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Vie. Nov 22nd, 2024

«Cerdita», el terror del bullying

Coloquio sobre «Cerdita» en la Academia de Cine.

Algunas de las mejores películas de terror que recuerdo rompen de plano con uno de los tópicos del género: la oscuridad. La ficción nos ha mostrado demasiadas veces que la noche es el momento natural para el miedo, porque ahí es donde acechan las pesadillas, y, por ende, los monstruos. El día, en cambio, no parece tan amenazante. ¿Cómo se puede provocar el horror a plena luz del día, y, además, dentro de una localidad con su vaivén diario, y diurno? Chicho Ibáñez Serrador ya nos demostró en ¿Quién puede matar a un niño? (1976), que, con el sol en su cenit, un en principio pacífico pueblo marítimo puede ser una trampa mortal y Tobe Hooper también supo ver que el mal puede acechar de día en La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974), película, por cierto, en la que se mira no poco Cerdita (Carlota Pereda, 2022), una película de terror que se pudo ver ayer en la sede de la Academia de Cine en Madrid y que llegará a salas de toda España este próximo viernes 14.

Cerdita tiene para quien escribe varios puntos de interés: ese terror diurno señalado (no se quiere decir que no se juegue en ningún momento con la noche), su localización en el mundo rural (el pueblo de Villanueva de la Vera, en este caso, aunque con otro nombre), el muy bien traído sentido del humor (inevitable para dar algo de respiro al espectador), y, muy especialmente, el respeto y conocimiento del género que se desprende de la figura de su directora, Carlota Pereda, hecho este, el de la dirección femenina, que es también muy de aplaudir en un género del cine henchido de testosterona. Cerdita está repleta de referencias, y, aunque Carrie (Carrie, Brian de Palma, 1976) y la citada La matanza de Texas, sean las más recurrentes, el “psycho-killer” de Pereda reúne las cualidades y características propias de los más aclamados: Leatherface, sí, pero también Jason Voorhees y Michael Myers. Inexpresivo, callado, de gran porte físico… Si estuviéramos en Estados Unidos, su maquinaria de “merchandising” habría puesto ya en marcha la figura de este personaje.

No cabe duda, empero, que, aparte de lo expuesto en el párrafo anterior, el interés de esta película para el público general, lo que le da un plus de compromiso social (sin ser pedante) es el germen con el que surgió aquel cortometraje homónimo de 2018 que dio el Goya a Carlota Pereda: el sufrimiento que genera el “bullying”. La angustia de Sara, una joven obesa interpretada por Laura Galán, traspasa la pantalla hasta el punto de que los momentos más terroríficos de la película son precisamente aquellos en los que está siendo víctima de una mofa descarnada y nauseabunda. No hay otro instante más impactante. El resto forma parte de la ficción en mayúsculas; el acoso a una joven por su condición física es demasiado común y, por esto, nos remueve más las tripas y la consciencia. Aún así, en su final Carlota Pereda pone sobre la mesa, o mejor sobre la butaca del cine, un debate que formará bandos extremos.

No solo estamos ante una muy aceptable película de terror española (indico lo de española porque sí, porque no tiene complejos en serlo), sino ante una obra que consigue que reflexionemos más allá de los créditos finales. Y no, pese a tratar una preocupación social de primer orden, no es “terror elevado”, ese concepto estúpido de quienes en el fondo sostienen que el género es algo menor y por esto hay que adjetivar así aquellas películas que “son algo más que mero terror”. Cerdita, que se acaba de llevar el Méliès de Oro a la Mejor Película Fantástica del año, trata el “bullying, pero es una película de terror y consigue hacer gozar a quienes nos gusta el género. Con sus limitaciones, lógicas de una “opera prima”, resulta una buena opción para acudir a las salas. Después, os lo aseguro, discutiréis sobre su desenlace, lo que no está nada mal.

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