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Colectivos LGTBIQA+ critican el vaciamiento político del Orgullo en Cádiz y reclaman su sentido reivindicativo

Aunque muchas localidades exhiben banderas arcoíris, activistas denuncian una pérdida del carácter combativo del Orgullo y alertan del uso institucional sin compromiso real con los derechos del colectivo

A medida que se acerca el Día del Orgullo LGTBIQA+, numerosas localidades de la provincia de Cádiz visten sus espacios públicos con banderas arcoíris y mensajes de apoyo. Sin embargo, colectivos sociales y activistas del movimiento LGTBIQA+ advierten de un preocupante vaciamiento del contenido político y transformador de esta celebración, que, según denuncian, está siendo absorbida por las instituciones desde una lógica estética y superficial.

Se está convirtiendo en una fiesta institucional sin mensaje”, afirma José María Rodríguez, activista con una larga trayectoria en la defensa de los derechos LGTBIQA+ y cofundador de la Asociación Libres de El Puerto de Santa María. Rodríguez participa actualmente en la organización de actos alternativos junto a colectivos de base que buscan recuperar el carácter reivindicativo del Orgullo.

El activista lamenta que, frente a jornadas que antes incluían exposiciones, proyecciones y espacios de denuncia social, ahora se impone una imagen “vacía de contenido”, centrada en la estética, la purpurina y los espectáculos, y donde las realidades más duras del colectivo –como las de personas trans, racializadas, migrantes o en situación de exclusión– quedan silenciadas.

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Una de las críticas más recurrentes es la presencia de partidos políticos, especialmente del Partido Popular y fuerzas de ultraderecha, en los actos oficiales. “No se puede ondear la bandera arcoíris mientras se vota contra leyes que nos protegen. Es incoherente y dañino”, asegura Rodríguez.

En ciudades como Cádiz, Jerez o El Puerto de Santa María, el malestar se acentúa al comprobar cómo las celebraciones del Orgullo se han convertido, según los colectivos, en actos organizados desde arriba, sin participación real del tejido activista y alejados de las luchas históricas del colectivo.

Desde estos espacios se reclama que el Orgullo recupere su sentido transformador, ante una realidad social que sigue siendo dura: agresiones LGTBIfóbicas, discursos de odio normalizados, precariedad y desigualdad en el acceso a derechos siguen marcando la vida de muchas personas del colectivo.

“El Orgullo no es solo una fiesta: es una trinchera desde la que seguimos defendiendo nuestras vidas”, concluye Rodríguez. “No aceptamos que nuestra lucha se utilice como marketing mientras se toleran políticas regresivas o se calla ante injusticias como el genocidio en Palestina”.

Desde los colectivos andaluces se hace un llamado a volver a las calles, a organizar actos desde la base y a no conformarse con gestos simbólicos vacíos. Porque, insisten, el Orgullo sigue siendo necesario.

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