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Vie. Nov 22nd, 2024

Los cargos vitalicios convierten a la persona en el personaje. Le ocurre igual al Rey Juan Carlos que a Antonio de María. Ambos son capaces de poner al borde del abismo a la institución que representan o representaron con tal de acrecentar sus porpios egos; uno con influencias, comisiones y chanchullos y el otro con presencia pública. Ni uno lleva corona ni el otro tiene restaurante. Pero eso no les impide cavar bien hondo la fosa donde enterrar a la monarquía o a HORECA, da lo mismo.

La patronal hostelera no solo va a tener que afrontar una crisis de imprevisibles consecuencias, también tendrá que esquivar las piedras que su propio presidente le ponga en el camino. Antonio de María es especialista en convertir a la federación que preside en enemiga de la opinión pública. Será un gran dirigente, como demuestran los años que lleva al frente de HORECA, pero bajo su mando la patronal tiene un enorme problema de comunición. Nunca es buen momento para ser el malo de la película, pero quizás este sea el peor.

Ya al comienzo de esta crisis, unos días antes de decretarse el Estado de Alarma, De María soltó en Radio Cádiz eso de «suspender la Semana Santa, la Feria de Jerez y las motos puede causar más daño que el coronavirus». Si ya fue una barbaridad entonces, con algo más de 100 fallecidos, ahora que superamos los 27.000 es una metedura de pata de las que hacen época.

Dos meses de confinamiento y uno con importantes limitaciones a la movilidad no le han servido para recapacitar. Ha bastado el cierre de una playa minúscula durante unas horas para que De María volviera a poner una diana en la frente de los hosteleros. La petición de una reserva de espacio para los turistas era innecesaria, pero el personaje hace tiempo que que engulló a la persona.

El presidente de los hosteleros podía haber puesto la pelota en el tejado del Ayuntamiento adviertiendo de que el Plan de Contingencia podía poner en riesgo el ya maltrecho sector turístico. En vez de eso prefirió meterse un gol en propia puerta por toda la escuadra para convertirse, una vez más, en protagonista. Lo ha hecho ahora, lo hizo al principio de esta crisis y también en infinidad de ocasiones cuando se estaba tramitando la ordenanza de terrazas. Con el Covid-19 los hosteleros pueden perder una batalla, pero con De María están perdiendo además el relato.

Cádiz es una ciudad que vive del turismo aunque quiere creer que vive de otra cosa, o quiere vivir de otra cosa pero no puede, que es más o menos lo mismo. En cierto modo es como los Borbones. Ellos piensan que salimos adelante gracias a la monarquía cuando lo cierto es que la monarquía sale adelante gracias a nosotros.

Cádiz depende económicamente de sus visitantes y estos, afortunadamente, causan menos problemas que los que les achacan. Es cierto que cada año somos menos habitantes y que la vivienda está inasequible, pero esos problemas ya existían hace 40 años cuando la presión turística era prácticamente inexistente. Sin embargo la turismofobia crece de forma constante.

HORECA debería tener entre sus preocupaciones contrarrestar el discurso. Hacer ver la necesidad del turismo en la ciudad. Sin embargo, ha preferido echarse a la opinión pública encima con salidas de tono constantes y que sean asociaciones como Calle Viva las que ganen la batalla dialéctica. Lo lamentaremos.

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