Moceop (Movimiento por el celibato opcional)
El Papa Francisco ha convocado el Sínodo para la Amazonía. en el que se va a abordar un tema muy importante: escuchar la tierra y cuidar de ella y todos los componentes que la integramos, distintos e interdependientes.
Dentro de ese cuidado se proponen, entre otros medios, la posibilidad de ordenar a hombres casados, respetados y aceptados por sus comunidades, y conceder algún tipo de ministerio a las mujeres que están desempeñando un papel central en la iglesia amazónica.
Hay que recordar que Pedro, primer papa estaba casado y que varios papas hasta el siglo IX y XII también lo estuvieron. Los sacerdotes casados existieron prácticamente hasta el Concilio de Trento, en el siglo XVI, donde ya se impuso el celibato obligatorio para todos los sacerdotes.
Pero como todos reconocen, la obligatoriedad del celibato, no es ningún dogma de fe, sino una norma de la Iglesia – en palabras del papa Francisco – que puede ser cambiada en cualquier momento.
Esta noticia ha suscitado muchos comentarios y motivado muchas preguntas, que nos han llegado a Moceop, pidiéndonos aclaraciones y pronunciamientos. Varias compañeras y compañeros del movimiento han expresado sus opiniones a través de los medios de comunicación y las redes sociales.Dejamos aquí algunos de estos comentarios:
- Nos parece mejor que las comunidades elijan y designen a las personas idóneas para los distintos ministerios que precisen y que luego la autoridad eclesiástica (obispos, ) los habilite para dicha misión. La ordenación, tal como se hace, lleva un añadido de casta y poder que no hace falta en la comunidad de iguales. Refuerza el clericalismo, que el mismo Francisco denuncia.
- Va a recuperar la importancia de la comunidad, nacida y comprometida decididamente con su hábitat y su entorno. Augura una nueva forma de ministros en la Iglesia, organizados como servidores de la comunidad por su modo de ser y de servir; que se ganan la vida con su trabajo, con familia y hogar propios.
- Ministros que surgen de las propias comunidades, corresponsables y con capacidad de decisión en equipo.
Aquí, ahora, queremos expresar nuestra valoración como movimiento, aprovechando sus declaraciones, que coinciden con la perspectiva grupal.
Valoramos como positivo que se plantee institucionalmente la posibilidad de ordenar a personas casadas, con familia, surgidas de las mismas comunidades y la de conceder algún ministerio a las mujeres. Sin embargo el documento no se atreve a hablar claramente de la ordenación, también de mujeres, en estas mismas comunidades.
La noticia nos alegra y nos da esperanza, porque supone que algo se mueve en la pétrea maquinaria vaticana, que avanza muy lentamente hacia los cambios necesarios para este siglo XXI. Queremos ver que la sensibilidad jerárquica se ha despertado ante las necesidades concretas de cristianos y comunidades y se relativiza, de algún modo, un algo de la ley disciplinar y la tradición. Incluso, puede suponer un inicio de volver a “recuperar aspectos de la iglesia primitiva cuando respondía a sus necesidades creando los ministerios oportunos”, como dice la Instrucción.
O lo que es lo mismo: recuperar la importancia de la comunidad, nacida y comprometida decididamente con su hábitat y su entorno, acostumbrada a decidir en grupo y junto a líderes naturales. Y hasta siendo muy optimistas, queremos ver que es una oportunidad para atisbar nuevas formas de ministerios.
Pero también debemos decir que, aunque positiva, esta iniciativa nos parece insuficiente y corta, pues, en principio, parece una medida excepcional, de emergencia, y no aplicable a la Iglesia universal y de forma habitual.
Además esta solución de urgencia no rompe la barrera generada en torno al cura, como un ser aparte y un estatus superior de agente de pastoral impuesto, dando lugar a un clericalismo, que el mismo Francisco ha denunciado con fuerza.
Tememos que se pueda abrir en las comunidades una doble categoría de presbíteros: los de siempre, célibes, impuestos, preparados, frente a los elegidos para situaciones excepcionales.
Y mientras tanto, en este encontrar soluciones sin tocar la ley general disciplinar (sacerdotes célibes y varones), las mujeres, una vez más, seguirán relegadas a servicios ministeriales no ordenados, de tercera o cuarta categoría.
Se ignora toda la experiencia creyente acumulada por los movimientos de curas casados existentes por todo el mundo. Ni se nos ha consultado, ni se ha tomado en cuenta nuestra aportación, que va mucho más al fondo cuestionando todo un estilo de vida y de ministerio, más centrado en la vida que en el culto.
En Moceop siempre hemos considerado el celibato como un don de Dios, cuando es libremente aceptado, no impuesto por ley, y que su opcionalidad nos parece una práctica válida y evangélica para toda la Iglesia. Así mismo creemos que las comunidades son las que deben elegir y designar a las personas idóneas para sus distintos ministerios que precisen y luego los hermanos mayores (obispos) las acepten y ratifiquen en la misión, con ordenación o sin ella, ya que la ordenación tal cual se concede en la actualidad lleva en sí un añadido de casta y poder que dificulta la relación en una comunidad de iguales.
Hay que tener en cuenta que el 70% de las personas de la región de la Amazonía no tiene posibilidad de participar en la misa dominical.
El cardenal brasileño Claudio Hummes, afirmó que “la ausencia de la eucaristía -que se consagra en la misa- en las comunidades amazónicas es un gran límite porque para la Iglesia es fundamental y necesaria para desarrollar una comunidad fiel a Jesucristo”.
Por tanto, y como conclusión, decir que nos parece un iniciativa positiva en principio, pero que llega tarde; que puede abrir otras posibilidades, pero que deben llegar más al fondo evangélico sin miedos ni líneas rojas y con mayor participación de todos los miembros del pueblo de Dios.