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Sáb. Oct 5th, 2024

Entrevista a Sezar Blue: «Estamos haciendo desaparecer la comida tradicional»

Ayer me reuní con el YouTuber gastronómico Sezar Blue en Alcalá de Henares. Por cierto, pude subirme a su Tesla unos minutos antes de comenzar la entrevista en un paraje extraordinario de esta ciudad madrileña. Soy seguidor de Sezar Blue, que cuenta en este momento con 428 mil suscriptores en YouTube, desde hace algún tiempo, no tantos como los cinco años que lleva en ellos, pero sí al menos dos o tres. Disfruto viendo sus vídeos y hasta ha conseguido que me traslade no pocos kilómetros para comer en alguno de los restaurantes que ha recomendado. El encuentro fue muy grato, tanto durante la grabación como fuera de ella, y espero que no sea el último. Como suele decir este carismático «foodie», vamos a ver qué se cuece con esta entrevista.

Me comentabas antes de darle a grabar que el cine es muy importante para ti y que incluso has querido hacer planos de Hitchcock en tus vídeos. Me parece magnífico que tengas referencias cinematográficas para hacer tus vídeos.

Ahora estoy mirando los formatos logarítmicos y voy a empezar a grabar en RAW. Tengo todo el sistema para grabar en RAW, y necesito un colorista que coloree los vídeos, que procese todos los vídeos por mí. He intentado reproducir ese plano que va de lo particular a lo general en Psicosis, el del ojo de la víctima en la ducha, pero es muy complicado de hacer.

¿Tienes un equipo de gente trabajando para ti?

Solo tengo un editor, que me ayuda, pero, claro, tendría que estar como los buenos directores de cine editando la película con él. Mi editor hace el montaje del vídeo, me lo envía y luego yo trabajo en él unas tres o cuatro horas, como poco. En lo de la Ruta 66 he echado igual dos jornadas después de su edición. Si tengo que grabar la voz en off, primero monto los planos, luego hago un guion, lo leo, lo cuadro…

Hay quien pensará viendo los vídeos que es llegar y hacerlo. Punto.

Claro… El otro día en La Línea de la Concepción grabé un vídeo de la Ruta de la Tapa que me ha llevado cuatro días. El primer día grabé unas cuantas tapas, el segundo día otras tantas, pero me quedaron dos, el tercer día las dos que me faltaban y el cuarto fue la entrega de premios. Yo tuve que salir un lunes de mi casa, y regresar un jueves, para grabar un vídeo que dura unos quince minutos. O sea, he echado en él cinco días de mi vida: un montón de horas de coche para ir, otro para volver… Al fin y al cabo, esto fue una colaboración, y ellos me han ayudado con los gastos, pero súmale a todo lo que te he dicho que, salvo en este y dos o tres más, tengo yo que coger el hotel, el coche, pagar los restaurantes…

Tú haces de producción, guionista, director…

En esto soy todo: la secretaria, el oficinista, el que recibe los paquetes, el que elige la película, el guion, el cámara, el de sonido. Cada vez que voy a grabar hago una prueba de sonido con las dos cámaras que llevo y con los dos micrófonos. Y cada cosa lleva un tipo de plano: si grabas fuera, monta un estabilizador, pon la cámara, vuelve a probar, comprueba la estabilidad… Utilizo varios objetivos, por esto que te decía del cine. Yo no utilizo focales variables. ¿Qué sucede, entonces? Que cuando se ve un plano corto hay un objetivo que es para que haya un plano corto… ¡Llevo una maleta que pesa la de Dios!

Pero, remontándonos un poco atrás en el tiempo, imagino que cuando comenzaste no llevabas tanta parafernalia.

