Luis XIV comenzó su política exterior intentando reafirmarse ante su propio país y ante Europa. Quería demostrar después de haber vencido a sus enemigos interiores y de la firma del Tratado de los Pirineos con España que la potencia francesa se había recuperado y que aspiraba a la hegemonía europea. En este sentido deben interpretarse los incidentes diplomáticos en Londres del año 1661 o en Roma en 1662, que le llevaron a exigir a Madrid y al Papa excusas, consiguiendo su objetivo. En 1664 envió un ejército de seis mil hombres para ayudar al emperador a detener el ataque de los turcos en Austria. Pero estas acciones eran secundarias. La primera de envergadura tenía como objetivo Flandes.
Luis XIV aprovechó la muerte en 1665 de Felipe IV, su suegro, para intentar liquidar definitivamente la potencia española. El rey sol estaba muy pendiente de los problemas internos de la corte española en la minoría de edad de Carlos II en plena regencia de su madre Mariana de Austria. Aprovechó un pretexto para intentar hacerse con los Países Bajos. España se había negado a anular la renuncia de los derechos sucesorios al trono hispano de la infanta María Teresa, esposa del rey francés, en contrapartida al impago de su dote. Los asesores de Luis XIV argumentaban que las antiguas leyes de Brabante establecían que los Países Bajos españoles debían ser cedidos en herencia a la hija del rey Felipe IV, es decir, a María Teresa, que había nacido del primer matrimonio y no al hijo del segundo, el rey Carlos II. Pero España no estaba dispuesta a ceder los Países Bajos.
Para asegurarse el ataque el rey francés consiguió aislar diplomáticamente a España, ya que concertó alianzas con los príncipes alemanes, con Holanda y hasta con el rey inglés que había devuelto Dunkerque a cambio de una indemnización. Conseguido el objetivo diplomático lanzó el ataque de un ejército comandado por Turenne, terminando la primavera del año 1667. Las principales fortalezas del Flandes sur cayeron en sus manos. Condé, por su parte, atacó el Franco Condado. El desafío francés era tal que Flandes peligraba. España no podía hacer frente a la potencia militar de su enemiga. En Cataluña hubo que hacer preparativos militares ante el temor a un ataque francés. En este sentido, Puigcerdá fue atacada.
Pero, precisamente esta facilidad de los ejércitos franceses consiguió alarmar a sus aliados diplomáticos. Los holandeses organizaron una Triple Alianza con ingleses y suecos para frenar a Francia. El flanco diplomático le había fallado a Luis XIV porque ahora se veía amenazado con una guerra a gran escala. Obligado se vio a ceder y a entrar en negociaciones.
En mayo de 1668 se firmó una paz en Aquisgrán. Francia tuvo que restituir el Franco Condado a España, pero se quedó con Lille, Tournai y Charleroi, entre otras plazas flamencas.
Por otro lado, Luis XIV comenzó a maniobrar para intentar hacerse con una parte de la Monarquía Hispánica porque era consciente de las dificultades personales de Carlos II. En ese mismo año firmó un acuerdo secreto con el emperador en Viena para repartirse ambos las posesiones españolas europeas y evitar encontronazos entre ambos poderes.
La Guerra de Devolución fue, además, la antesala de la Guerra franco-holandesa de 1672-1678.