El asunto de quién debía ocupar el trono de España se convirtió en una cuestión internacional que retrasó el período de provisionalidad del gobierno nacido de la Revolución de 1868 y permitió que, a pesar de los esfuerzos de Prim, creciera más la oposición de republicanos y carlistas. El candidato más idóneo, al parecer, era el hijo de Víctor Manuel II rey de Italia, Amadeo de Saboya. En principio, cumplía todos los requisitos: miembro de una casa real con tradición liberal, católico y su elección no inquietaba ni a Francia ni a Prusia. Las Cortes le nombraron rey el 16 de noviembre de 1870 por un escaso margen de votos. El rasgo principal del reinado de Amadeo fue la inestabilidad social y política por una serie de problemas.
En primer lugar, estaría el asesinato del general Prim, víctima de un atentado poco antes de que llegara Amadeo a España, y que ha generado todo tipo de hipótesis, investigaciones y bibliografía hasta el presente. Era su principal valedor y su más firme apoyo, y había conseguido mantener unida a la coalición monárquico-democrática.
En segundo lugar, hay que destacar el escaso apoyo de los partidos políticos. El gran problema de la monarquía no era tanto la fuerza de la oposición de republicanos y carlistas como la división interna de la coalición, que se escindió en varios grupos y en dos grandes partidos. El Partido Constitucionalista tenía a Sagasta como principal líder. Era el sector más conservador y partidario de contener los avances democráticos. El Partido Radical de Ruiz Zorrilla defendía posturas más progresistas.
En tercer, lugar hay que señalar el desencadenamiento de la tercera guerra carlista, en mayo de 1872. También continuaba el conflicto en Cuba -la Guerra de los Diez años- que duraría hasta 1878.
Por otro lado, en este momento se estaría produciendo un auge del movimiento obrero vinculado a la AIT, y a la llegada de destacados personajes como Fanelli y Lafargue para poner en marcha la Internacional en España. En las clases dirigentes españolas se desarrolló un intenso temor a la revolución social como lo demostrarían los intensos debates parlamentarios y la reacción represora hacia las primeras organizaciones.
La oligarquía española no era partidaria del nuevo régimen por varios motivos. En primer lugar, seguían vinculada a la dinastía borbónica. La cuestión religiosa también tenía su importancia, ya que el padre del rey había protagonizado la unificación italiana y el fin de los Estados Pontificios, provocando un claro divorcio con la Santa Sede que no aceptó el nuevo estado de cosas. Por fin, los industriales catalanes y los latifundistas cerealistas no eran favorables a la política económica del momento que intentó mitigar un tanto el tradicional proteccionismo, siguiendo lo marcado en el Arancel Figuerola.
Amadeo I, decepcionado del curso que estaba tomando la política, aprovechó un pretexto de poca importancia y abdicó el 11 de febrero de 1873, marchándose de España.