Empecé con el móvil… A todo aquel que me pregunta y que quiere empezar en YouTube le digo que ya tiene un teléfono móvil. Le digo que lo sujete lo mejor posible, porque no hay nada peor que ver un vídeo movido, y que se ponga a hablar. De hecho, empecé un canal así. De la nada. Para mi canal de coches puse el teléfono en un trípode y en el primer vídeo tuve la mala suerte de que, sin yo darme cuenta, la grabación se paró en el minuto ocho o así. Faltaba un poco para acabar, pero lo subí tal cual. Pues es uno de los vídeos más vistos del canal. Pero, aunque te diga que no hace falta nada, pensé que los vídeos iban a quedar colgados muchísimos años y que quería que aguantaran lo más posible el paso del tiempo, porque con el tiempo he entendido que hago un trabajo documental de una situación actual. Todos los vídeos que vemos antiguos, desde los de Cousteau a los de la BBC o del National Geographic de los años 80, por ejemplo, se han tenido que volver a rodar porque han salido nuevas tecnologías. Eso aguantó un período de tiempo grande, lo nuevo aguantará otro, y, cuanto mayor sea el tiempo que aguante, mejor. Se puede ir a la selva a volver a rodar a los leones, pero no puedes abrir un restaurante que ya cerró o no puedes documentar la situación actual gastronómica otra vez. La que hay ahora es la que hay. Entonces, siento mucha una responsabilidad, porque gracias al canal he tenido unos ingresos grandes que me han permitido reinvertir en el propio canal para hacerlo lo mejor posible. Para que dure más tiempo. Me he gastado el dinero en nuevas cámaras. Ayer mismo estuve mirando una nueva que es aún más nueva que otra que había mirado y que vale casi seis mil euros, pero esta ya graba en 8k nativos durante un tiempo ilimitado, por decirte, porque las que había hasta ahora grababan solo hasta diez minutos. Estoy en contacto con YouTube desde hace tiempo para poder producir los vídeos en 8k y lo mismo esto me obliga a invertir quince o dieciséis mil euros. A lo mejor todos los beneficios y ahorros de un año son para que los vídeos aguanten más el paso del tiempo. Para que sea un buen documento.

¿Por qué pasaste de los coches a un canal de gastronomía?

Empecé con la fotografía. Me he dedicado a la fotografía durante muchos años y hacía una muy concreta llamada gigapixel. Esta tiene la ventaja de que puedes ampliarla muchísimo sin que pierda resolución. Como esto era muy difícil de entender, y yo siempre he sido buen comercial, hice un vídeo para enviárselo a aquel que tuviera dudas. Cuando lo hice, un compañero fotógrafo me dijo que se me daba muy bien lo de Youtube y me animó a que me hiciera un canal. Pero le dije que a mí no me gustaba estar delante de las cámaras y que por eso soy fotógrafo. Es muy raro, pero es la realidad. De hecho, cuando vamos de viaje no salgo en las fotos porque no me gusta. Pero mi amigo me dijo eso, y a los diez o quince días me lo dijo su hermano, y pensé que ellos, que se dedicaban también a las redes y la fotografía, lo mismo tenían razón. Un día, entonces, abrí un canal de fotografía.

¿Y cuándo llegó el de comida?

He sido profesor de autoescuela y trabajado mucho con militares. Al lado de casa de mi abuela vivía un militar que, cuando se caducaba la comida militar, tenía literalmente palés, pero en realidad no caducaba, sino que se le tenía que poner fecha por cosas de las leyes. Yo he comido sardinas, galletas, de todo, comida que en principio caducada y estaba buenísima, porque la comida del ejército español es muy buena. Un día dando clases, un alumno me trajo unas raciones militares y me pareció gracioso grabarlo para el canal. Este vídeo tuvo treinta mil visitas y los de fotografía tenían doscientas, así que dije “pues ya está, hay que ser un camaleón: vamos a hablar de comida”.

¿Tú comías mucho fuera antes de empezar?

Toda la vida. Yo vivía en Vallecas y trabajaba en Alcalá de Henares. A la fuerza me tocaba comer fuera o bien porque me traía la comida o bien porque iba a restaurantes. Después del trabajo siempre quedábamos los amigos para cenar, porque yo estaba en el mundo de la música, en el mundo de la noche, y tocaba cenar fuera. Entonces, creo que con 25 años ya había ido a más restaurantes que la mayoría de la gente en toda su vida. No lo digo presumiendo. Fue una situación a la que me llevó la vida. Mi tema de conversación, además, siempre había sido la comida.

