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Vie. Nov 22nd, 2024

Juan Antonio QuiñonesEsta semana los niños andan como locos buscando charcos que pisar. Lleven botas de agua o no, algo para ellos irrelevante. Ya me he cruzado con más de un padre o madre a voz en grito persiguiendo a un pequeño a punto acabar con los pies calados.

Los nuevos políticos, que llegan a la vida pública con alma de niños, se están especializando en la disciplina de salto en charco. Ya se sabe que no se puede gobernar a gusto de todos pero es sorprendente la facilidad que tiene este Equipo de Gobierno para crear un fangal donde aparentemente no lo había. Es cierto que el trato que les da la prensa no es ni mucho menos el que recibía Teófila Martínez, pero si alguien ha tenido la oportunidad de tener entre sus manos lo que en prensa se publicaba a principios de los 80 se dará cuenta que el trato recibido por Carlos Díaz en sus primeros años de gobierno no era mucho menos amable.

El contrato del alumbrado navideño ha soliviantado el ánimo de los comerciantes que ven peligrar en parte las ventas de una campaña que les supone en algunos casos el 30% de la facturación anual. Nadie discute que los vecinos del Cerro del Moro, como se ha dicho, merecen ver sus plazas alumbradas con la iluminación extraordinaria, pero no hay que ser muy observador para darse cuenta que el Centro Histórico es un potente atractor de ingresos procedentes de otros municipios del entorno en cuanto al comercio se refiere.

La iluminación extraordinaria no significa por ella misma un aumento en las ventas, pero contribuye a crear lo que los americanos llaman «espíritu navideño», que no es ni más ni menos que una facilidad sorprendente para consumir. Puede que el alumbrado no contribuya a que nos visite más gente, pero ayuda a que el que venga permanezca una hora más y se deje algunos euros que no tenía previstos.

El Ayuntamiento, además de garantizar la redistribución de las rentas, debería orientar el gasto hacia acciones que incrementen los ingresos de la sociedad, aunque estos ingresos vayan a parar a manos privadas, ya que así habrá más que repartir y menos necesidad.

La iluminación extraordinaria debería garantizarse en las zonas con más potencial de ingresos para la ciudad y tampoco estaría de más que el Equipo de Gobierno fomentara la participación de los estamentos sociales en las cuestiones que les afectan, no solo cuando están en juego subvenciones millonarias. No conviene apretar el botón de encendido con los pies mojados.

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