Juan de Dios Sánchez, parlamentario andaluz de Ciudadanos Cádiz
Estamos viviendo en nuestro país unos momentos totalmente diferentes a lo que teníamos previsto hace unas semanas. Nadie, en este caso desgraciadamente, se podía imaginar que un país entero se iba a parar por completo y se iba a confinar en sus casas porque esa era la mejor manera de luchar contra un enemigo invisible que te podría quitar la vida.
Y he dicho desgraciadamente y he dicho bien. Porque los ciudadanos vivimos envueltos en la vorágine de la sociedad que hemos creado en la que no vemos más que la siguiente cita de la agenda, pero los gobiernos tienen la obligación de velar por los intereses de los ciudadanos, y dentro de esa obligación está la de ponerse en el caso más desfavorable cuando te encuentras ante un posible riesgo y tomar las medidas preventivas adecuadas para poder asumir esa situación con la presumida solvencia que se espera de ellos. Así me lo enseñaron mis profesores en la Universidad de Ingeniería. Cuando se construye algo por primera vez, en la fase de diseño es cuando se toman esas decisiones, se determinan los márgenes de seguridad que se aplican, y una vez que se calcula el caso más desfavorable, se multiplica por un determinado valor, lo que viene a ser el margen de seguridad, que te da la suficiente certeza para afirmar que lo que va a ser construido será capaz de soportar con holgura esos problemas con los que se va a encontrar en el futuro.
Desgraciadamente, no ha sido el caso. Las personas responsables de tomar esas decisiones no lo han hecho con la responsabilidad del cargo que ocupan. No han tomado como referencia no ya el caso más desfavorable, sino tan siquiera que fuera a ser desfavorable. El diseño de lo que han construido, ha sido tan defectuoso que se les ha venido abajo el primer día.
Hace mucho tiempo que pienso que la verdadera crisis a la que nos enfrentamos en nuestro tiempo es a la de los valores. Honestidad, sinceridad, esfuerzo, sacrificio, liderazgo, son términos que todos conocemos pero que no valoramos lo suficiente. Porque si fueran valorados castigaríamos a aquellos que carecen de ellos.
Tenemos actualmente un Gobierno en España liderado por una persona que engañó para conseguir su doctorado, engañó a todos los españoles en todas las campañas electorales a las que se ha presentado con promesas que jamás ha cumplido y renegando de pactos que ha realizado finalmente. Miente prácticamente en todas y cada una de las intervenciones que está teniendo en esas ruedas de prensa filtradas y adaptadas para que no tenga ninguna incomodidad a la hora de responder.
Si hay algo que caracteriza en general a los seres humanos es la dificultad de asumir una realidad que no les guste o que no se ajuste a los parámetros que habían calculado previamente. No somos capaces de asumir que es a uno mismo al que le están pasando esas cosas que escuchas que les pasan a otros. Que tu pareja se va con otro, que es a tu padre al que le ha tocado luchar contra una enfermedad incurable y que se va a morir, que el equipo al que llevas viendo desde pequeño y animando cada fin de semana va a desaparecer, o que el partido político en el que has confiado toda la vida, ese que ya votaban tus padres y que ha gobernado o gobierna este país, que se le presupone velará por los intereses generales, en realidad se ha convertido en una empresa cuyo único objetivo, como el de todas las empresas, es ser rentable económicamente para sus miembros.
Carl Jung, el padre de la psicología analítica y alumno aventajado de Freud, decía que “lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”. Nos cuesta asumir la realidad y nos negamos a creerla. No queremos aceptarlo, te engañas a ti mismo y sigues confiando. Pero al final, la realidad, esa que no queremos ver, siempre aparece y lo hace para quedarse. Depende de cada uno como la asimila. Esa realidad en algunos casos tarda más en aparecer que en otros, pero tarde o temprano, aunque muchos traten de taparla, de camuflarla, de cambiarla incluso y utilicen a los medios que deberían contar la verdad a los ciudadanos para expandir sus mentiras, la realidad hará acto de presencia. De cómo la asumas y cómo actúes en consecuencia a la misma, depende del tipo de sociedad en el que quieres vivir. Una sociedad sin principios sometida a la falsedad de una realidad inexistente que quieren vendernos a diario o una en la que los valores, la ética y la moral sean los ejes fundamentales en los que se desarrolle. Yo, sin duda, elijo la segunda. ¿Cuál eliges tú?.