Ya tenías ese punto de analizar la comida? Y tanto. Mira, mis padres estrenaron la Ley del Divorcio. Entonces, cuando la mujer se divorciaba y accedía al mundo laboral, en ningún lado ponía que los niños no se podían quedar solos en casa. Tú ahora los dejas solos y se te cae el pelo. Antes era lo más normal. Se te decía que si pasaba algo llamaras a la vecina… En un período de su vida, no siempre, porque mi madre solía estar en casa con nosotros, por las tardes salía dos o tres horas a limpiar las casas y tal, y era justo en el momento de la tarde cuando echaban el programa Con las manos en la masa. Yo ponía ese programa cuando mi madre no estaba, trataba de hacer las recetas y me las comía para que mi madre no me pillara. Le pedía a mi madre que me comprara las revistas de ese programa, y las tengo todas. Eso leía yo. ¡Con 7 años! Así que, normalmente, en casa no como nada que no haya cocinado yo, pero de toda la vida.

¿No te dio por dedicarte profesionalmente a ello?

No, porque tenía otras inquietudes también, como la música, la guitarra, pero eso siempre me acompañó. Yo, por ejemplo, cuando conocía a una persona, a una chica, no le preguntaba si trabajaba o estudiaba, sino lo que había comido ese día, cuál era su comida favorita o qué restaurantes conocía. Por ahí ya sacaba conversación. Te diría que es una obsesión bárbara. Me encontraba una receta que quería hacer y la repetía cientos de veces hasta conseguir el resultado que quería. Por las noches llegaba de copas a las dos o las tres de la mañana y me ponía a hacer una paella dos horas. Esto es literal. Claro, esto lo veía normal porque yo lo hacía, pero con el tiempo me he dado cuenta de que no era normal, que eso no lo hace nadie. La comida me apasiona hasta límites insospechados.

¿Se puede saber de qué pie cojea una persona según sus gustos culinarios?

Bueno, no lo sé… Tengo el defecto de prejuzgar, y además muchísimo. Mira, otra de mis rarezas: cuando estoy en la fila de la caja del supermercado me fijo qué compra la gente y cómo es la comida que compra. Luego saco mis propias conclusiones. Analizo a la gente en función de su fisonomía, de cómo se mueve, de lo que viste y de lo que compra. Entonces, digo “fíjate este lo elegantemente vestido que va y lo que está comprando” o “con razón está ese tan flaquito o tan gordito” o “anda que lo que le está comprando a los niños”.

Eres observador, ¿no?

Con el tema de la cocina, sí. A mí la gente a la que no le gusta cocinar me pone de mala leche. No soy capaz de entenderlo y empatizar con este tipo de personas. Y ya sé que tiene que haber gente a la que le dé lo mismo cocinar, pero, como siento esa pasión tan grande, me fastidia. Aunque no te guste cocinar, hay una pregunta para la que todo el mundo tiene la misma respuesta: ¿te gusta comer bien o comer mal? Nadie prefiere comer mal.

¿Has notado una evolución en estos años en cómo te han ido recibiendo los restaurantes?

Sí. Esto suena mal decirlo, pero es una realidad: de momento no he encontrado un documento que contradiga lo que te voy a decir, y si lo encuentro, me retractaré, pero cuando empecé a nadie se le había ocurrido enseñar un restaurante, mostrar la carta, poner la cámara en una mesa y comer delante de la cámara. Había un chico, y lo sigue habiendo, que es Dryan Eats, y es buenísimo en su terreno, pero él va a franquicias y hasta hace nada no llevaba una cámara para que se viera al mismo tiempo la comida y a él. Yo fui el primero en hacer todo eso que te he dicho. Entonces, cuando yo grababa con el teléfono móvil, los del restaurante no reaccionaban, pero ahora es muy difícil que llegue a un restaurante y no haya alguien que me conozca. Antes de empezar en el restaurante que sea llevo guardado el sombrero en una bolsa y saco una cámara con la que parece que estoy haciendo fotos y en realidad estoy grabando el local. Claro, en el momento que saco dos cámaras, dos monitores, dos trípodes, dos micrófonos, un cacharro que gira los platos, o sea ocupando la mesa con un huevo de cosas, y cojo el sombrero y me lo pongo, en menos de cinco minutos aparece el dueño o alguien que viene a informarse de lo que pasa. Me tratan muy bien, pero les advierto que no me pongan nada que yo no haya pedido y que no quiero ninguna clase de invitación o trato de favor. Les pido que hagan todo normal y corriente… Mira, el otro día me pasó en un restaurante en Córdoba que me dijeron que, como había pedido muchas cosas, me iban a sacar las raciones más pequeñas. Les dije que no, porque, si me lo sacaban distinto como lo hacen normalmente, la gente cuando fuera a ese restaurante no iba a ver lo mismo.

