Supongo que ya sabrá que desde el 1 de enero los gaditanos, al menos los que somos abonados de Eléctrica de Cádiz, consumimos energía eléctrica producida por fuentes 100% renovables. Usted podrá presumir entre sus amistades de comprar huevos camperos, ternera criada en pesebre de caoba o lechugas cultivadas con agua del Jordán. Pues muérase de envidia porque aquí, cuando pongamos en agosto el aire acondicionado a toda pastilla, lo haremos con la tranquilidad de que el cambio climático solo se producirá en el interior de nuestras casas. ¡Y sin coste para los gaditanos! (creo que esto lo he oído en alguna parte).
Poniéndonos serios me ha sorprendido, y lo digo sin ningún tipo de ironía, que el Equipo de Gobierno, Eléctrica de Cádiz y la Mesa de Transición Energética de Cádiz hayan caído en la trampa de las electricas. La supuesta energía certificada o etiquetada es un engañabobos, algo así como el negocio de las indulgencias que montó la Iglesia en la Edad Media, pero en plan siglo XXI.
El sistema de la electricidad etiquetada consiste en que una comercializadora, en este caso Elétrica de Cádiz, solicita a las compañías generadoras de electricidad a las que le compra, que le suministren únicamente energía renovable a cambio de una cantidad de dinero desconocida «por una cuestión de competencia», según el gerente de Eléctrica de Cádiz. Como el sistema eléctrico no permite discernir qué tipo de energía consume cada usuario porque los electrones no se pueden anillar como si fueran palomas, la Comisión Nacional de la Energía se limita únicamente a certificar que ninguna compañía generadora produzca menos energía renovable de la que vende como etiquetada. Es decir, que si una compañía vende 100 MW en total, de los que 10 MW ofrece como etiquetados, no produzca menos de esa cantidad de fuentes renovables.
La trampa es la siguiente. En el año 2015, el último con datos, las fuentes renovables produjeron el 37,4% de la energía consumida. Actualmente la demanda de energía etiquetada no llega ni de lejos a esa cifra por lo que las eléctricas se embolsan ‘por la cara’ un dinero extra por no hacer absolutamente nada. La demanda de este tipo de certificaciones viene por el afán de algunas comercializadoras de contentar a aquellos consumidores concienciados con el medio ambiente que no conozcan cómo funciona el sistema.
Para acrecentar el engaño hay que tener en cuanta que la electricidad producida con fuentes renovables es más barata de fabricar que la tradicional, entre otras cosas porque no necesita ningún tipo de combustible, por lo que sólo cuesta el mantenimiento y la amortización de la tecnología que se emplee. Pero aun siendo más barata se vende al precio de ‘pool’ eléctrico, que en la actualidad incluye el precio de otras tecnologías más caras, más especuladores varios, por lo que de por sí ya tiene un margen bastante abultado.
En resumen, nuestra suministradora va a pagar un plus por la electricidad que compra sin que los productores fabriquen ni un megawatio más de fuentes renovables de lo que ya producen. Lo que me lleva a pensar o bien que en Eléctrica de Cádiz no saben como funciona el mercado eléctrico, cosa que dudo, o quieren ponerse una medalla tan cara como la Medalla de Honor del Congreso que le pusieron a Aznar, que pagamos entre todos los españoles o al menos lo intentaron. Cada uno que saque sus propias conclusiones.