El proletariado es un término de origen latino, proletarius, que quiere decir ciudadano pobre. La concepción moderna del proletariado aparece con Marx y Engels en el Manifiesto Comunista (1848). En este caso designaría la clase social de los trabajadores u obreros, es decir, de los que no son propietarios de los medios de producción. Marx y Engels dieron dos significados al concepto. Por un lado, el proletariado sería el conjunto de los obreros de las fábricas, pero, por otro lado, se hacía una definición mucho más amplia, al incluir en el concepto a todos los trabajadores asalariados y productivos subordinados a los capitalistas dueños de los medios de producción Lo que tendrían en común los proletarios sería que venderían su fuerza de trabajo a los propietarios de los medios de producción a cambio de un salario.
La concepción más amplia del concepto marxista del proletariado servía para englobar la compleja realidad socio-laboral de la época de la Revolución Industrial, ya que no todos los trabajadores eran obreros de las fábricas en el momento que escribían Marx y Engels. Posteriormente, también pudo ser empleada por los marxistas cuando surgieron nuevos tipos de trabajadores, los denominados “de cuello blanco”, a partir de la Segunda Revolución Industrial. Pero lo que estaba claro en el análisis marxista era que con el desarrollo del capitalismo se produciría una proletarización de la sociedad. Afectaría a los artesanos, campesinos, empleados, comerciantes, etc. Se asimilarían al trabajador de la fábrica. La Revolución Industrial habría provocado que los artesanos perdieran la propiedad de los medios de producción. Los cambios derivados de la Revolución Agraria habrían generado, a su vez, que los campesinos perdieran sus tierras. Artesanos y campesinos, por lo tanto, se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo.
El proletariado sería el sujeto histórico protagonista de la Revolución, de la transformación de la sociedad, y de la destrucción del capitalismo en la teoría marxista. El desarrollo del capitalismo provocó, en consecuencia, que el proletariado se convirtiera en una gran fuerza social, sustentando el movimiento obrero a través de los sindicatos y, una gran parte del mismo constituyéndose en la base electoral de la pujante socialdemocracia europea. Pero la progresiva conquista de derechos sociales, el aumento salarial y el inicio de la construcción del Estado del Bienestar hicieron que se abriera una clara brecha entre los proletarios de Europa occidental y los de otros lugares de Europa y del mundo. En la adaptación del marxismo realizada por Lenin los proletarios de Europa occidental ya no serían sujetos revolucionarios, pasando el testigo a los trabajadores de aquellos países más atrasado,s aunque con cierto desarrollo, como sería el caso ruso. Un sector de los obreros occidentales terminaría por abandonar al socialismo democrático cuando estalló la Revolución Rusa, que se convirtió en un modelo a seguir en el período de entreguerras, derivando hacia el comunismo. También es cierto que otro sector del proletariado derivaría hacia la alternativa fascista en el período de entreguerras.
En la segunda mitad del siglo XX los cambios generados por el capitalismo provocaron una profunda crisis del concepto de proletariado. Los países desarrollados vieron decrecer sus sectores productivos industriales y con ellos sus obreros, frente a un desarrollo evidente del sector servicios y, por consiguiente, de un nuevo tipo de trabajador. Así pues, los trabajadores occidentales sufrirían un proceso de aburguesamiento. Por otro lado, se produciría un fenómeno de burocratización de los sindicatos y un mayor conservadurismo de los partidos socialistas, fruto también del triunfo del Estado del Bienestar. El movimiento obrero perdió combatividad, todo lo contrario de lo que ocurría en los países subdesarrollados.
El triunfo del neoliberalismo a partir de los años ochenta y la crisis económica han provocado un nuevo fenómeno, el de la precarización de los trabajadores, con un creciente número de desempleados o subempleados. El movimiento obrero clásico y los partidos socialistas se han visto desbordados, tanto por su izquierda con nuevos movimientos más o menos articulados, como por su derecha con el resurgimiento de tendencias políticas neofascistas y xenófobas, siendo más fuertes unas u otras en función de diversos factores nacionales. /