Aunque no sueles hablar mal de los restaurantes, sí puedas llegar decir en algún momento algo que no te gusta o te gusta menos. ¿Has tenido luego algún tipo de repercusión de los restaurantes? ¿Te han dicho algo?

No, jamás. A mí me cuesta mucho decir algo malo, y, si lo digo, es porque lo puedo decir, y, si no, lo dejo fuera de cámara. No soy un tío valiente. Yo veo a alguien que viene por ahí y que creo me va a hacer algo, y salgo corriendo. Me asusto con mucha facilidad. Soy un cobarde y no me importa reconocerlo. Pero en mi trabajo, no. Si veo que algo está mal en el restaurante, apago la cámara y le digo al responsable que ha pasado lo que sea. Te voy a poner un ejemplo. En un restaurante, no te diré cuál, fui a grabar con mi madre, porque voy muchas veces con ella, y en una croqueta había un trozo de porcelana. Yo sé qué había sucedido: se habría caído algo, habría estallado y nadie se había dado cuenta de que había caído en la masa de las croquetas un trozo de la porcelana. Bueno, pues me fastidió un diente, me dolió… Apagué la cámara y llamé a la persona que atendía la mesa para decirle lo que había pasado. Le dije que no se preocupara, que el asunto se quedaba allí, pero que se lo decía para que se cercioraran de que en la masa no había más fragmentos. Nunca nadie va a saber en qué restaurante fue y sé que si yo doy ese dato habría ganado mucho dinero con ese vídeo porque habría tenido muchas visitas, pero creo que más allá de esto tenemos una responsabilidad tremenda…

Te iba a preguntar por eso: si sois conscientes de la responsabilidad que tenéis lo youtubers cuando ofrecéis vuestra opinión.

La responsabilidad que tenemos los comunicadores de YouTube es muy grande porque podemos hundir un negocio que tiene mucha gente detrás. Tú para abrir un restaurante buscas un socio, vas a estar años, sacas un montón de licencias, gastas un montón de dinero… Probablemente hipoteques tu casa y tu socio la suya, y yo soy capaz, con la repercusión que tengo, de que si digo algo negativo de ese negocio tenga que cerrar. ¿Quién soy yo para esto? Jolín, ¡y las familias que hay ahí! Con sus hijos, sus dificultades, la pandemia que hemos atravesado… No tengo derecho a hacer eso y creo que nadie lo tiene. Te voy a decir una frase que digo mucho y que ojalá se extienda más: tú no tienes derecho a decir que has comido mal en un restaurante porque solo hayas ido un día y ese día hayas comido mal, pero si vas un día a uno y comes bien, es que saben hacerlo. Ese día que comiste mal quizás se equivocaron. Y, si se come mal, mi labor es decírselo a ellos o coger y marcharme.

Que te ha pasado, claro.

Sí, sí me ha pasado varias veces, y en el momento de he dado la señal de alarma al restaurante de que algo no me gusta, todo cambia y lo intentan mejorar, pero ya no vale. Yo ya he terminado mi labor ahí y he guardado mis cámaras. Incluso si antes de llegar esa alarma yo ya he subido algo a Instagram, lo borro para que nadie me pregunte, ya que el vídeo no lo voy a colgar. Es que no tengo derecho a juzgar a un equipo de quince personas porque haya tenido una mala experiencia con un camarero o con el cocinero por el motivo que sea.

La ética debe estar por encima de lo monetario, ¿no?

