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alcoleaLa Batalla de Alcolea en el mes de septiembre de 1868 supuso la consolidación de la Revolución iniciada unos días antes en Cádiz y que terminó con el reinado de Isabel II.

La Revolución de 1868, conocida como la “Revolución Gloriosa”, se proclamó el 13 de septiembre de 1868, después de la confluencia de progresistas y demócratas en el Pacto de Ostende firmado en agosto de 1866, a raíz del fracaso de la sublevación del Cuartel de San Gil, para luchar contra el régimen isabelino, y al que terminaría adhiriéndose una parte de los miembros de la Unión Liberal cuando O’Donnell falleció.

La sublevación comenzó en Cádiz cuando el brigadier Topete se alzó con la flota fondeada. Se difundió el manifiesto de “España con honra”, en el que se exponían las razones de la Revolución. Prim se unió al movimiento y ambos se hacieron con la ciudad. Consiguieron el apoyo de otras ciudades donde se formaron Juntas.

Pues bien, el gobierno reaccionó formando un gabinete militar presidido por el general José Gutiérrez de la Concha. Como los sublevados tenían que subir desde el sur hacia Madrid para consolidar la Revolución, se formó un cuerpo de ejército para que los rebeldes no pudieran superar Despeñaperros, ya que luego sería casi imposible detenerles. Se encargó de comandar este ejército al general Manuel Pavía y Lacy, a la sazón marqués de Novaliches. Salió de Madrid el 20 de septiembre. Era una fuerza militar de nueve mil soldados de infantería, con piezas de artillería. Los rebeldes habían incrementado su fuerza con infantes de marina, carabineros y algunos contingentes de Sevilla. Comandaba el ejército rebelde el general Francisco Serrano. Las fuerzas estaban muy igualadas.

Ambos ejércitos se encontraron en el puente de Alcolea sobre el río Guadalquivir el 28 de septiembre. Novaliches tuvo la desgracia de ser herido por metralla y tuvo que entregar el mando al general Paredes. El resultado de la batalla parecía indeciso con pérdidas muy parecidas entre ambos bandos. Murieron unos novecientos soldados. Pero como las tropas de Isabel II no pudieron forzar el puente eso les desmoralizó y el efecto moral fue favorable a los sublevados. Se abría el camino hacia Madrid y hacia la consolidación de la Revolución, que abriría el Sexenio Democrático.

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