Hay cosas que no comprendo, lo intento, lo medito, hago un poder por tratar de que mis entendederas alcancen a ver la lógica de algunas cosas que pasan en la política y no llego. Por poner un ejemplo el hecho de que Alberto Garzón, un muchacho que vale mucho, esté colocado en el quinto puesto de la candidatura al Congreso, el quinto por la provincia de Madrid. Servidor en sus cortas luces acepta lo de la unidad con quien te ha dicho de todo menos bonito, encima de las malas maneras que se gasta el chavalillo mediático, pensando en toda esa retórica fatua de la unidad de la izquierda, el frente ante los fascistas y el sorpasso a los sociatas chuflas. Pero lo que no entiendo es la pérdida de la identidad propia, de la renuncia a las banderas de los padres, Clint Eastwood dixit, o el amoldarse a un partido aguadito orgánicamente hablando como es Podemos. Y el remate de tanta claudicación, por no llamarla bajada de pantalones es aceptar ir el quinto, un puesto para mozo de remplazo, en la lista principal.
Me explico, el número uno debe ser al guía que ilumina el camino de asalto a los cielos siguiendo el manual de ese otro iluminado carpetovetónico llamado Anguita. Vale, eso es así, el mozo de remplazo aporta un milloncito de votos y el carismático pone cinco, creo que a eso le llaman reconocer el liderazgo. Hasta ahí bien, luego que el segundo puesto lo ocupe una mujer es de lógica, tienen que edulcorar su micromachismo de guerrilleros latinoamericanos con la presencia femenina aunque sea con una señorita adinerada como la Bescansa o similar. Pero el tercero, el tercero le corresponde al mozuelo Garzón. Pues no, coge el señorito de la neoizquierda y va y se lo da a su Errejón. No lo entiendo, es que ya ni siquiera es un buen leninista que por ese camino no llega a estalinista de pro que es lo que se le adivina en el gesto, en el verbo y en las intenciones. Si Pablo Manuel aspira a lo que nos imaginamos que aspira, que menos que una buena purga y patada a Íñigo al gulag, a uno virtual que estamos en otros tiempos. Qué va, humilla a Errejón con un te vas a tragar todas tus conspiraciones, el cese de tu mano derecha al estilo del Caudillo y el cambio de estrategia hacia el lado contrario del que te gusta a mi ladito, sentado junto a mi tragándote la quina de que hago lo que me sale de la coleta y poniendo buena cara.
A lo que iba, el mozo Garzón baja la cerviz, humilla como se dice en el arte de Chicuelo , y se conforma con ser el quinto de remplazo. Un papelón grande, de categoría como no se ha visto en décadas. Y en esto que el conductor de las masas, Pablo Manuel, va y se monta un numerito de abrazos y lagrimas con el antes conocido como el Califa. Enternecedoras palabras de «Pablo, estamos en el 77» que la verdad no sabíamos si es que ese era el número del cupón que jugaban a medias o la casilla de la Oca en que se quedaron el último día que cenaron juntos y echaron unas partiditas de sobremesa. Un numerito para adeptos y abducidos en el que quedó claro que el cornudo era el que hacía el papel de quinto de remplazo en el llamamiento a filas de junio del 2016.
A mi edad, visto lo visto, teniendo la memoria que me ha dado la naturaleza auguro tardes de gloria y decadencia. No estamos ante la unidad de los proyectos ni de los objetivos de clase, esos son cosas de marxista antiguo. Lo que contemplamos es la confluencia de los egos, Pablo y Julio, y la resignación de consentido del quinto, el antes promesa de la izquierda. El 26 de junio a la noche me sentaré ante el televisor, brandy en una mano y habano castrista en la otra, a ver el espectáculo del triunfo de Mariano Rajoy. Y a esperar una izquierda de verdad, no una opereta de trileros ególatras. Al tiempo.