Completamente, porque al final el dinero me lo voy a gastar en cualquier tontería, que ni falta me hace, y a cambio de ganar ese dinero he metido en problemas a otra persona. ¿Qué cantidad de odio he generado? En la vida prefiero ser el payaso del circo que te hace reír y olvidarte de tus problemas antes que ser el odioso del mundo del salseo que se gana la vida a base de criticar a otras personas y de pensar que sus valores son mejores que los de los demás. Prefiero hacerte reír que hacerte llorar.

¿Tenéis tanto poder los youtubers como para poder hundir un negocio y, por otro lado, sí hay quien se ceba con la parte mala de los restaurantes?

Tenemos un tremendo poder, sí, y, por ejemplo, hay un compañero del que no te voy a decir el nombre, aunque algunos ya sabrán a quién me refiero, que fue a un restaurante y vio que en la carta figuraban los precios sin el IVA, pero en la parte inferior ponía bien visible que no estaba incluido. Esta persona comió que te cagas y al final del vídeo llegó el dueño y le dijo que le quería invitar, que no le iba a cobrar. Este youtuber le comentó que la ley dice que se debe indicar el IVA y que en la carta no estaba puesto, y el hombre, que pensaba que, de acuerdo a determinadas leyes, tenía razón al no indicarlo, le dio su versión. Seguramente tuviera razón el youtuber, pero el vídeo pasó a llamarse “En este restaurante te engañan”. A mí eso me parece un disparate. Yo hablé con este youtuber y le dije que por favor no sacara ese vídeo porque iba a hacer daño a esa persona y a nuestro sector. ¿Comiste bien? Pues pon otro título. Puso ese título a cambio de las visitas. Pues, enhorabuena por las visitas, y espero que haya disfrutado mucho del dinero haciendo daño a la gente. Por supuesto, ese restaurante ha tomado acciones legales, porque eso no es engañar. A lo mejor no está bien puesto, pero no es engañar. Pero, claro, si estás buscando un título atractivo es un titulazo, pero a mí eso no me parece correcto. El otro día fui a un restaurante, el de Córdoba que te he dicho antes, y no ponía el IVA, sino lo del 10% no incluido. No me sentí engañado porque lo ponían ahí. Estamos de acuerdo en que quizás es mejor que lo pusiera, pero no le voy a poner a mi vídeo “Encuentro otro restaurante que te engaña”.

¿En qué momento decidiste dar el paso para denunciar ciertas prácticas irregulares de los youtubers que no señalan sus vídeos como publicitarios cuando sí lo son y tú consideras incorrectas o que son directamente incorrectas, vaya?

Objetivamente no es correcto. Llevo muchos años con esto. Una de las cosas que he defendido siempre, y que desafortunadamente no se da ni en el periodismo ni en la política, ni en la mayoría de las cosas, es la independencia. La gente no tiene ningún problema en no ser independiente en su trabajo. ¿Qué quiero decir con esto? No ser independiente a la hora de opinar sobre algo. Si tú estás hablando de discos, y te pagan las discográficas, al final no estás hablando de arte… Si tú hablas de restaurantes, y te pagan los restaurantes, por más que me lo trates de disfrazar de la manera que quieras considero que eso no es correcto, no es justo y no te va a permitir ser libre del todo. Por mucho que puedas decir en algún momento que algo en concreto no te ha gustado, pero es imposible que tú seas Chicote si te ha pagado el restaurante. No creo que la credibilidad te acompañe si vas de “crítico” y tratas de venderla en base a que eres capaz de decir cosas malas… Creo que la credibilidad no va de eso, sino de que sientas que de verdad es recomendable el restaurante al que vayas. Yo puedo dar la cara por todo lo que he recomendado más allá de que luego guste o no, porque cada uno tenemos un paladar. Aquí sí te puedo decir que soy el único a nivel mundial, y lo digo con una satisfacción acojonante, que en la descripción de las redes sociales pone bien claro que soy independiente y que no acepto invitaciones ni colaboraciones con restaurantes. Esto no significa que yo vaya a comer a un restaurante y al finalizar mi trabajo me diga el responsable que no me quiere cobrar. No es esto lo mismo a que me llame un restaurante para invitarme a comer. Esto es lo que no acepto.

Y otros sí aceptan, claro.

