La economía española atravesó en el período de la guerra civil una profunda crisis que afectó a todos los ámbitos de la producción, la distribución y el consumo.
Al comenzar la guerra, en la zona republicana quedaron las zonas industriales de Cataluña, País Vasco y Asturias, así como las principales ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia. Pero las áreas agrícolas eran insuficientes para alimentar a la población. El desconcierto provocado por el conflicto durante los primeros meses que supuso la pérdida del control político por parte de las autoridades e instituciones legales de la República a favor de las organizaciones obreras se tradujo en una situación similar en el ámbito económico con patronos huidos, encarcelados o asesinados y empresas confiscadas. Las colectivizaciones de empresas privadas, que quedaron bajo la dirección de comités obreros, fueron una práctica habitual en Cataluña y Levante, donde el movimiento anarquista defendía hacer la revolución al mismo tiempo que se combatía. El argumento anarquista se basaba en que los obreros lucharían contra los sublevados con más motivación si se planteaba la revolución y se trabajaba por ella. Por el contrario, en el País Vasco, la propiedad fue mucho más respetada. En general, ya fuera por una causa u otra la situación industrial de la República pronto fue caótica. En la agricultura se aceleró la reforma agraria. Se expropiaron las tierras no cultivadas y después las de lo que habían apoyado la sublevación. El volumen total de tierras afectadas por la reforma fue muy alto. Pero, también en este sector económico la organización puede ser calificada de desastrosa, lo que repercutió en el abastecimiento de alimentos en las ciudades. Los experimentos colectivistas fueron destacados en Aragón.
Para cubrir los gastos de la guerra la República se vio obligada a recurrir a la emisión de deuda pública. Fue posible mientras se confió en la victoria, más o menos hasta el verano de 1938, pero después nadie estaba dispuesto a prestar su dinero a un régimen que estaba perdiendo la guerra. La otra medida financiera importante fue el depósito de las reservas de oro del Banco de España en Moscú para pagar el material de guerra vendido por los soviéticos.
En la zona ocupada por los sublevados la guerra no comenzó muy bien desde el punto de vista industrial porque no se controlaba ninguna zona importante, aunque, en compensación, la España rural castellana estaba en su poder, por lo que la producción de alimentos estuvo asegurada. Las carencias industriales explicarían el interés de los sublevados por hacerse muy pronto con el norte peninsular.
El control de la producción fue muy estricto en este bando, para lo cual contaban con la colaboración de los propietarios rurales, la banca y los grandes financieros. Las tierras expropiadas en la época de la República o en la guerra fueron restituidas a sus propietarios.
Como no se disponía de reservas metálicas para financiar la guerra Franco consiguió la ayuda de Alemania e Italia. Para pagar estas aportaciones se establecieron cómodos plazos y modalidades de pago, así como algunas compensaciones en materias primas, por ejemplo, aspecto muy destacado especialmente en relación con los alemanes, que muy pronto necesitarían muchos recursos por el estallido de la Segunda Guerra Mundial.