Personaje clave de la Historia del republicanismo español, Nicolás Salmerón Alonso, dedicó gran parte de su vida a esta causa. En este trabajo nos acercamos a sus inicios y a su protagonismo en la Primera República hasta su famosa dimisión.
Nicolás Salmerón Alonso (1838-1908) comenzó su andadura política en el seno del Partido Demócrata, formación que surgió a finales de los años cuarenta del siglo XIX en el seno de la izquierda del Partido Progresista, y que defendía la extensión del reconocimiento y garantía de los derechos individuales, el sufragio universal, la plena desamortización eclesiástica y el fin de las quintas, comenzando a plantear desde el liberalismo las primeras reformas sociales, y que tanta alergia habían producido a las familias liberales hasta entonces. Salmerón fue, además, uno de los intelectuales krausistas más destacados.
Nicolás Salmerón fue muy activo en la crisis del reinado de Isabel II, especialmente desde la prensa, sus discursos en el Ateneo y dentro de las conspiraciones de la época, lo que le valió ser condenado y encarcelado en 1867 en la Cárcel del Saladero. Salmerón fue redactor del periódico La Democracia, que dirigía Emilio Castelar.
Cuando triunfó la Revolución de 1868, que terminó con el régimen isabelino, regresó a Madrid, siendo repuesto en su cátedra de Metafísica de la Universidad Central, que había ganado en 1866, y perdido al año siguiente por haberse negado a firmar un escrito de adhesión a la reina Isabel II. En la capital perteneció a la Junta Revolucionaria, y fue muy activo en los debates de su formación política.
En las elecciones de 1869 se presentó por Almería, pero no salió elegido, aunque en las de 1871 sí consiguió un acta de diputado por Badajoz. Cuando se presentó por su provincia natal escribió un interesante manifiesto para los electores de Almería y Huércal Overa, donde expuso sus ideas sobre la democracia.
En la efervescencia política del reinado de Amadeo de Saboya, Salmerón defendió las tesis republicanas. Aunque, en principio era republicano federal, terminó siendo más partidario de un estado unitario, polemizando con Pi y Margall. Cuando fue elegido para la máxima autoridad de la República aparcaría la solución federal planteada por éste y por el Proyecto de Constitución de 1873. La cuestión de la organización del Estado en Salmerón seguiría evolucionando después de terminada la experiencia republicana hacia posturas claramente republicanas unitarias, aunque al final de su vida entraría en la Solidaridad Catalana, aceptando al catalanismo moderado, que cuestionaba el centralismo evidente del Estado español.
También fue partidario de la legalidad en España de la Primera Internacional, dentro del intenso debate que generó esta cuestión. Salmerón defendió claramente el derecho de asociación de los obreros.
Figueras le nombró ministro de Gracia y Justicia cuando se proclamó la Primera República. Defendió claramente la separación entre la Iglesia y el Estado, y una reforma penitenciaria. El 13 de junio de 1873 fue elegido presidente de las Cortes Generales.
Cuando Pi y Margall dimitió fue elegido presidente del poder ejecutivo de la República por una amplia mayoría el 18 de julio. Tenemos que tener en cuenta que, mientras no se aprobara una nueva Constitución, este cargo unía la jefatura del Estado con el de la presidencia del Gobierno (Consejo de Ministros).
Nuestro protagonista tuvo que enfrentarse a una situación política muy complicada, especialmente por la extensión del cantonalismo, sin olvidar la guerra carlista. Decidió emprender una política de dureza, por lo que rescató de la reserva a un grupo de militares, entre los que destacaban Martínez Campos, claramente monárquico y conservador, y el general Pavía. El ejército consiguió reprimir los cantones de Sevilla, Cádiz y Valencia. A pesar de que el poderoso cantón de Cartagena consiguió tomar Orihuela, fue derrotado en Chinchilla, por lo que tuvo que replegarse.
La política de dureza emprendida por Salmerón y el ejército tenía otra cara, la de la represión de los vencidos. Pero el presidente se negó a firmar condenas de muerte de algunos militares que habían colaborado con el movimiento cantonalista y por ello dimitió. Salmerón explicó que la pena de muerte era contraria a su conciencia, a sus principios y a los de la democracia.
Pero también es cierto que pudo haber otro motivo importante, además del escrúpulo moral, que pudiera influir en la decisión. Al parecer, algunos miembros de su propia formación, como Eduardo Palanca, no deseaban que se tomara por asalto el cantón de Málaga, frente a la opinión del general Pavía que amenazó con dimitir. Ante esta disyuntiva, Salmerón decidiría dimitir. En todo caso, estuvo al frente de la máxima magistratura española durante cincuenta días.
Salmerón pasaría a presidir el Congreso, y Emilio Castelar sería elegido presidente del poder ejecutivo de la República. El sistema político giraba un poco más hacia el conservadurismo.