En este artículo estudiaremos la dimensión internacional de la Guerra de Sucesión española y sus consecuencias en las relaciones entre las potencias a partir de Utrecht.
En 1700 moría Carlos II sin descendencia. Los dos candidatos con más derecho al trono eran el archiduque Carlos de Habsburgo, de la rama vienesa, y Felipe de Anjou, de la Casa de Borbón y nieto del rey Luis XIV. Carlos nombró sucesor al segundo pensando que como nieto del rey Sol era la mejor opción para que se conservara el Imperio hispánico. Al ser nombrado rey el duque de Anjou, como Felipe V, las potencias se alarmaron ante un posible bloque franco-español. Luis XIV actuó casi como rey de España, con escaso tacto diplomático, y reconoció los derechos de su nieto al trono francés. Inglaterra, Holanda, Saboya y Portugal decidieron apoyar al candidato austriaco y se desencadenó el conflicto internacional.
La Guerra de Sucesión fue una guerra europea entre los Borbones hispano-franceses contra la alianza de Inglaterra, Austria, Holanda y Portugal y Saboya. Pero también fue una guerra interna. Gran parte de la Corona de Aragón fue partidaria de los Habsburgo, y la de Castilla lo fue de Felipe V. Tenemos que tener en cuenta que era más probable que un Habsburgo siguiera respetando los fueros e instituciones de los distintos reinos de la Corona aragonesa frente a un descendiente del monarca prototipo del absolutismo y centralismo más desarrollado de la época.
La guerra terminó con la elección de Carlos como emperador de Alemania por las muertes de su padre y hermano. Estos hechos plantearon un nuevo escenario en Europa. La elección de Carlos como emperador podía generar otra amenaza si un Habsburgo ceñía las dos coronas. También, hay que tener en cuenta el cansancio de los contendientes. En consecuencia, Inglaterra presionó para firmar la paz.
En realidad, la paz de selló con una serie de tratados bilaterales entre los contendientes. El principal de todos ellos fue el Tratado de Utrecht entre España e Inglaterra, firmado en 1713. Inglaterra fue la gran vencedora del conflicto, comenzando a perfilarse como nueva potencia mundial. En lo militar consiguió la demolición de la base naval de Dunkerque. En lo mercantil, obtuvo el asiento de negros, el monopolio de introducir esclavos negros en América española durante treinta años y el navío de permiso, autorización para enviar a América un navío con 500 toneladas de mercancías, una puerta para romper el monopolio comercial con América. Territorialmente, consiguió Gibraltar y Menorca para controlar el Mediterráneo occidental, y Terranova cedida por Francia con una gran importancia pesquera y en una posición estratégica para adquirir Canadá.
La Monarquía Hispánica fue la gran perdedora del conflicto: a cambio del reconocimiento de Felipe V como rey, perdió los territorios europeos: Sicilia para Saboya; para Carlos de Austria Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña. Austria cedió Cerdeña a Saboya a cambio de Sicilia.
El sistema de Utrecht supuso no sólo el fin de la guerra y de las posesiones europeas de la Monarquía Hispánica, quedando España como una potencia de segundo rango, sino que también generó cambios profundos en el concierto internacional europeo. Fue el fin de la hegemonía francesa, sustituida por un nuevo orden de equilibro entre las tres grandes potencias rivales. Francia conservaría la primacía cultural pero estaba agotada. Los Habsburgo dominaban el territorio más extenso pero eran débiles por la falta de unidad de su imperio. Por fin, Inglaterra adquirió la primacía marítima y comercial.
En el nuevo sistema las potencias se agruparían según las circunstancias. Era un sistema que se basaba en la rivalidad latente entre los Estados que se aliaban en bloques en un equilibrio inestable. En esta época habría menos guerras que en el pasado siglo y serían más profesionales. Las hostilidades bélicas se iniciaban si había posibilidades de victoria y se intentaba evitar la devastación cruel e innecesaria que se produjo, por ejemplo, en la Guerra de los Treinta Años.