Tras los últimos y lamentables acontecimientos de los que son protagonistas los dos grandes partidos, uno salpicado por incontables casos de corrupción como es el PP, y otro el PSOE con el espectáculo bochornoso de este fin de semana, es bueno hacer una reflexión.
Estoy convencido que vivimos en un maravilloso país, donde la inmensa mayoría de los votantes y militantes de estos dos partidos, son personas honradas que tienen la legítima aspiración desde sus distintas posiciones ideológicas de contribuir a la construcción de un país mejor para todos.
¿Qué ocurre entonces, para que vivamos en esta vergüenza permanente? Empecemos por analizar quiénes son estos militantes y votantes, y la respuesta es bien sencilla, no son diferente a los del resto de partidos políticos, en su mayoría son personas que tienen que levantarse todas las mañanas a trabajar, a estudiar, o a buscar un trabajo para mantener a su familia.
Y ahora viene la pregunta clave ¿y nuestros políticos? Por desgracia, aunque ostente su actividad pública u orgánica como nuestros representantes de manera legítima y democrática, no nos representan, no son el reflejo de la sociedad que dicen defender.
Ellos son otra cosa, y tienen en su mayoría un denominador común, ni han trabajado, ni ha tenido necesidad de buscar trabajo, porque desde su más tierna juventud, su único tajo o universidad ha sido el partido.
En esa su “universidad”, han aprendido lo peor de las relaciones humanas, la lucha por el poder y sobre todo por su propia subsistencia, son capaces de traicionar a cualquiera e idolatrar al jefe político de turno para ascender en el partido.
Estos son los que nos gobiernan, personajes que no son absolutamente nada fuera de los circos que organizan sus partidos, los más mediocres de nuestra sociedad, salvo honrosas excepciones, individuos que no saben lo que es subirse en un andamio, o preparar unas clases para la universidad, son los auténticos ninis, porque ellos sí, le saca una alta rentabilidad al no haber pegado un golpe en su vida, disfrutan de sueldos millonarios y múltiples prebendas.
La solución está en democratizar de una vez por todas los partidos políticos, recortar sus emolumentos, limitar el tiempo de permanencia tanto en cargos públicos, como orgánicos, modificar la Ley Electoral e instaurar las listas abiertas.
Tenemos que intentar que nuestros representantes, sean personas normales como la mayoría de nosotros y no una pandilla de aprovechados cuya única forma de vivir es la política. ¿Verdad Susana? Tal vez si todos ellos no tuvieran tanta necesidad, no viviríamos nosotros con tantas necesidades, porque vivimos en un país inmersamente rico, cuya mayor riqueza son sus gentes y su condena, estar gobernado por una pandilla de aprovechados.