El nuevo estudio paleo-genómico aporta información de un individuo de hace 23.000 años que habitó uno de los lugares más cálidos de Europa durante el momento más frio de la Edad del Hielo y es fundamental para el conocimiento del puzle de la historia genética de Europa
Un equipo internacional de investigadores, entre los que se encuentran expertos de la Universidad de Cádiz, ha analizado el ADN antiguo de humanos procedentes de varios yacimientos arqueológicos de Andalucía. El estudio, publicado en la prestigiosa revista Nature Ecology and Evolution, analiza el genoma más antiguo del sur de Iberia procedente de la Cueva del Malalmuerzo (Granada), así como genomas de los primeros agricultores de 7.000-5.000 años de edad de otros yacimientos como la Cueva de Ardales (Málaga).
La Península Ibérica juega un muy papel específico e importante en la reconstrucción de la historia de las poblaciones humanas, como demuestran distintas investigaciones realizadas a lo largo de los últimos años por distintos científicos de la Universidad de Cádiz. Su localización en el suroeste de Europa hace que este territorio actúe como un callejón sin salida de Eurasia[1] y, por ello, se ha considerado tanto sumidero como fuente de movimientos poblacionales tras las drásticas contracciones y expansiones que sufrieron las poblaciones paleolíticas antes y después de la Última Edad de Hielo. Tanto es así, que estudios previos centrado en datos genómicos de cazadores-recolectores de Iberia de hace 13.000 a 8.000 años de antigüedad ya evidenciaron la supervivencia y el legado de un linaje paleolítico mucho más antiguo que en otras partes de Europa donde fue reemplazado.
La supervivencia del ADN de organismos antiguos está limitada por el tiempo y el clima, lo que hace que la recuperación de ADN de climas cálidos y secos sea un gran desafío. Andalucía, en el sur de la actual España, tiene condiciones climáticas similares a las regiones del norte de África, cuyo récord de antigüedad en la recuperación de ADN antiguo procede de humanos de hace 14.000 años, de un yacimiento en cueva procedente de Marruecos. Este nuevo estudio, no solo aporta nuevos datos de regiones donde la recuperación de ADN es complicada, sino que también llena vacíos temporales y regionales críticos en el estudio de las poblaciones humanas del Paleolítico. Estos nuevos datos han permitido a los investigadores explorar el papel del sur de Iberia como refugio para las poblaciones de la Edad de Hielo y también estudiar los posibles contactos a través del Estrecho de Gibraltar durante la última Edad de Hielo, cuando los niveles del mar eran mucho más bajos que en la actualidad.
La ascendencia genética de los individuos anteriores al Último Máximo Glacial (el periodo más frío dentro de la Edad del Hielo) del centro y sur de Europa difieren genéticamente de aquellos individuos que habitaron Europa central después de la Edad de Hielo. Sin embargo, se desconocía el panorama genético en Europa occidental, debido a la falta de datos genómicos de individuos que habitaron esta región durante el Último Máximo Glacial. El individuo de hace 23.000 años de la Cueva del Malalmuerzo arroja luz sobre cómo eran las poblaciones humanas en una época en que gran parte de Europa estaba cubierta por enormes capas de hielo. El estudio describe un vínculo genético directo entre un individuo belga de 35.000 años y el nuevo genoma de Malalmuerzo. “La calidad de nuestros datos nos ha permitido encontrar conexiones muy antiguas con uno de los primeros linajes genéticos que se asentaron en Eurasia hace 45.000 años, que se vinculaban con el individuo de hace 35.000 años de Bélgica y ahora se extienden al individuo de 23.000 años del sur de Iberia”, como explica Vanessa Villalba-Mouco, investigadora del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y primera autora del estudio.
Refugio de las poblaciones humanas paleolíticas en la Edad del Hielo
El individuo de la cueva del Malalmuerzo no solo vincula la ascendencia europea occidental con los primeros momentos de su ocupación, sino también con cazadores-recolectores en Francia e Iberia que vivieron mucho después de la Última Edad de Hielo. El genoma de Malalmuerzo, por tanto, apoya el papel de la Península Ibérica como el principal refugio de las poblaciones humanas paleolíticas durante la última Edad del Hielo, a partir de la cual los humanos se re-expandieron después de que las capas de hielo se retiraran hacia el norte. “Con Malalmuerzo del lugar y momento correctos, encontramos la prueba irrefutable para nombrar a Iberia como el refugio principal de grupos paleolíticos durante de la Edad de Hielo. Esta continuidad genética tan prolongada en el tiempo es excepcional, especialmente porque el linaje genético que estaba presente antes y durante la Edad de Hielo en la península Ibérica ya había sido reemplazado en otras partes de Europa en este momento”, agrega Wolfgang Haak, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, coautor del estudio.
Por el contrario, a pesar de tan solo una distancia de 13 kilómetros a través del mar Mediterráneo entre el sur ibérico y el norte de África, y la presencia de paralelos en el registro arqueológico, los autores de este trabajo no encuentran conexiones genéticas directas. “No encontramos indicios de ascendencia norteafricana en el individuo de Malalmuerzo, o viceversa, ascendencia del Paleolítico del Sur de Iberia en los individuos de 14.000 años de antigüedad de la cueva de Taforalt en Marruecos”, como añade Vanessa Villalba-Mouco.
El estudio publicado en Nature Ecology and Evolution también incluye individuos mucho más recientes que datan del Neolítico, época en la que se desarrolla la agricultura y la ganadería en Europa. Los individuos neolíticos de Andalucía tienen la ascendencia característica de los grupos neolíticos de Anatolia, lo que indica que estos primeros grupos agrícolas se expandieron a lo largo de grandes distancias geográficas. “Sin embargo, los individuos del Neolítico del Sur de Iberia tienen una mayor ascendencia de tipo cazador-recolector, lo que sugiere una interacción mucho más estrecha entre los últimos cazadores-recolectores y los primeros agricultores en el Sur de Iberia que en otras regiones”, en palabras de José Ramos-Muñoz, catedrático de la Universidad de Cádiz y coautor del estudio. “Sorprendentemente, todavía es posible rastrear el legado genético del Paleolítico en los primeros agricultores del Sur de Iberia, lo que sugiere una mezcla local entre dos grupos de población con diferentes estilos de vida”, concluye Gerd C. Weniger, de la Universidad de Colonia y también coautor de esta publicación.
Estos trabajos se han realizado en el marco del proyecto general de investigación de Cueva de Ardales y Sima de las Palomas de Teba (Málaga), con autorización de la Junta de Andalucía (con dirección de José Ramos y Gerd-C. Weniger) y de la excavación arqueológica puntual en Cueva del Malalmuerzo (Granada), también con autorización de esta institución. En ellos, han participado los investigadores del Grupo PAI-HUM-440 de la Universidad de Cádiz y del Proyecto de Cueva de Ardales: (José Ramos, Pedro Cantalejo, María del Mar Espejo y Lidia Cabello), así como investigadores de la Universidad de Colonia y Neanderthal Museum (Gerd-C. Weniger) y de Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology (Vanessa Villalba, Volfgang Haak, entre otros)