Gabriel Bonnot de Mably (1709-1785) fue un pensador francés, más conocido como Abate Mably, que puede ser considerado un precursor, en cierta medida, de un cierto socialismo.
Mably recibió claramente influencias de Locke y, sobre todo de Rousseau. Su espíritu crítico es genuinamente ilustrado haciendo un análisis de la sociedad del Antiguo Régimen que comenzaba a entrar en crisis durante el transcurso de su vida. Pero si, por un lado, parece un ilustrado típico, por otro, dado su intenso espíritu crítico, se enfrentó a dos de los pilares de la Ilustración, el optimismo y el progreso. La realidad de lo que veía no le permitía adoptar esta filosofía.
Habría que volver al inicio, al estado de naturaleza donde imperaba el comunismo primitivo, la libertad y la igualdad de todos los hombres. El camino era revolucionario, lo que le alejaba de la vía del despotismo ilustrado de los fisiócratas, a los que criticó con contundencia, pero también del sistema inglés porque creía que, en realidad, el poder no estaba en el Parlamento, sino en el ejecutivo. Era muy crítico con la Monarquía, considerando que “los reyes han sido hechos para el pueblo y no el pueblo para el rey”.
La revolución acabaría con la esclavitud, los impuestos indirectos, que eran sumamente injustos, eliminaría los contratos de arrendamiento de cultivo y establecería el control de la propiedad agraria individual. Mably atacó la propiedad con energía. Por muy crítico que fuera Mably estamos hablando de un hombre de su tiempo, ya que su defensa de la propiedad comunal y de la igualdad no iban encaminadas únicamente a mejorar el bienestar de la sociedad, como podría defender un socialista o un comunista, sino que eran un medio para alcanzar la virtud. En este sentido, era un admirador de algunas sociedades antiguas, especialmente, la espartana La Historia para Mably era un medio que ofrecía lecciones morales y políticas. Esparta tendría, para nuestro autor, cuatro grandes cualidades que definirían el carácter de los buenos ciudadanos: templanza, moderación, coraje y patriotismo. Los espartanos ofrecerían un ejemplo civilizador mediante buenas leyes y la práctica de las virtudes, y no mediante las superficialidades del lujo. Los espartanos, siempre según Mably, amaban la libertad y la patria, y despreciaban las riquezas. Los atenienses, en cambio, eran amigos del lujo, vanos, impetuosos, desconsiderados y extremistas. La defensa de los espartanos se vincula con lo que citábamos antes sobre el retorno al estado de naturaleza, porque tenían una forma de vida elemental, rústica y modesta, y donde el trabajo aportaba a cada hombre una subsistencia honesta. Esparta tenía justas leyes agrarias y suntuarias que regulaban un orden sencillo y perfecto. Licurgo consiguió la igualdad perfecta. Los espartanos combatían la ociosidad y la pasión perniciosa. Pero esta visión idílica de los espartanos por parte de Mably no profundizaba en la explotación que sufrían los hilotas.
También hay que destacar que nuestro autor fue un deísta, ya que consideraba que la moral era una garantía para el bien general. La religión sería garantía de la moral natural. La sociedad necesitaría la religión. El ateísmo sería peligroso por antisocial.
Mably ejerció una gran influencia en la Revolución Francesa. Sus obras fueron publicadas a bajo precio en ese momento, y se sabe que un retrato suyo se colgaba en los clubes jacobinos.
Mably escribió mucho, destacando las obras siguientes: Entretenimientos de Foción sobre la semejanza, y conformidad de la moral con la política (1763), Dudas propuestas a los filósofos y a los economistas sobre el orden natural y parte fundamental de las sociedades políticas (1768), De la legislación o los principios de las leyes (1776), y Derechos y Deberes del Ciudadano (1758), obra que sería traducida al castellano, en plena Guerra de la Independencia, en el Cádiz de las Cortes de 1812, por la marquesa de Astorga, y que podemos leer en una edición de 2010.