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Vie. Nov 22nd, 2024

Juan Antonio Quiñones¿Cuántas veces tienen que fallar las encuestas de manera estrepitosa para que empecemos a plantearnos que el procedimiento parte de una premisa falsa? Hace ya unos meses en este mismo periódico publiqué un artículo sobre este asunto. Desde entonces este arte adivinatorio disfrazado de rigor matemático se ha equivocado en el sorpasso de Podemos al PSOE, el Brexit y las elecciones americanas. Sin embargo gobiernos, partidos políticos y medios de comunicación siguen gastando cantidades bochornosas de dinero en charlatanes.

Pero no se preocupen, la tormenta pasará y más pronto que tarde encadenarán una serie de aciertos más o menos azarosos para reafirmarse en que son una herramientoa fiable e imprescindible para el desarrollo de la vida política. A eso ayudará la memoria selectiva que tenemos los humanos para sobrellevar los avatares de nuestra existencia. Les voy a poner un ejemplo que entenderán los aficionados cadistas. Todos recuerdan el nefasto arbitraje de As Reig en Miranda pero algunos menos se acordarán de la mano de Sankaré dentro del área que un árbitro no pitó algunas jornadas más tarde. Si les digo la verdad yo mismo no recuerdo en qué partido fue y mucho menos el nombre del colegiado que anduvo corto de vista.

Contaba Ángel Viñas en el prólogo de su libro «La soledad de la República» que construimos la realidad tal y como nos conviene. Él mismo en su faceta de diplomático había tenido experiencias que recordaba que se habían desarrollado de una determinada manera pero con el paso del tiempo y repasando documentación relativa a los hechos se había dado cuenta que la realidad no se parecía en nada a sus recuerdos.

Ese es uno de los motivos por los que cada uno de nosotros llevamos un experto en estadística en nuestro interior, supongo que junto al seleccionador nacional que también convive con nosotros. El ser humano es un animal evolucionado para encontrar patrones. Eso es lo que nos ha permitido tener éxito como especie aunque a veces nos juegue malas pasadas como cuando tratamos de convencernos que esa mancha de humedad en la pared tiene la cara de Jesucristo, como si supiéramos qué cara tuvo.

Buena parte de culpa de la polarización que vive la sociedad en general la tiene la forma en que nos relacionamos entre nosotros. Los medios de comunicación previos a Internet eran pasivos, nos llegaba lo que se emitía. De ahí ese afán de todos los gobiernos fuesen de la ideología que fuesen por controlarlos. Ahora nosotros elegimos lo que nos llega. Si está leyendo este artículo es porque usted lo ha decidido. No soy yo el que me cuelo en su salón como lo hacía José María Íñigo hace 40 años. Cuando entramos en Facebook o en Twitter todos tecleamos en el ordenador la misma página o abrimos la misma aplicación, sin embargo mi pantalla mostrará algo completamente distinto de la suya. Mi ventana al mundo virtual será completamente distinta de la de Marine Le Pen. Nuestro error es pensar que nuestras amistades virtuales, nuestros seguidores, son una muestra de la sociedad cuando no son más que los elegidos para interactuar con nosotros, máxime cuando utilizamos alegremente la opción de bloqueo como hacen nuestros políticos cuando un comentario no le interesa.

Un servidor solo ve dos formas de salir del atolladero a que nos lleva la polarización del mundo. Hacer entre todos un esfuerzo para que exista un entendimiento entre posturas antagónicas o que se siga alimentando la tensión hasta que provoquemos una guerra con millones de muertos. Viendo al usufructuario del botón nuclear los próximos cuatro años no estaría mal que hiciéramos el esfuerzo de entendernos.

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