Hoy me voy a poner serio, sé que eso decepcionará a algunos y que muchos esperan de mi que les comente con mayor o menor detalle las vicisitudes de las distintas chirigotas, malas, que componen la vida política local de esta ciudad. Sin embargo no todo van a ser risas, bromas y chanzas, que no digo que nuestros personajillos, a diestra y siniestra, no hagan méritos sobrados, pero esperen ustedes, si me son tan amables, al próximo pleno municipal para que este humilde plumilla acapare munición. Luego, inexorable, llegará el mes de agosto y la mayoría, bueno algunos, nos iremos de vacaciones. Servidor es muy clásico, casi del XIX, y suelo huir hacia el norte, ya saben ese lugar donde la gente es más educada y amable en el trato, amén de profesional en los servicios.
Lo dicho, hoy estoy serio, son demasiados muertos. Esta semana más de ochenta en Niza y creo que otros tantos si no más en Turquía. Hombre de mundo que soy he visitado Estambul y no hubo lugar en este mundo que no me asombrara más, creer estar llegando a Oriente y la sensación de no haber abandonado aun Occidente. Lugar extraño mezcla de exotismo y de una cotidianidad cercana para un mediterráneo occidental que roza el Atlántico, como es uno y seguro muchos de ustedes. Literariamente ya había viajado al Estambul de Orhan Pamuk en uno de los libros más hermosos de mi vida, que les garantizo que es ya más larga que corta, que adivino más su final que recuerdo su principio. Y en razón de esto, de la pérdida de vidas, de las angustías creadas, sobre todo a la gente sencilla, es por lo que esta semana miro a los mindundis de la política local y me siento incapaz hacer bromas, ironizar o simplemente emplear el sarcasmo contra tales personajes. Y de Niza lo mismo, gente feliz, celebrando su fiesta tan querida, esa que habla de libertad, igualdad y fraternidad, para que aparezca un psicópata, un sociópata, un chufla que no ha hecho nada de provecho en su vida y se lleve por delante a ochenta y cuatro personas. Pues eso, reitero, que se le quitan a uno las ganas de todo. Y todo pasa en un día cualquiera, como otros, sin que te des cuenta el día gira a peor, a mucho peor.
Que me pongo pesimista y veo otra vez el Mediterráneo como un gran campo de batalla, con sangre en Estambul y en Niza, con sultanes y emperadores que toman sus decisiones desde palacios y mezquitas y templos y bancos y despachos plenos de caobas y marfiles, mala gente que nos están embarcando en nuevas cruzadas y en una absurda y fanática yihad. Dios, sea quien sea y si es que es, los maldiga y nos libre de ellos. Mejor librémonos nosotros de esa mala ralea.
Me niego a volver a Lepanto o a invadir Bactriana, por ejemplo, como sé que hay quienes desde ese Oriente no aspiran más que a lo que se festejaba en Niza, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Hagamos un esfuerzo, no servirá de mucho el que haga este viejo irredento que les escribe cada domingo cuchufletas de políticos mediocres, pero hay que frenar esta ausencia de razón en el mundo. Necesitamos otro mundo mejor, con urgencia.
Por lo demás no sería yo quien soy, quien ustedes creen que soy y a lo mejor no soy, si no hiciera un último guiño a mi pobre ciudad y su vida política. Que me dicen mis editores que pida de nuevo la dimisión del secretario local del PSOE. Pues ya está, dimisión pedida, que mejor le iría a los socialistas. La responsabilidad a mis jefes, que quede claro.