Que la ficción y la realidad se confunden no es algo que nos deba sorprender, es más no hay ficción, por ejemplo en los géneros literarios, en el cine o en otros formatos, que no sean producto de una elucubración basada bien en la experiencia o bien en la probabilidad futura. Una novela histórica es una ficción sobre el pasado pero con la condición de recreación de una probable realidad. En las películas, en muchas de ellas, nos advierten de que las mismas están basadas en la realidad aunque con giros imaginados o con cambios de personajes…
En la historia de la humanidad han habido cientos, miles, millones de casos en los que la transformación de la realidad, su adulteración, se ha basado fundamentalmente en la negativa a aceptar el nuevo conocimiento, y es ahí donde aparecen guardianes de las tristes esencias -envalentonados por su supuesta autoridad en unos casos y la incapacidad de aceptar las nuevas verdades- que hacen de su capa un sayo.
El Cardenal Belarmino disipó cualquier duda sobre el cuestionamiento de las enseñanzas de Ptolomeo -y su teoría Geocéntrica- por la expuesta por Copérnico del Heliocentrismo de un plumazo, y así fue capaz de –como martillo de herejes- obligar a Galileo a abjurar de su defensa del llamado giro copernicano y así perdonar la vida del astrónomo (lo del “se mueve” es una leyenda urbana no demostrada).
En el plano de la ficción, Jean Valjean fue perseguido implacablemente por el inspector Javert durante buena parte de su vida sin cuestionarse nunca si su actuación era la que pudiera venir del dictado de la verdadera justicia o de la verdad objetiva. Su misión, la que él se atribuyó como misión de su vida, era detenerlo. Y Víctor Hugo construyó la que para mi es la novela más intensa de la historia.
A finales del siglo XIX, el periodista Zola, escribió un artículo que es considerado como fundador de un nuevo periodismo, el que va más allá de la mera información clónica de la realidad. “Yo acuso” fue una encendida defensa al Capitán Dreyfus acusado y condenado injustamente de traición a la patria en un proceso plagado de irregularidades, una investigación torticera y después una intolerancia al reconocimiento del error de las autoridades francesas. Zola, que murió posiblemente asesinado, contribuyó decisivamente a que, a regañadientes, años después se reestableciera una legalidad rota por todo un cúmulo de personajes siniestros y dogmáticos.
Kubrick es para mi gusto, uno de los mejores directores de cine, o por lo menos ya que no soy un especialista, sus películas son de las que más me gustan. Aprovechando una novela de un escritor del cual no recuerdo el nombre, guionó y dirigió “Senderos de Gloria”, considerada –y para mi también- una de las mejores películas de la historia. La falta de escrúpulos del General Mirbeau, pruebas falsas, testimonios adulterados, inculpados aleatorios…llegó al culmen de ajusticiar a soldados para tapar su absoluta falta de competencia y su desprecio a la verdad. Ni siquiera la valiente defensa del Coronel Dax pudo evitar la trágica situación, aunque, como consuelo, al final de este maravilloso alegato contra la guerra, el autoritarismo, la prepotencia y la mentira, pudiese forzar el defenestramiento de tan deplorable General.
El creador de lo que entendemos por un Ministerio del Interior fue Fouché en la Francia revolucionaria de 1789. Fue un político capaz de orquestar todo tipo de intrigas con el simple objetivo de cumplir sus objetivos. Así vale para este peligroso personaje lo del fin justifica los medios. Actuó en cada puesto que ocupó, destacando el de Ministro de la policía, por su capacidad para –a través de todo tipo de artimañas- eliminar a todo aquel que no respondiese a sus intereses o haciendo todo lo que fuera necesario para darle un prestigio más allá de la justicia de sus actos. Actuó como espía, policía, instigador…pero todo con gran desprecio a lo que él decía defender: la justicia. Por sus manos pasaron informes, investigaciones –lo que hoy se llaman atestados- que fueron ignorados, falseados o directamente fabricados a su interés, que puestos en manos de la justicia supusieron cientos, miles de condenas que en muchos casos acabaron en la guillotina…
Para finalizar y valga como estrépito me permito –para iniciados- poner una frase que pronuncia Chico Marx disfrazado de Groucho en Sopa de Ganso: ¿A quién va a creer, a mi o a lo que ven sus ojos?
Pongo estos pocos, pero conocidos ejemplos, de lo que la historia cuenta, una veces sobre hechos reales y en otras sobre lo que la ficción nos relata y, como en muchos casos, da igual el que consideremos real lo que es ficción o ficción lo que es real, porque en pleno siglo XXI sigue habiendo muchos Fouchés, Javerts, Belarminos ect, ect, ect. Mas líbrenos del mal, amén.