En menos de dos años han surgido centenares de cuentas de supuestos “foodies” que todos los días sacan un restaurante diferente, que curiosamente piden muchísimos platos de comida, y que curiosamente todos esos restaurantes son la leche. A mí que me dedico a esto desde hace un montón de tiempo me cuesta una barbaridad encontrar los sitios y ahora tú en tu ciudad encuentras restaurantes a cascoporro. Claro, a cambio de dinero. Me parece bien, completamente bien, pero que quede bien claro que eso es un anuncio, que no engañen a la gente. El indicativo de anuncio debe ir en todo el vídeo. A mí que engañen a la gente me duele una barbaridad. ¿Por qué? Porque fíjate cómo puedo sentirme yo cuando el otro día, mientras grababa un vídeo, en una mesa de un restaurante había un grupo hablando muy fuerte, como hablamos los españoles, y se les oía la conversación perfectamente. ¿Sabes de qué estaban hablando? De la cara que tiene este tío (yo), de que seguro que voy a comer de gratis, que si somos unos caraduras… Me daban ganas de levantarme, acercarme y decirles que les estaba escuchando y que concretamente conmigo se estaban equivocando. Me estaban poniendo a caldo sin conocerme de nada. Yo estaba grabando mi vídeo y no quiero estar en el saco de esa panda de sinvergüenzas.

Pero tú esto que cuentas lo sabes desde hace tiempo. ¿Ha pasado algo que te ha llevado a saltar concretamente ahora?

No, no ha sido así. ¿Sabes qué ha pasado? Hay cosas que tienen una repercusión de la leche. Yo me levanto un lunes, subo unas “stories” diciendo esto mismo y por la tarde tengo en las redes un rifirrafe con un amigo, decido dejar de seguirle y pongo en Instagram que lo había dejado de seguir porque me había borrado un comentario. La gente, con toda la razón del mundo, asocia lo que había dicho por la mañana con lo que pasó por la tarde. Somos dos de las personas más importantes del mundo “influencer” de gastronomía, por no decirte de las tres más importantes, y eso salió en las noticias y voló.

La polémico salió en muchos medios.

Claro, y entonces dije «esta es la mía». Como había acaparado toda la atención, me animé a hacer más movimientos todavía. De hecho, el día 1 se va a celebrar en Cáceres un congreso en el que vamos a hablar de esto. Allí va a haber juristas, restaurantes, todos los “influencers” que quieran venir, que de momento solo voy yo, y vamos a poner las cartas sobre la mesa: ¿en qué momento es un anuncio o en qué momento es una colaboración? En las redes sociales la gente se cree que la ley no existe, y esto no es verdad. En el congreso vamos a ver de qué manera se pueden aplicar las leyes que ya existen y si hiciera falta articular alguna clase de reglamento concreto para evitar la publicidad encubierta.

¿Crees que va a haber un antes y un después de tu denuncia pública?

Ya lo está habiendo, pero hasta famosos y todo. Es que el propio Jordi Cruz, que ha hecho muchas colaboraciones con marcas importantes, ha empezado a poner en todo “colaboración pagada”. No me dejan de llegar pantallazos de gente que ha modificado su comportamiento.

Para quienes te seguimos, la ruptura con Cenando con Pablo es una lástima, porque hemos disfrutado mucho con los dos en vuestros vídeos. ¿No hay posible reconciliación?

Lo que ha pasado entre este chico y yo no es algo público a pesar de que la gente ha sacado sus propias conclusiones. No tiene nada que ver con el monotema. Yo soy muy radical para dar y para quitar. O lo doy todo o lo quito todo, pero, para que llegue ese momento en el que lo quito todo, no ha debido pasar una sola cosa, sino mucho tiempo de pasar muchas cosas. Entonces, no es que te diga “pues esta persona me ha hecho esto”, sino que tendría que estar hablándote durante horas de todas las cosas que hay dentro de mí más todas las que se me han ido olvidando. Todo esto ha hecho un agujero por el que se me ha ido una supuesta amistad. Yo la amistad la valoro por encima de todo y hay mucha gente que se ha quedado en el camino, muchas personas que conocidas con las que ya no hablo, porque valoran infinitamente más el dinero que la amistad. Y, peor aún, valoran más el dinero que la verdad, y este al final te lo gastas mañana y la amistad sigue o no, y en este caso concreto “hasta luego, Lucas”.

