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Dom. Nov 24th, 2024

En medio de la profunda crisis general en la España del siglo XVII surgió un grupo de escritores y pensadores, llamados arbitristas. Su nombre procede del término arbitrio, es decir, propuesta o remedio. En principio, este término tuvo connotaciones negativas o peyorativas porque muchos autores proponían soluciones o alternativas que podrían ser calificadas de descabelladas o, en el mejor de los casos, inviables. Pero no todos los arbitristas eran así y se pueden encontrar escritores profundos en sus análisis y propuestas. Los arbitristas procedían de diversos orígenes. Los hubo eclesiásticos, juristas, funcionarios y hasta miembros de la burguesía comercial. A todos les unía una profunda inquietud ante la situación de la Monarquía Hispánica. La mayor parte de sus escritos y publicaciones versaron sobre economía, pero también se preocuparon de los asuntos políticos y de las conexiones que entre ambos se hacía en la época con las cuestiones morales, éticas y religiosas.

Los principales arbitristas fueron castellanos. Cinco nombres destacan entre la pléyade de autores. En tiempos de Felipe II hay que citar a Luis Ortiz. En tiempos de su heredero citaremos a Martín González de Cellorigo un abogado de la Chancillería de Valladolid que publicó en el año 1600 un Memorial. Sancho de Moncada era catedrático de Teología en Salamanca y nos ha dejado su Restauración política de España (1619). Por su parte, Pedro Fernández Navarrete publicó en 1626, Conservación de Monarquías. Por fin, habría que citar a Francisco Martínez de la Mata que dio a la luz muchos memoriales en la década de 1650. Fuera de Castilla, también tienen importancia, el catalán Narcís Feliu de la Penya y el aragonés José Gracia Serrano.

En principio, el método de estos arbitristas era muy parecido: análisis de la situación y propuestas de mejoras o soluciones, aunque cada uno enfatizaba en algún problema concreto como causa de los males que aquejaban a la Monarquía Hispánica. En general, fueron muy críticos con la política económica seguida por los Austrias. Veían que las Indias no proporcionaban beneficios reales a la economía según el modelo establecido de extracción de metales preciosos, que se destinaban a pagar una costosísima política militar en Europa, arruinando la Hacienda que, por su parte, no dejaba de exprimir fiscalmente a Castilla ante el inabarcable déficit. Para regenerar económicamente la Monarquía había que abandonar dicha política imperialista y concentrarse en los intereses propios de los reinos de dicha Monarquía, especialmente, en Castilla, la principal víctima del empobrecimiento. Unos arbitristas defendieron el establecimiento de políticas mercantilistas de acumulación de los metales preciosos, evitando su salida (bullonismo), mientras que otros abogaron por un replanteamiento de la explotación económica de las Indias. Por fin, podríamos rastrear arbitristas agraristas, es decir, escritores preocupados por la principal actividad económica de la época, la agricultura, y que prefiguran, en cierta medida la preocupación agrícola de la futura Ilustración española.

Aunque la política económica de los Austrias no cambió ni un ápice porque primaron siempre los intereses dinásticos e imperiales, bien es cierto que las ideas de los arbitristas influyeron en el contenido y espíritu de los Memoriales de Cortes, es decir, las propuestas que los procuradores elevaban al rey cuando se negociaban los servicios que solicitaba la Corona para conseguir recursos. Pero, también, es evidente la influencia arbitrista en personajes muy importantes en sus intentos de reconducir la situación con soluciones nuevas, como se puede comprobar, especialmente, en los proyectos de reforma del conde-duque de Olivares, aunque no terminaran de cuajar por la combinación de la urgencia militar y de la contestación de algunos sectores sociales y determinados territorios.

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