entremos en la Tercera Guerra Mundial, que no sabemos cómo podría a acabar, pero desde luego bien no. Este tipo de terror realista me asusta muchísimo.