Con la sola ayuda de una grabadora y una pluma, Svetlana Aleksiévich se empeña en mantener viva la memoria de la tragedia que fue la URSS, en narrar las microhistorias de una gran utopía. «El comunismo se propuso la insensatez de transformar al hombre “antiguo”, al viejo Adán. Y lo consiguió […]. En setenta y pocos años, el laboratorio del marxismo-leninismo creó un singular tipo de hombre: el Homo sovieticus», condenado a desaparecer con la implosión de la URSS. En este magnífico réquiem, la autora reinventa una forma literaria polifónica muy singular que le permite dar voz a cientos de damnificados: a los humillados y a los ofendidos, a madres deportadas con sus hijos, a estalinistas irredentos a pesar del Gulag, a entusiastas de la perestroika anonadados ante el triunfo del capitalismo, a ciudadanos que plantan cara a la instauración de nuevas dictaduras… Un texto extraordinario por su sencillez, que describe de un modo conmovedor la sobrecogedora condición humana.
Svetlana Aleksiévich (Ucrania, 1948) estudió periodismo en Bielorrusia, donde sus padres eran maestros. Premio Nobel de Literatura 2015, es autora de La guerra no tiene rostro de mujer (1985), sobre la Segunda Guerra Mundial; Los ataúdes de zinc (1989), sobre la guerra de Afganistán; El hechizo de la muerte (1993), sobre los suicidios que se produjeron tras la caída de la URSS; y Voces de Chernóbil (1997). Tras varios años de residencia en Berlín, actualmente vuelve a vivir en Minsk. Foto: Margarita Kabakova.