El éxito no requiere explicación, el fracaso mil excusas. Esta frase define bastante bien una noche electoral cualquiera. Puede servir para esta última o para cualquier otra. Si ha sido un éxito disfrútalo, si no lo ha sido invéntatelo. Y si no cuela, mil excusas.
La nueva política no es ajena a este comportamiento. Lo malo es que de las excusas no se aprende. Y aprender es lo único positivo que tienen los fracasos. Están dispuestos a demostrar que son víctimas de un complot del PP, el IBEX 35, la casta o el Priorato de Sión. Han aparecido argumentos de todas las clases, cálculos inverosímiles, supuestos miembros de mesa escandalizados y así hasta que se calmen las aguas o aparezca la próxima trama de corrupción en el PP, lo que antes suceda.
El sistema electoral que tenemos no es perfecto, pero es muy difícil de manipular. Participan jueces, funcionarios, interventores, apoderados y, lo más importante, ciudadanos anónimos elegidos por sorteo. Esta es la principal medida de seguridad del proceso. Ciudadanos que por regla general lo único que conocen es lo que les cuentan en una charla en la junta electoral de turno. Aunque no tienen experiencia previa vienen dispuestos a hacer un buen trabajo, no por los 60 euros que se llevan, sino por el mero orgullo de participar activamente de la democracia.
Ahora los simpatizantes de Podemos están organizándose para cotejar las actas una por una y van apareciendo en las redes sociales las primeras actas de mesas con errores. Van a encontrar cientos o incluso miles, sin exagerar. Pero eso no quiere decir que el sistema sea defectuoso porque serán errores aleatorios, cometidos por ciudadanos de pie, y los errores aleatorios fluctúan alrededor de una media, unas veces sumando y otras restando. No creo que consigan auditar completamente el proceso pero si lo hacen harán un gran servicio al país y aprenderemos todos de una vez que aunque el resultado oficial de las elecciones no sea idéntico al depositado en las urnas el reparto de escaños sí lo es, que es en realidad lo que cuenta.
En los contados casos en que un escaño se adjudica por un puñado de votos se miran las actas con lupa. Yo viví en primera persona una situación de ese tipo en las municipales de 2007, cuando aún no existía Podemos para señalarnos los déficits democráticos que tenemos. En esas elecciones IU se quedó a cuatro votos del segundo concejal que fue a parar al PP, concretamente a Bruno García que debutaba en la Corporación. Estuvimos más de cinco horas en el juzgado Sebástián Terrada, Waldemar de la Torre y un servidor revisando actas y documentación de los sobres. Finalmente se impugnaron dos mesas por el simple hecho de que la documentación estaba incompleta y el recuento había sido un desastre. No prosperó el recurso porque en honor a la verdad no se veía mala intención por parte de los componentes de la mesa, únicamente desconocimiento pero no voluntad de alterar el resultado. Algunas veces los errores saltan a la vista y son fácilmente subsanables pero esa vez tocó perder.
Otro punto importante es que Indra, o cualquier otra empresa que contrate el Ministerio del Interior es solo una herramienta que emplea el Ministerio para facilitar los datos a la opinión pública lo más rápido posible pero no forma parte del proceso electoral. Indra no cuenta votos, ni custodia sobres ni forma parte de las juntas electorales que es lo que en realidad cuenta, no lo que sale en televisión o en la aplicación del móvil.
Ya he dicho que el sistema no es perfecto y cualquier idea que lo mejore sería bienvenida. Pero no es justo que se tire por tierra el trabajo de miles de personas que dedican un domingo, algunos muchos domingos de nuestra vida, a velar porque la voluntad de los votantes se vea refleja en las instituciones.