Cambiando de tema, ¿cuál es la mejor zona de España para comer?

La mejor zona del mundo es España. ¿En qué sitio de España se come mal? Lo que falta es mucha cultura de la comida. Ahora me voy a Cáceres y allí tienen el pestorejo. La mayoría de la gente no sabe qué es el pestorejo, pero tampoco muchos otros platos que están por descubrir. Gracias a Extremadura tenemos el pimentón y gracias al pimentón, el chorizo. Por ponerte un ejemplo. Tenemos la cuna del ibérico… ¿Cuál es la zona buena? Oye, es que piensas en una paella, una fabada, un pulpo a la gallega o unos langostinos de Sanlúcar… ¿Cuál es el sitio malo?

La comida tradicional es lo tuyo.

Es que es la única… El resto ha venido y no sabemos si para quedarse, pero bueno. El otro día me dijeron que España es el segundo país del mundo en diversidad gastronómica. Es decir, en un espacio tan diminuto como España, que no te das cuenta de lo pequeño que es hasta que no ves lo grande que es lo demás, porque aquí tardas solo un día de coche en ir de Cádiz a Santander, hay una gran variedad gracias a una climatología muy variada y un montón de características.

Acaba de conseguir Cádiz capital su primera Estrella Michelín gracias a un restaurante que se llama Código de Barra.

Mira, es curioso, porque parece que midamos la calidad por las estrellas Michelín, y sé que es un reconocimiento muy grande, pero esto para nada reconoce la auténtica gastronomía gaditana, ni española. Son premios que la gente se esfuerza en conseguir por el significado que tienen a nivel social, pero para mí significa mucho más un restaurante tradicional. Ahora que voy a ese congreso en Cáceres me han recomendado que vaya a Atrio, que acaba de conseguir su tercera Estrella Michelin, y seguro que es fabuloso, pero prefiero ir al pueblecito donde está la señora mayor guisando lo que se va a perder. Te voy a decir algo que me gustaría que estuviera en la entrevista para que se difunda como mensaje: estamos haciendo desaparecer los negocios tradicionales, y lo estamos haciendo entre todos, aunque yo creo que estoy luchando por lo contrario. Si no vamos a ese tipo de negocios van a desaparecer. Cuando quise sacar la comida típica manchega encontré solo un restaurante que tuviera los platos manchegos…

Yo fui uno de los que fue a La Mancha, ese restaurante del Alcázar de San Juan que tú recomendaste.

Sezar Blue en el restaurante La Mancha.

Mira, yo empecé en Cózar, pueblo en el que tengo un amigo, y estuve yendo a varios de alrededor, comunicándole a todo el mundo lo que yo andaba buscando, que era esa comida tradicional manchega, y nadie fue capaz de decirme un solo restaurante. ¡Solo queda ese! ¿Qué va a pasar? Me contó la dueña que el restaurante se abrió como una locura, porque nadie creía que la gente iba a comer fuera de casa lo que se hacía dentro de toda la vida. Estaba lleno. ¿De verdad que nadie se quiere dar cuenta de lo que nos interesa lo tradicional? Te diría que queda menos de una generación para que desaparezca más del 50% de la comida tradicional española y nadie está haciendo nada. A mí cuando alguien me recomienda que vaya a una hamburguesería me duele en el alma. No quiero ir a Valencia a comer hamburguesas o a Cataluña a comer pizzas. Quiero ir en busca de lo que va a desaparecer, porque gracias a esto tú fuiste a ese restaurante, y gracias a mis vídeos, y estoy muy orgulloso de poder decirlo, mucha gente está descubriendo cómo puede divertirse en un viaje yendo a un lugar y probando su comida. Ojalá hubiera más youtubers haciendo este trabajo. Vamos a enseñar la comida tradicional a los jóvenes y a dejar un buen documento de lo que hay, porque desafortunadamente va a desaparecer, y es porque nos interesa más la vanguardia, que es lo que simboliza la Estrella Michelín, que la Fernandica, que es la casa de comidas más antigua de España y la única que queda en Salamanca. Por eso voy a seguir buscando aquello que va a desaparecer.

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