Rajoy fue derrotado por el voto del resto del Congreso ante la presión de la movilización de los estibadores. Era la primera muestra ostensible de la debilidad del gobierno en minoría. Aún y así, en las previsiones del PP estaba remontar el bache aprovechando las falquezas del resto de los partidos, y forzar la aprobación de presupuestos con más recortes y privatizaciones tras la cortina de plazas de oposición a empleos públicos.
La situación parecía idónea. El PSOE atravesado por unas primarias dando manotazos para salir de la crisis y Podemos en permanente guerra interna, el tema catalán en el candelero con un PSOE acérrimo defensor del centralismo, y Podemos que no sabe no contesta…. «si no es pactado». De un lado, la del PSOE es una crisis que no es aislada. El reciente patacazo del PSF con un 6,4% lo pinta de cuerpo entero -¡y eso que era el ala izquierda!-, porque el tema es de fondo: el capitalismo en crisis ya no está dispuesto a la negociación de las migajas que ha sido la constante de la política socialdemócrata. Lo demostró en Grecia. Pero también se había demostrado con la caída en picado de los PCs que habían tomado las banderas que dejaba la socialdemocracia, a nombre de una política «realista». El caso de IU, ICV, PCF… Así, que con Pedro Sánchez o con Susana Díaz –y más probablemente con ésta- tienen difícil levantar cabeza. Un aparente repunte socialdemócrata se dio con las nuevas formaciones que tipo Syriza o Podemos, así se autodefinían: pero el espacio no existe, y por más que propongan renegociar la deuda o reformar la UE, cuando el capital aprieta para no dejar escapar ni una miga, ellos quedan presos de su propia contradicción: haber prometido las migas «ganando todos», la cantinela del reformismo en una época en que el capital ya ha definido que es todo o nada. Podemos, además, se sigue desangrando en luchas internas.
Un elemento se salía del guión: el desarme de ETA que dificulta la rentable posición de estar en lucha permanente con el terrorismo –lo analizamos en páginas centrales- como cohartada contra los movimientos populares. Pero por lo demás, el repunte de beneficios empresariales, y la ilusión repetida de que ya salimos de la crisis, auguraba un embate de Rajoy a mediados de abril –antes de que salieran las cifras del paro que en el 1er trimestre ha vuelto a subir: 69.800 empleos menos y 17.200 parados más- para tratar de rehacer su imagen. Su plan tenía una primera prueba con la presentación de nuevo el decreto de estibadores sin tocar una coma y amenazando de que si no se aprueba, llama a elecciones, esperando rentabilizar el voto de un C’s también en retroceso.
Pero Rajoy no pudo utilizar ni el encuentro con la CEOE ni el aniversario del AVE: El 18 de abril, la Audiencia Nacional le llamaba a declarar como testigo en el caso Gürtel, como secretario general de un partido acusado de beneficiario a título lucrativo. Al día siguiente eran detenidos el ex presidente de la comunidad de Madrid Ignacio González y 11 más -a pesar del intento de frenarlo del fiscal anti-corrupción-, a los cuatro días dimitía –por tercera vez- Esperanza Aguirre… Ni siquiera podían sacarle jugo a la entrada en prisión de Jordi Pujol Ferrusola ni a los registros del día siguiente…
El gobierno, en minoría, está en momentos bajísimos: la movilización puede parar sus planeadas nuevas agresiones. Es imprescindible organizarla.
Josep Lluís del Alcázar